viernes, 27 de mayo de 2011

LA DEFENSA SICILIANA



En ajedrez se llama Defensa siciliana a la apertura que resulta después de que las blancas abren el juego con el peón de rey y las negras no contestan con la misma jugada. La Defensa siciliana es, quizás, la que más posibilidades brinda para ganar contra el clásico Peón 4 Rey de las blancas. Se trata de una de las defensas más estudiadas, todo un laberinto muy difícil de desentrañar, y muy engañoso. La defensa siciliana tiene muchas variantes forzadas que, si no se juegan con precisión por parte de quien las plantea, pueden llevar a la derrota. Debe el nombre a su inventor, el siciliano Pietro Carrera (hasta aquí la Wiki).

En México, el poeta Javier Sicilia planteó una defensa civil por la Paz y la Dignidad con Justicia que ha dejado pasmados a los que manejan el ajedrez nacional desde la formación de las piezas blancas. Frente al movimiento natural del peón blanco del rey, que puede traducirse como Todos Contra Calderón, Sicilia evitó la respuesta similar y respondió con un Peón 4 Alfil Dama, pidiendo la renuncia de Genaro García Luna, el capo mayor del autodenominado gabinete. Una inteligente y sutil manera de desnudar el discurso engañoso y perverso de ElPresidente, quien a su vez contestó con la palabrería acostumbrada, tan falsa como inútil, ante una variante política inesperada.

La muestra del efecto de la jugada la reportan los analistas y columnistas de periódicos. Apenas bajaba Sicilia del templete el 8 de mayo cuando Blake, ese señor que cobra en Bucareli y no trabaja en ningún lado, lo llamó para invitarlo a analizar sus propuestas y la respuesta siciliana fue demoledora: “sólo conversaremos con ElPresidente cuando haya quitado a García Luna”. Los legos del ajedrez y de la política no lo entendieron y calificaron al poeta de tibio y de allí en adelante se han dedicado a endilgarle defectos al movimiento civil que encabeza y a pedirle peras a un olmo.

Veo tres grupos de personas desvariando a causa de la defensa siciliana. Uno, el de los desconocedores globales (por decir lo menos) de la política, que acusan de protagonismo y ansia de “vivir sus 5 minutos de gloria” al promotor del movimiento cívico. En este grupo uno encuentra desde espontáneos sicólogos sociales que explican que Sicilia busca sublimar su dolor en plazas y calles, hasta quienes llaman –sin el menor pudor- farsante al más destacado líder ciudadano de la actualidad. Nutrido el grupo por clasemedieros ignorantes, apáticos y frívolos, no representa más que una opinión de mala fe.

Otro grupo es el de los afectos al mal gobierno, que no atinan respuesta y se ven atados de pies y manos para detener la creciente movilización que amenaza con unificar una respuesta frente a los agravios de Calderón: los padres de los niños muertos en la Guardería ABC, la familia Le Barón masacrada en Chihuahua, la familia Reyes de Cd. Juárez igualmente diezmada con la complacencia y complicidad oficiales, los padres de los jóvenes de Villas de Salvárcar, los indígenas zapatistas, los familiares de los muertos en Pasta de Conchos, los comuneros de Atenco, los indígenas desangrados en Acteal. Es decir, todos aquellos a quienes la derecha en el poder y la izquierda oficial ni oyen ni ven.

El tercer grupo, el más dolido y escandaloso, es el de los seguidores de AMLO más retrasados ideológicamente, que son muchos, demasiados diría yo. Rupestres conocedores de la política reclaman la patente del discurso opositor, el condueñazgo de las marchas multitudinarias y el derecho de uso del suelo en el Zócalo capitalino. Parten de la percepción –que no idea- de que la vida de este país estará en mejor rumbo una vez que votemos por AMLO. Que la Morena es el movimiento que devolverá al pueblo lo que es del pueblo y que nomás el pueblo salvará al pueblo. Aquí el reclamo más airado para Javier Sicilia es su insinuación de llamar a no votar si la terrible situación que vive el país no cambia. Y es lógico, este grupo vive de los votos que el tal pueblo le dará a su líder. Indiscutible líder de la izquierda mexicana, que no va a tirar por la borda seis años de peregrinación nacional.

