miércoles, 25 de enero de 2012

ARROJA LA BOMBA

Nunca será demasiado escuchar este himno anarquista.

martes, 17 de enero de 2012

SETENTA ANIVERSARIO DE EL MÁS GRANDE

Muhammad Ali, nació como Cassius Marcellus Clay Jr., en Louisville, el 17 de enero de 1942, por lo que el día de hoy festeja su cumpleaños 70. Felicidades a The greatest.

Fue tres veces campeón del mundo de los pesos pesados, categoría en la que está considerado como una de las grandes figuras de la historia del boxeo (la International Boxing Research Organization (IBRO) lo clasificó entre los 10 mejores pesos pesados de la historia y la revista The Ring lo colocó el número 3 de la lista de los mejores boxeadores históricos libra por libra). Reproduzco una buena síntesis de su espectacular pelea con George Foreman en 1974, a quien noqueó en el octavo asalto.

domingo, 15 de enero de 2012

EE UU NO ES UNA SOCIEDAD ANÓNIMA


Si a Paul Krugman le sorprenden las definiciones y confusiones de los repúblicanos sobre la economía norteamericana, le daría un patatuz al ver que este es el lenguaje cotidiano de los panistas en el gobierno mexicano. Tomado de El País.

EE UU NO ES UNA SOCIEDAD ANÓNIMA

"Y la avaricia -acuérdense de lo que les digo- no solo salvará a Teldar Paper, sino también a esa otra sociedad anónima que funciona tan mal llamada EE UU".

Así es como el personaje de ficción Gordon Gekko concluía su famoso discurso de la avaricia es buena en el largometraje de 1987 Wall Street. En la película, Gekko se lleva su merecido. Pero en la vida real, el gekkoísmo ha triunfado, y la política basada en la idea de que la avaricia es buena es una de las principales razones por las que los ingresos del 1% más rico han aumentado mucho más rápidamente que los de la clase media.

Hoy, sin embargo, nos vamos a centrar en el resto de esa frase, que compara Estados Unidos con una sociedad anónima. Esta también es una idea que ha sido comúnmente aceptada. Y es la parte esencial del argumento de Mitt Romney para ser elegido presidente: en realidad, está afirmando que lo que necesitamos para arreglar nuestra economía enferma es alguien que haya triunfado en los negocios.

Al hacerlo, lógicamente, se ha buscado un examen riguroso de su carrera empresarial. Y resulta que hay como mínimo un tufillo a Gordon Gekko en el tiempo que pasó en Bain Capital, una empresa de capital riesgo; se dedicaba a comprar y vender negocios, a menudo en detrimento de los empleados, en vez de ser alguien que dirigía empresas pensando a largo plazo. (Además, ¿cuándo va a hacer públicas sus declaraciones de la renta?). Tampoco ayuda a su credibilidad el hacer afirmaciones insostenibles acerca de su papel como "creador de empleo".

Pero hay un problema más profundo en toda esta idea de que lo que este país necesita es un empresario de éxito como presidente: Estados Unidos no es, en realidad, una sociedad anónima. Hacer una buena política económica no se parece en nada a maximizar los beneficios de una empresa. Y los empresarios -aunque sean empresarios magníficos- no tienen, en general, una percepción especial de lo que hace falta para poner en marcha una recuperación económica. ¿Por qué una economía nacional no es como una sociedad anónima? Para empezar, no hay una simple cuenta de resultados. Y además, la economía es inmensamente más compleja que una empresa privada, por grande que esta sea.

Sin embargo, la cuestión más relevante para nuestra coyuntura actual es que incluso las sociedades anónimas gigantescas venden la mayor parte de lo que producen a otra gente, no a sus empleados. Por otra parte, los países, por pequeños que sean, se venden la mayor parte de lo que producen a sí mismos, y los grandes clientes de países grandes como Estados Unidos son por lo general ellos mismos.

Sí, es verdad que hay una economía mundial. Pero seis de cada siete trabajadores estadounidenses trabajan en empresas del sector de los servicios, que generalmente están aisladas de la competencia internacional, y hasta nuestros fabricantes venden gran parte de su producción al mercado nacional.

Y el hecho de que nos vendamos casi todo a nosotros mismos supone una enorme diferencia cuando pensamos en la política. Consideremos lo que pasa cuando una empresa se dedica a reducir costes implacablemente. Desde el punto de vista de los propietarios de la empresa (aunque no de sus empleados), cuanto más se reduzcan los costes, mejor. Cualquier dólar que se quite del lado de los costes en la cuenta de resultados se suma a los resultados netos.

