sábado, 18 de abril de 2015

UN AÑO SIN EL GABO

Ayer se cumplió un año de la muerte de Gabriel García Márquez. Excepcional escritor universal. Extraño su leve presencia. Nunca lo conocí personalmente, quizá lo recuerdo como todos los que disfrutamos su prosa magnífica y su desbordante creatividad.
Aquí les comparto la imagen de la primer máquina de escribir eléctrica que uso el Nobel colombiano.



jueves, 2 de octubre de 2014

ÁLVAREZ GARÍN, EL IPN Y EL 68


ÁLVAREZ GARÍN, EL IPN Y EL 68
Hermann Bellinghausen
 
Raúl Álvarez Garín (1941-2014), uno de los egresados más admirables en la historia del noble de por sí Instituto Politécnico Nacional, fue uno de los precursores del movimiento estudiantil de 1968. Y, claro, dirigente clave del 68 mismo. En un recuento de su experiencia rebelde, de vocación pacífica pero revolucionaria, retrataba así a su alma mater, de donde hoy salen a la calle otra vez sus jóvenes para defender las esencias de la institución:
 
Jóvenes que han tomado decisiones toda su vida eran y siguen siendo la regla en Chapingo, el Politécnico, las normales y muchas universidades de provincia. Como siempre, en aquella época (los años 60) existían diferencias entre la vida universitaria y la del Politécnico, precisamente por esa necesidad de resolver problemas de la vida diaria de manera independiente; para ellos, los problemas de solidaridad humana estaban desarrollados incluso compulsivamente. Por ejemplo, en alguna ocasión llegó una comisión y le quitó los relojes a todo el mundo, para después repartir las boletas de empeño, pues resultaba que había que operar a un compañero y, como estaba solo, una comisión se hacía cargo"


Testimonios así iluminan el sentido de la vida de Raúl, fallecido hace unos días. En la pena de perderlo, podemos ver una feliz coincidencia y una suerte de homenaje (involuntario si se quiere) en la constatación de que los chavos del Poli todavía se mueven, con la madurez que siempre los ha caracterizado. También los de las normales rurales, tan apreciadas por Álvarez Garín; los de Ayotzinapa hoy, los de Ayotzinapa siempre. Precursor de todos ellos, con claridad de objetivos, una generosidad extraordinaria y una honestidad comprometida e inquebrantable, su honda experiencia inicia hacia 1958, siendo muy joven. Bueno, había tenido el privilegio de una cuna rebelde, la que meció Manuela, su madre, exilada del naufragio español y primera maestra del futuro luchador. Así le había nacido a Raúl la conciencia.

Él no quiso verse como eterno dirigente del 68 y no lo fue, aunque muchos crean que sí y lo encasillen sin remedio. Él lo entendió, y decidió usarlo, sin ningún oportunismo, como arma política y de agitación en distintas épocas de su vida. La última sería cuando participó en el asedio jurídico al ex presidente Luis Echeverría, que llevó a la condena popular y el encierro domiciliario para el artífice mayor de la masacre de Tlatelolco.

Físico matemático, politécnico y universitario, maestro y trabajador, fallido comunista (por más que trató de joven, el partido nunca aceptó sus empujes de libertad), organizador y agitador, preso político, exilado en Sudamérica, retornado y apestado un tiempo (pero en mi experiencia el exilio es peor que la cárcel, dijo alguna vez), empleado de la Comisión Federal de Electricidad, fundador del Frente Democrático Nacional en apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas en 1987-1988 y de los sucesivos partidos de estirpe cardenista (aunque ajeno al actual perredismo cómplice del poder), alguna vez diputado opositor, y toda su vida analista insobornable del devenir nacional. En 1987, cuando se avecinaba el vigésimo aniversario del 68, Hugo Hiriart concibió el proyecto Pensar el 68, que devino un número monográfico del Nexos de entonces, y un libro con ese título (Cal y Arena, 1988). La columna vertebral de aquella reconstrucción memoriosa (en estado virgen todavía, quién hubiera dicho) fueron los testimonios, reveladores y admirables, de Álvarez Garín, Gilberto Guevara Niebla y los ex dirigentes politécnicos. En ese momento aún no sucedía la desgracia nacional llamada Carlos Salinas de Gortari. Estaba a punto de suceder.