Quienes hayan leído más de tres páginas al año recordarán que Hitler utilizó ese lenguaje con gran éxito. Todo en el Reich era volks, empezando por los Wolkswagen y terminando en Auschwitz. Y el pueblo alemán disfrutó el poderío que le insuflaba don Adolfo, hasta que empezó el affaire del Tercer Reich. No digo, ni remotamente, que AMLO haga algo siquiera semejante, únicamente señalo que ese discurso tiene una vertiente engañosa. Para los amlistas el pueblo es aquel que está con su líder. Los demás son ciudadanos de tercera a los que la historia habrá de juzgar por su falta de visión.

Ya lo cantó Sandro de América: un botón basta de muestra. ¿Quién es el invitado principal del mítin de AMLO el próximo 5 de junio? ¿Los padres de la Guardería ABC, que ese día conmemoran nacionalmente dos años de sufrimiento? No, es Alejandro Encinas, desafortunadamente un probable perdedor de las elecciones en el Estado de México.

¿Estarán los morenos el domingo 29 en el Tercer Juicio Ciudadano para los asesinos de los niños de la Guardería ABC? No lo sé, no lo han mencionado, ni los vi en la marcha del 8 de mayo. Quien sí estará en el Juicio Ciudadano es Javier Sicilia, quien también los acompañará en Hermosillo en la conmemoración del próximo 5 de junio. El poeta no es dirigente partidario, es un ciudadano letrado impulsando la insurgencia ciudadana.

La soberbia, la ignorancia y la mala fe no pueden llevarnos a ningún sitio seguro.

martes, 24 de mayo de 2011

A VECES



Hay días y días. Días en que la vida nos trae novedades. Grandes novedades. Días sosos en los que los hombres y mujeres adoptamos un tono gris, seminublado y caluroso y a cambio de no ver al prójimo nos asomamos al amanecer lleno de trinos. Las novedades las brindan los seres queridos, los niños que llegan al mundo llorando con la felicidad en las lágrimas. Los hijos que avanzan a tramos grandes en sus proyectos personales, las novias que nos juran amores, nuestras mujeres no se echan para atrás, batallando con el matrimonio que juramos mantener hasta la muerte. Los días grises y desanimadores están colmados de rutinas inútiles, de palabras que sobran, de sonrisas congeladas, de un entorno ininteligible pleno de sucesos abrumadores sobre los cuales no hay voluntad que aplique. La grisura viene del otro, en quien nos vemos y tomamos las tonalidades y tonos. Este día ha sido gris para mí y quizá por ello el atardecer me relaja y el amancecer me trajo el malva subyacente al rosa del cielo y mi alrededor pareciera no cambiar. Sábado y domingo fueron días venturosos, coloridos, en donde me perdí entre los demás y disfruté más a los míos que el aire fresco del anochecer. Es curioso, cuando los otros no empatan con uno procuramos voltear hacia la naturaleza y cuando la empatía es grande el gozo de natura amaina. Es posible que lo mejor sea mantenerse alejado de los otros, cercano a los nuestros y disfrutando aire, sol y luna.

jueves, 19 de mayo de 2011

HUMILDAD DE LA CIENCIA


"La verdadera ciencia enseña sobre todo
a dudar y a saberse ignorante."


Miguel de Unamuno




Tomado de Microsiervos

miércoles, 18 de mayo de 2011

NO HAGO OTRA COSA QUE PENSAR EN TI

Una vieja canción de Serrat, no por ello menos buena. Una fina ironía y sentido del humor que bocabajea a los románticos trasnochados.

miércoles, 11 de mayo de 2011

LA DIGNIDAD DE UN POETA



Es preciso congratularse con Javier Sicilia y el grupo de ciudadanos que marcharon el domingo pasado urgiendo la Paz con Justicia y Dignidad, aturdidos por la criminal guerra iniciada por el gobierno federal. Las voces se escucharon en la Cd. De México, en otros lugares del país y en el extranjero. Fue un suceso inusual que trajo un aire nuevo al enrarecido ambiente que nos ahoga cada día. No importa que sea un viento pasajero y leve, es el rechazo ciudadano contundente a la política oficial sobre seguridad.