Pero la historia es muy diferente si un gobierno reduce el gasto cuando se enfrenta a una economía deprimida. Fíjense en Grecia, España e Irlanda, todos ellos países que han adoptado duras políticas de austeridad. En cada uno de los casos, el desempleo se ha disparado, porque los recortes en el gasto público han afectado fundamentalmente a los fabricantes nacionales. Y en cada uno de los casos, la reducción del déficit público ha sido mucho menor de lo esperado, porque la recaudación fiscal ha disminuido al hundirse la producción y el empleo.

Claro que, para ser justos, ser un político de carrera no es necesariamente una preparación mejor para dirigir la política económica que ser un empresario. Pero Romney es el que afirma que su carrera le hace especialmente apto para la presidencia. ¿He mencionado ya que el último empresario que vivió en la Casa Blanca fue un tipo llamado Herbert Hoover? (A menos que contemos al expresidente George W. Bush).

Y también está la cuestión de si Romney entiende la diferencia entre administrar una empresa y dirigir una economía.

Como muchos observadores, me quedé un tanto sorprendido por la última defensa que ha hecho Romney de su historial en Bain, es decir, que hizo lo mismo que hizo la Administración de Obama cuando rescató al sector automovilístico, y de paso despidió a empleados. Uno pensaría que Romney preferiría no hablar de una política sumamente eficaz que prácticamente todos en el partido republicano, incluido él mismo, denunciaron en su día.

Pero lo que realmente me dejó atónito fue la forma en que Romney describió las medidas del presidente Obama: "Lo hizo para tratar de salvar la empresa". No, no señor; lo hizo para salvar al sector, y de ese modo salvar puestos de trabajo que de otra manera habrían sido destruidos, lo cual habría profundizado la recesión estadounidense. ¿Entiende Romney esta distinción?

No hay duda de que Estados Unidos necesita políticas económicas mejores que las que tiene ahora, y aunque gran parte de la culpa por las malas políticas corresponde a los republicanos por su oposición de tierra quemada a todo lo que sea constructivo, el presidente ha cometido algunos errores importantes. Pero no vamos a conseguir unas políticas mejores si el hombre que se siente en el Despacho Oval el año que viene piensa que su trabajo consiste en urdir una compra apalancada de Estados Unidos, SA.

Paul Krugman es profesor de economía en Princeton y premio Nobel en 2008. ©2012 New York Times Service. Traducción de News Clips.

lunes, 9 de enero de 2012

SHE SMELLS SO NICE



El diario español El País nos informa de un tema inédito de The Doors: She smells so nice. Esta es la primera canción totalmente inédita de la banda de Jim Morrison en ver la luz en 40 años. Desde mediados de noviembre ya se podían escuchar 30 segundos de la misma. El tema, de espíritu blues, fue grabado por la formación original, que incluye a Jim Morrison, y fue descubierto por el ingeniero habitual del grupo, Bruce Botnick.

Para nuestro disfrute:

She Smells So Nice

It smells so nice.

sábado, 7 de enero de 2012

CONCEPTOS ANTICUADOS

"Puedes ver que el Monopoly es un juego viejo porque hay un impuesto de lujo y las personas ricas pueden ir a la cárcel."


Tomado de Microsiervos.

viernes, 6 de enero de 2012

NE ME QUITTE PAS

"Déjame ser la sombra de tu perro.. pero no me abandones."



Está en You Tube una versión mejor, del mismo Jacques Brel, pero no se puede compartir.

De todos modos te abandonan.

martes, 3 de enero de 2012

KEYNES TENÍA RAZÓN





Reproduzco a continuación el artículo de Paul Krugman que publica El país. No tiene desperdicio:





"La expansión, no la recesión, es el momento idóneo para la austeridad fiscal". Eso declaraba John Maynard Keynes en 1937, cuando Franklin Delano Roosevelt estaba a punto de darle la razón, al intentar equilibrar el presupuesto demasiado pronto y sumir la economía estadounidense -que había ido recuperándose a ritmo constante hasta ese momento- en una profunda recesión. Recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación.



Por desgracia, a finales de 2010 y principios del 2011, los políticos y legisladores en gran parte del mundo occidental creían que eran más listos, que debíamos centrarnos en los déficits, no en los puestos de trabajo, a pesar de que nuestras economías apenas habían empezado a recuperarse de la recesión que siguió a la crisis financiera. Y por actuar de acuerdo con esa creencia antikeynesiana, acabaron dándole la razón a Keynes una vez más.



