Se acerca el día de la elección presidencial y todavía no he
visto una sola marcha Anti-AMLO. En cambio es público el reciclaje muy añejo de
las peores prácticas del PRI y del PAN y la presencia de un vigoroso movimiento
juvenil en contra de Enrique Peña Nieto. Las plazas y estadios semivacíos han
marcado las campañas de la ultraderecha, no podía ser de otra manera, no se pueden pagar todos los asientos.
El domingo próximo he de votar por Andrés Manuel López
Obrador. Quiero ver continuada la esperanza abierta por el movimiento
#YoSoy132, la de un México digno ante nuestros ojos y los de nuestros hijos.
Setenta mil muertos son demasiados para un pueblo pacífico.
El panismo finalmente se ha desplomado. El ultraje a la
sociedad, practicado por Felipe Calderón, excede toda imaginación. Jose,
“LaJefa”, cargó con todos los costos de una rara alternancia que el PAN usó en
beneficio de un grupo de amigos y empresarios, quienes hoy abandonan partido y
candidata. Las secuelas de tanta arbitrariedad se aprecian en el abandono
institucional, iniciando con la justicia -hoy ajena a toda credibilidad- y
continuando con el desempeño económico, donde uno de cada dos mexicanos es
pobre y uno de cada cinco está en pobreza extrema. Ocho millones de nuevos
pobres engendró el modelo panista y doña Jose nos quiso vender lo contrario.
Votaré por AMLO porque no deseo otro presidente con
antecedentes criminales y nexos abiertos con el narcotráfico. Peña es un
personaje indeseable que representa el poder concentrado, una vocación
represiva reiterada por él mismo, unos intereses tan ajenos al país como
cercanos al bolsillo, un profundo desconocimiento de la gobernabilidad, un
paupérrimo desempeño como candidato, una personalidad débil y medrosa, y una
aterradora frivolidad, muy distante de los retos de la nación. Es un candidato
cuidadosa y carísimamente fabricado por Televisa y el grupo Atlacomulco, todo
con recursos públicos desde luego.
Quiero dejar de ver los super fraudes en la CFE y en Pemex.
Espero un esquema fiscal donde paguen más los que más ganan. Anhelo un presupuesto
orientado al crecimiento, donde la inversión pública genere infraestructura y
atraiga capital privado, recreando el
mercado interno y el empleo. Deseo librarme de la presencia opresiva,
belicista e injerencista de los norteamericanos, quienes en Paraguay acaban de
recordarnos su pasión por los intereses y su desdén por las amistades.
No más un gobierno de amigos y tecnócratas prosternados ante
el neoliberalismo. Prefiero la fórmula
de Hollande, Presidente de Francia: “crecimiento sin austeridad”. Basta de
promesas y comisiones y omisiones, el mercado no asigna los recursos
racionalmente como nos dicen los burócratas del ramo, es el Estado quien
organiza la sociedad y la economía. Con un Estado débil y arrinconado, como
gusta al panismo y permite el príismo, todo río se revuelve y muy pocos
pescadores se benefician. La impunidad, el manejo desaseado de los asuntos públicos, es el origen de la corrupción, que hoy
padecemos hasta el tuétano. Mercado regulado por el Estado es la fórmula
exitosa de los países emergentes, no las supercherías derechistas.
No espero que AMLO resuelva nada por sí mismo. Confío en su
Gabinete, pero más confío en la movilización social. La enorme diferencia con
AMLO, es que el caudal social que hoy magnifica nuestra política hallará
veredas nuevas en un entorno más democrático, más tolerante. Me llena de contento
saber la inmensidad de iniciativas, redes, grupos, colectivos, poblando el
país. Esta “masa crítica” de ciudadanos son la garantía real para alcanzar un
México mejor, no los partidos ni los políticos tradicionales. Por fin podríamos
aspirar a una fuerte presencia ciudadana en el quehacer político y social, sin
mascaradas ni declaraciones engañosas ni comités fraudulentos. El proyecto cardenista,
único en nuestra historia, se forjó en un gran acuerdo nacional, donde los
grupos gremiales y sociales hicieron nación al amparo de un Estado fuerte. Hoy
la derecha sueña con vender Pemex.
Espero que el IFE rescate lo poco que le resta de
institucionalidad. Ojalá los millones de pesos que hoy dedica el PRI a la
compra de voluntades no sean suficientes para alterar la decisión de votar por
la izquierda. Ojalá y Calderón no quiera anular la elección como intentó hacerlo en Michoacán.
Este 1° de julio, votemos por la esperanza.