Una marcha colorida, diversa, plural, donde sólo el que no quiso no expresó su sentir ante los agravios del llamado El Presidente y su grupo de amigos autodenominados gabinete. El grupo que originalmente salió de Cuernavaca el pasado 5 de mayo, unas mil personas, fue literalmente abrazado por 90 mil ciudadanos más. Las consignas de repudio iban desde “Menos violencia y más mota” hasta “Calderón al paredón”. Esa es la tan citada como desconocida sociedad civil, que muchos ven sólo como una fuente de ganancias electorales.

Ancianos desvalidos, niños en carriolas, carriolas vacías de niños, familiares de víctimas y familias victimizadas, estudiantes, amas de casa, grupos de minorías sociales, extremistas, anarquistas, socialistas y ciudadanos de siempre a pie construyeron un contingente de silencios, cantos y gritos, bajo la convicción de que este país no puede más. La convocatoria fue la voz de un poeta sin más recurso que sus versos y letras, sin estereotipos blancos ni velas ni apoyo de las televisoras y menos del mal gobierno.

No fue una movilización cobijada por sindicatos o partidos, con pancartas de imprenta y consignas añejas y mantas deslavadas. No fue el movimiento de AMLO, inmenso pero de una sola voz. No. Se trató de una movilización callejera, organizada como el funeral del anarquista español Buenaventura Durruti, cuyo cadáver recorrió dos veces el camino al cementerio pues la lluvia impidió el primer intento por sepultarlo y hubo de regresarlo al velatorio.

El discurso central tocó el cogollo político del México de hoy. No adoptó el camino facilón de pedir la renuncia de El Chapo Calderón, eso lo gritaron todos los demás. Enjuició a los criminales de trajes negros y corbatas floridas que se apoltronan en las curules del Congreso y lanzó un pial decisivo al discurso cruel y mentiroso de El Breve: si, como dices, nos escuchas, saca al gran capo del club, el asesino mayor, Genaro García Luna, delincuente de larga historia en los regímenes panistas. No es mucho pedir a no ser porque García Luna articula las relaciones con el narcotráfico y el caudal de dólares que de allí escurren.

Me parece claro que Calderón no moverá un dedo para atender estos reclamos, no está en su narcoagenda cambiar la estrategia de lucha contra el crimen retirando a los soldados de las calles. Entendámonos bien, estamos ante un criminal que inició la guerra buscando legitimar el robo de la banda presidencial en 2006, que recibe apoyo e indicaciones del gobierno norteamericano y a quien los militares le significan la mayor posibilidad de ganar las elecciones de 2012, en su muy conocido por estúpido modo: “aiga sido como aiga sido”.

Un daño colateral inmediato se aprecia en los seguidores de López Obrador empapados de fanatismo, se les ve estupefactos ante la fuerza y empuje legítimos de los ciudadanos sin partido, que amenazan con dejar de votar. En gestos de extrema soberbia critican de tibio a Javier Sicilia, demandando la patente del discurso opositor, reproduciendo así los más graves defectos del principal líder de la izquierda y muriendo de puro ardor, como el quemado.

AMLO y su Morena deben remontar el desprecio creciente hacia la validez de las elecciones, ir más allá de congestionar el Zócalo con gente venida de los comités municipales y regionales de su movimiento y construir entendimientos con el resto de la sociedad. Primero los pobres, sí, pero no sólo los pobres también. Al final del día, la izquierda ciudadana sigue siendo una digna salida frente a la vileza de los partidos que se reputan de izquierda.

martes, 10 de mayo de 2011

SONETO A MAMÁ



Para todas las madres, un bello soneto de J. M. Serrat:

Soneto a mamá

No es que no vuelva, porque me he olvidado
de tu olor a tomillo y a cocina.
De lejos, dicen que se ve más claro,
que no es igual quién anda y quién camina.

