lunes, 15 de septiembre de 2008

FLANCO IZQUIERDO


En memoria de Pepe Cruz Romero


Deporte muy socorrido el de tirarle pedradas a la izquierda. Más en momentos en que el PRD está encharcado en su propio chiquero, ofreciendo un espectáculo que escenifica la palaciega vida partidaria que dicen combatir y que desalienta la participación ciudadana, particularmente en eventos formales, como la votación próxima de 2009. ¿Por quién votaría usted? Con muchas dudas por la izquierda.

Revocación, no revolución, hay que recordarle a la masa informe de gritones, con oficio y sin él, que han hecho girones sus trapos ante la insinuación de formalizar constitucionalmente la figura de revocación del mandato presidencial. Hablan primero los que sienten la lumbre más cerca, los que a dos años del actual régimen avistan y alistan ya candidaturas para el 2012, no sea que lleguen a la silla presidencial con semejante espada sobre sus cabezas. De cualquier manera el delito de traición a la patria está señalado en nuestra Carta Magna como causal de remoción del presidente de la república.

Pues es mi ver que la izquierda se encuentra en la cúspide de una oposición eficazmente legítima a un gobierno inútil y entreguista. Por encima de los partidos de izquierda, todos cuestionados de una u otra forma, se ha integrado un movimiento ciudadano que durante estos dos años de gobierno panista ha mantenido exitosamente la iniciativa de la agenda de oposición. A muchos incomoda la forma de trabajar de este movimiento, que en momentos cruciales ha impactado de lleno el trabajo legislativo sin el consenso de los afectados. Se ven feas las tomas de tribuna, disgusta que el coordinador del FAP sea tan protagónico y verbomotor, nadie cree que la adelitas y las brigadas juveniles de AMLO sirvan para algo y el mismo AMLO sigue siendo el malo de las televisoras. Las marchas son un suplicio para los automovilistas y el Zócalo repleto de consignas por los pobres es chocante. Pero ahí está.

El tema de la reforma petrolera ha sido el centro gravitatorio de esta movilización. Aquí se conjugan los objetivos principales de la lucha actual. Más allá de la soberanía de la nación, la defensa de los haberes de la patria enfrenta simultáneamente la corrupción, la descomposición del gobierno, las dificultades para el desarrollo de nuestro país, la pobreza indignante, la riqueza ofensiva, la impunidad hacendaria, el latrocinio inclemente de quienes llegaron al poder sólo para servirse a sí mismos y a los poderosos.

Y es que cualquier movimiento que reivindique los derechos de los ciudadanos confronta, por definición, al gobierno actual, entregado en cuerpo y alma a servir a intereses contrarios al bien del pueblo mexicano. Ya todo mundo lo sabe, hoy estamos peor que cuando Calderón y su grupito de amigos se apoltronaron en el poder. Hasta los dueños del capital lo sienten así.

Cuenta la izquierda con dos grandes rieles que le han permitido transitar por encima de las burocracias partidarias: un cúmulo rápidamente creciente de descontento ciudadano y una economía ruinosa que daña nuestras vidas. El descontento tiene varios orígenes aunque se finca en el fraude de las elecciones presidenciales de 2006. A partir de aquí se suman las tremendas pifias de los que gobiernan: inseguridad, desempleo, ingreso real estático, impunidad y corrupción. Los errores se enredan con las realidades: la economía dependiente, la ausencia de políticas (cualquiera que éstas sean), un entorno mundial que contradice en definitiva los sueños del neoliberalismo y con ello un proceso globalizador anacrónico, la desconfianza de los pudientes y el horror de los que aspiran a serlo. Fatal para la derecha. Asuntos pendientes para la izquierda.

Hace cinco años, mi amigo Francisco Guerrero proponía la abolición de la geometría política: no más izquierdas, centros y/o derechas. Espero que hoy todos comprendamos que no hay más signos distintivos que los de ser de izquierda o de derecha. Los de centro son prescinidbles y oportunistas. La izquierda tiene como misión buscar el bien de la nación, es decir del pueblo, su territorio y sus instituciones; y la derecha se deleita en servir a los dueños del dinero, sin más.

No nos confundamos, por favor.

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