Con el robo priísta en las elecciones de 1988, la generación del 68 toma el poder, y en mala hora. Salinas mismo pertenece a ella. Numerosos ex dirigentes y militantes del movimiento estudiantil que fue parteaguas y toda la cosa se suman al nuevo régimen priísta, endosando al neoliberalismo rampante sus ideales e idearios de nacionalismo revolucionario, maoísmo rural, comunismo moderno o trotskismo. Otros más se entregan a un cinismo trágico y cómico que los condena a la irrelevancia. Todos juntos inauguran la anulación del país que hoy es ya motivo de alarma. Raúl la vio venir. Obstinado y fuerte como lo fuera en la cárcel, o en los trascendentales debates en la revista Punto Crítico durante la década de 1970, nunca se dobló. Él, eso, nunca.

 Los estudiante de 2014 tienen la fortuna de contarlo entre sus precursores. Harían bien en conocer el camino de este universitario y politécnico de excepción, quien recordaba: En 1968 tuvimos una experiencia considerable en materia de difusión Llegábamos a tirar un millón de ejemplares o más de un volante. Eran mensajes sencillos que qué le piden al tuit: solamente hay violencia cuando llega la policía. Teníamos mucho papel, y nada más en el taller del Politécnico trabajaban 70 compañeros en dos o tres turnos.

viernes, 18 de abril de 2014

ADIÓS, GABO

"La leyenda comenzó ayer: Gabriel García Márquez falleció en Jueves Santo, igual que Úrsula Iguarán, personaje que creó en su obra cumbre Cien años de soledad."


Hasta la vista.

lunes, 3 de marzo de 2014

GUARDERÍA ABC, ¡ jUSTICIA !

El incendio sucedido el 5 de junio de 2009 en Hermosillo, Son., que causó la muerte de 49 niñas y niños y dejó a más de 70 con lesiones severas, sigue sin ser investigado. Quien mueve los hilos de esta injusticia está estorbando el desarrollo del juicio. Lo más grave, jurídicamente hablando, es que se reabrió la investigación bajo una oscura hipótesis: hubo un incendiario solitario, que buscando desaparecer documentos de la bodega adyacente a la Guardería, que incriminaban financieramente al Gobernador de ese entonces, el Chapo Bours. Lo notable y absurdo de la idea es que, a unos pocos días, el incendiario murió de cuatro balazos 9 mm.

Para todo aquel que esté interesado en la situación actual de este juicio, pongo a disposición el siguiente video. Es extenso pero exhaustivo y completo, no deja lugar a ninguna duda de que la injusticia, de la mano del engaño, la corrupción y la venalidad están detrás de esta gran tragedia, quizá la más grande ocurrida en México.




martes, 21 de enero de 2014

¡QUÉ VIVA SONORA!

Uno de los temas sonorenses más representativos, editado con el video de un baile en una plaza de uno de los bonitos pueblos de Sonora. Desafortunadamente no hay información sobre el pueblo, pero el chuqui del baile lo dice todo. Nomás no baila el que no quiere.



lunes, 6 de enero de 2014

DÍA DE REYES

Comentado por Inti Santamaría en Facebok:

"Los mejores Reyes son --naturalmente-- los de Velázquez."

martes, 24 de diciembre de 2013

FELIZ NAVIDAD 2013



Creo que como para muchos, este año fue especialmente difícil para mí. Nada que no haya sido superado ya. Doy especialmente gracias a todas aquellas personas que estuvieron cercanas en ese trance. Deseo que todos y todas pasen esta noche de Navidad sobrados de alegría, de música, de vino, de viandas. Pasemos la Navidad en paz y con amor.

domingo, 8 de diciembre de 2013

DOS ANIVERSARIOS DOS


No me había dado cuenta qué fecha tan importante para el rock es el 8 de diciembre. La efeméride de hoy señala el 33 aniversario de la muerte del gran John Lennon y al mismo tiempo el aniversario 70 del nacimiento del Rey Lagarto, Jim Morrison.