Y supe que el amor tiene ojos verdes,
que cuatro palos tiene la baraja,
que nunca vuelve aquello que se pierde
y la marea sube y luego baja.

Supe que lo sencillo no es lo necio,
que no hay que confundir valor y precio,
y un manjar puede ser cualquier bocado

si el horizonte es luz y el rumbo un beso,
No es que no vuelva porque me he olvidado:
es que perdí el camino de regreso,

Mamá...

jueves, 5 de mayo de 2011

LA INTRUSA



Hará cosa de unas semanas vi en Youtube unas entrevistas a Borges, un tipo divertidísimo de quien conocemos su prosa y su poesía universales. Mencionó, entre muchísimas cosas más, la relación su madre. Dijo que a ella no le gustaban las narraciones de pendencias y cuchilleros y navajas que Borges gustaba escribir. Si embargo la madre lo acompañaba en su aventura literaria al punto que en el cuento que transcribo enseguida, fue ella quien le dio la frase que cierra la historia y Borges, que no tenía nada resuelto, de inmediato la escribió.

La Intrusa

Jorge Luis Borges

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmada en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.

En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo que su predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casa de esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteres góticos; en las últimas páginas entrevió nombres y fechas manuscritas. Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónica de los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón, que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguán se divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos, por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. En las habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eran el caballo, el apero, la daga de hojas corta, el atuendo rumboso de los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, de melena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oirían hablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio los temía a los Colorados; no es imposible que debieran alguna muerte. Hombro a hombro pelearon una vez a la policía. Se dice que el menor tuvo un altercado con Juan Ibera, en el que no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, es mucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna vez tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y el juego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe y ni de dónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta de bueyes.

Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajido a la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprender lo unidos que fueron. Malquitarse con uno era contar con dos enemigos.

Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habían sido hasta entonces de zagúan o de casa mala. No faltaron, pues, comentarios cuando Cristián llevó a vivir con él a Juliana Burgos. Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos cierto que la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas. En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el corte estaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz. Juliana era de tez morena y de ojos rasgados; bastaba que alguien la mirara, para que se sonriera. En un barrio modesto, donde el trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era mal parecida.

Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió un viaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a la casa una muchacha, que había levantado por el camino, y a los pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba solo en el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de la mujer de Cristián. El barrio, que tal vez lo supo antes que él, previó con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.

Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscuro de Cristián atado al palenque. En el patio, el mayor estaba esperándolo con sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con el mate en la mano. Cristián le dijo a Eduardo:

-Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenés a la Juliana, si la querés, usala.

El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó un tiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristián se levantó, se despidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montó a caballo y se fue a trote, sin apuro.

Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenores de esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal. El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar. Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana, ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban razones para no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros, pero lo que discutían era otra cosa. Cristián solía alzar la voz y Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el duro suburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudiera importarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dos estaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.

Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con Juan Iberra, que lo felicitó por ese primor que se había agenciado. Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él, iba a hacer burla de Cristián.

La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; pero no podía ocultar alguna preferencia por el menor, que no había rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.

Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas al primer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían que hablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir la siesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecita que le había dejado su madre. Sin explicarle nada la subieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje. Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las once de la noche cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a la patrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho. Cristián cobró la suma y la dividió después con el otro.

En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la mañana (que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieron reanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvieron a las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso, alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cual por su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Poco antes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en la Capital. Cristián se fue a Morón; en el palenque de la casa que sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentro estaba el otro, esperando turno. Parece que Cristián le dijo:

-De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale que la tengamos a mano.
Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se la llevaron. La Juliana iba con Cristián; Eduardo espoleó al overo para no verlos.

Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución había fracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa. Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que habían traído la discordia.

El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Un domingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo, que volvía del almacén, vio que Cristián uncía los bueyes. Cristián le dijo:

-Vení, tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; ya los cargué; aprovechemos la fresca.

El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaron por el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campo iba agrandándose con la noche.

Orillaron un pajonal; Cristián tiró el cigarro que había encendido y dijo sin apuro:

-A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos. Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas, ya no hará más perjuicios.

Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro círculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.