Lógicamente, al reivindicar la economía keynesiana chocó con la opinión general. En Washington, en concreto, la mayoría considera que el fracaso del paquete de estímulos de Obama para impulsar el empleo ha demostrado que el gasto público no puede crear puestos de trabajo. Pero aquellos de nosotros que hicimos cálculos, nos percatamos, ya desde el primer momento, de que la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009 (más de un tercio de la cual, por cierto, adquirió la relativamente ineficaz forma de recortes de impuestos) se quedaba demasiado corta teniendo en cuenta la gravedad de la recesión. Y también predijimos la violenta reacción política a la que dio lugar.



De modo que la verdadera prueba para la economía keynesiana no ha provenido de los tibios esfuerzos del Gobierno federal estadounidense para estimular la economía, que se vieron en buen parte contrarrestados por los recortes a escala estatal y local. En lugar de eso, ha venido de naciones europeas como Grecia e Irlanda que se han visto obligadas a imponer una austeridad fiscal atroz como condición para recibir préstamos de emergencia, y han sufrido recesiones económicas equiparables a la Depresión, con un descenso del PIB real en ambos países de más del 10%.





Según la ideología que domina gran parte de nuestra retórica política, esto no debía pasar. En marzo de 2011, el personal republicano del Comité Económico Conjunto del Congreso publicó un informe titulado Gasta menos, debe menos, desarrolla la economía. Se burlaban de las preocupaciones de que un recorte del gasto en tiempos de una recesión empeoraría la recesión, y sostenían que los recortes del gasto mejorarían la confianza del consumidor y de las empresas, y que ello podría perfectamente inducir un crecimiento más rápido, en vez de ralentizarlo.



Deberían haber sido más listos, incluso en aquel entonces: los supuestos ejemplos históricos de "austeridad expansionista" que empleaban para justificar su razonamiento ya habían sido rigurosamente desacreditados. Y también estaba el vergonzoso hecho de que mucha gente de la derecha ya había declarado prematuramente, a mediados de 2010, que la de Irlanda era una historia de éxito que demostraba las virtudes de los recortes del gasto, solo para ver cómo se agravaba la recesión irlandesa y se evaporaba cualquier confianza que los inversores pudieran haber sentido.



Por cierto que, aunque parezca mentira, este año ha vuelto a suceder lo mismo. Muchos proclamaron que Irlanda había superado el bache, y demostrado que la austeridad funciona (y luego llegaron las cifras, y eran tan deprimentes como antes).



Pero la insistencia en recortar inmediatamente el gasto siguió dominando el panorama político, con efectos malignos para la economía estadounidense. Es verdad que no hubo ninguna medida de austeridad nueva digna de mención a escala federal, pero sí hubo mucha austeridad "pasiva" a medida que el estímulo de Obama fue perdiendo fuerza y los Gobiernos estatales y locales con problemas de liquidez siguieron con los recortes.





Claro que, se podría argumentar que Grecia e Irlanda no tenían elección en cuanto a imponer la austeridad, o, en cualquier caso, ninguna opción aparte de suspender los pagos de su deuda y abandonar el euro. Pero otra lección que nos ha enseñado 2011 es que Estados Unidos tenía y sigue teniendo elección; puede que Washington esté obsesionado con el déficit, pero los mercados financieros están, en todo caso, indicándonos que deberíamos endeudarnos más.



Una vez más, se suponía que esto no debía pasar. Iniciamos 2011 con advertencias funestas sobre una crisis de la deuda al estilo griego que se produciría en cuanto la Reserva Federal dejara de comprar bonos, o las agencias de calificación pusieran fin a nuestra categoría de Triple A, o el superfabuloso comité no consiguiera alcanzar un acuerdo, o algo. Pero la Reserva Federal finalizó su programa de adquisición de bonos en junio; Standard & Poor's rebajó a Estados Unidos en agosto; el supercomité alcanzó un punto muerto en noviembre; y los costes de los préstamos de Estados Unidos no han parado de disminuir. De hecho, a estas alturas, los bonos estadounidenses protegidos de la inflación pagan un interés negativo. Los inversores están dispuestos a pagar a Estados Unidos para que les guarde su dinero.



La conclusión es que 2011 ha sido un año en el que nuestra élite política se obsesionó con los déficits a corto plazo que de hecho no son un problema y, de paso, empeoró el verdadero problema: una economía deprimida y un desempleo masivo.



La buena noticia, por decirlo así, es que el presidente Barack Obama por fin ha vuelto a luchar contra la austeridad prematura, y parece estar ganando la batalla política. Y es posible que uno de estos años acabemos siguiendo el consejo de Keynes, que sigue siendo tan válido hoy como lo era hace 75 años.




Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times Service Traducción de News Clips.