Salen dos rolas de ellos:

Imagine - John Lennon from Cosmic Voyager on Vimeo.



miércoles, 30 de octubre de 2013

AGUSTÍN LARA, EL FLACO DE ORO


Festejemos el 113° aniversario del nacimiento de nuestro Flaco de Oro, Agustín Lara.

 

lunes, 28 de octubre de 2013

CRUCIFY YOUR MIND

El artista que la fama recordó.

Hermann Bellinghausen http://www.jornada.unam.mx/2013/10/28/opinion/a12a1cul

sábado, 13 de julio de 2013

AL CUMPLIR LOS 80

Una curiosa reflexión sobre la vejez, por Oliver Sacks, un neurólogo inglés de quien tuve conocimiento a través de textos que me presentaron mis hijos y que desde luego recomiendo. Entre sus obras destacan Los ojos de la mente, Despertares y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Su último libro, Alucinaciones, lo publicará próximamente Anagrama. Yo leí Un antropólogo en Marte, que muestra siete ensayos sobre las paradojas de las enfermedades neuronales.

Al cumplir los 80
Oliver Sacks

Anoche soñé con el mercurio: enormes y relucientes glóbulos de azogue que subían y bajaban. El mercurio es el elemento número 80, y mi sueño fue un recordatorio de que muy pronto los años que iba a cumplir también serían 80. Desde que era un niño, cuando conocí los números atómicos, para mí los elementos de la tabla periódica y los cumpleaños han estado entrelazados. A los 11 años podía decir: “soy sodio” (elemento 11), y cuando tuve 79 años, fui oro. Hace unos años, cuando le di a un amigo una botella de mercurio por su 80º cumpleaños (una botella especial que no podía tener fugas ni romperse) me miró de una forma peculiar, pero más adelante me envió una carta encantadora en la que bromeaba: “tomo un poquito todas las mañanas, por salud”.

¡80 años! Casi no me lo creo. Muchas veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida darme cuenta de que casi ha terminado. Mi madre era la decimosexta de 18 niños; yo fui el más joven de sus cuatro hijos, y casi el más joven del vasto número de primos de su lado de su familia. Siempre fui el más joven de mi clase en el instituto. He mantenido esta sensación de ser siempre el más joven, aunque ahora mismo ya soy prácticamente la persona más vieja que conozco.

A los 41 años pensé que me moriría: tuve una mala caída y me rompí una pierna haciendo a solas montañismo. Me entablillé la pierna lo mejor que pude y empecé a descender la montaña torpemente, ayudándome solo de los brazos. En las largas horas que siguieron me asaltaron los recuerdos, tanto los buenos como los malos. La mayoría surgían de la gratitud: gratitud por lo que me habían dado otros, y también gratitud por haber sido capaz de devolver algo (el año anterior se había publicado Despertares).

 A los 80 años, con un puñado de problemas médicos y quirúrgicos, aunque ninguno de ellos vaya a incapacitarme. Me siento contento de estar vivo: “¡Me alegro de no estar muerto!”. Es una frase que se me escapa cuando hace un día perfecto. (Esto lo cuento como contraste a una anécdota que me contó un amigo. Paseando por París con Samuel Beckett durante una perfecta mañana de primavera, le dijo: “¿Un día como este no hace que le alegre estar vivo?”. A lo que Beckett respondió: “Yo no diría tanto”). Me siento agradecido por haber experimentado muchas cosas –algunas maravillosas, otras horribles— y por haber sido capaz de escribir una docena de libros, por haber recibido innumerables cartas de amigos, colegas, y lectores, y por disfrutar de mantener lo que Nathaniel Hawthorne llamaba “relaciones con el mundo”.

Siento haber perdido (y seguir perdiendo) tanto tiempo; siento ser tan angustiosamente tímido a los 80 como lo era a los 20; siento no hablar más idiomas que mi lengua materna, y no haber viajado ni haber experimentado otras culturas más ampliamente.

Siento que debería estar intentado completar mi vida, signifique lo que signifique eso de “completar una vida”. Algunos de mis pacientes, con 90 o 100 años, entonan el nunc dimittis —“He tenido una vida plena, y ahora estoy listo para irme”—. Para algunos de ellos, esto significa irse al cielo, y siempre es el cielo y no el infierno, aunque tanto a Samuel Johnson como a Boswell les estremecía la idea de ir al infierno, y se enfurecían con Hume, que no creía en tales cosas. Yo no tengo ninguna fe en (ni deseo de) una existencia posmortem, más allá de la que tendré en los recuerdos de mis amigos, y en la esperanza de que algunos de mis libros sigan “hablando” con la gente después de mi muerte.

El poeta W. H. Auden decía a menudo que pensaba vivir hasta los 80 y luego “marcharse con viento fresco” (vivió solo hasta los 67). Aunque han pasado 49 años desde su muerte yo sueño a menudo con él, de la misma manera que sueño con Luria, y con mis padres y con antiguos pacientes. Todos se fueron hace ya mucho tiempo, pero los quise y fueron importantes en mi vida.

A los 80 se cierne sobre uno el espectro de la demencia o del infarto. Un tercio de mis contemporáneos están muertos, y muchos más se ven atrapados en existencias trágicas y mínimas, con graves dolencias físicas o mentales. A los 80 las marcas de la decadencia son más que aparentes. Las reacciones se han vuelto más lentas, los nombres se te escapan con más frecuencia y hay que administrar las energías pero, con todo, uno se encuentra muchas veces pletórico y lleno de vida, y nada “viejo”. Tal vez, con suerte, llegue, más o menos intacto, a cumplir algunos años más, y se me conceda la libertad de amar y de trabajar, las dos cosas más importantes de la vida, como insistía Freud.


Cuando me llegue la hora, espero poder morir en plena acción, como Francis Crick. Cuando le dijeron, a los 85 años, que tenía un cáncer mortal, hizo una breve pausa, miró al techo, y pronunció: “Todo lo que tiene un principio tiene que tener un final”, y procedió a seguir pensando en lo que le tenía ocupado antes. Cuando murió, a los 88, seguía completamente entregado a su trabajo más creativo.

Mi padre, que vivió hasta los 94, dijo muchas veces que sus 80 años habían sido una de las décadas en las que más había disfrutado en su vida. Sentía, como estoy empezando a sentir yo ahora, no un encogimiento, sino una ampliación de la vida y de la perspectiva mental. Uno tiene una larga experiencia de la vida, y no solo de la propia, sino también de la de los demás. Hemos visto triunfos y tragedias, ascensos y declives, revoluciones y guerras, grandes logros y también profundas ambigüedades. Hemos visto el surgimiento de grandes teorías, para luego ver cómo los hechos obstinados las derribaban. Uno es más consciente de que todo es pasajero, y también, posiblemente, más consciente de la belleza. A los 80 años uno puede tener una mirada amplia, y una sensación vívida, vivida, de la historia que no era posible tener con menos edad. Yo soy capaz de imaginar, de sentir en los huesos, lo que supone un siglo, cosa que no podía hacer cuando tenía 40 años, o 60. No pienso en la vejez como en una época cada vez más penosa que tenemos que soportar de la mejor manera posible, sino en una época de ocio y libertad, liberados de las urgencias artificiosas de días pasados, libres para explorar lo que deseemos, y para unir los pensamientos y las emociones de toda una vida. Tengo ganas de tener 80 años.

viernes, 12 de julio de 2013

miércoles, 26 de junio de 2013

VÁMONOS PARA BRASIL


El derecho universal al transporte, la salud, la alimentación. Un excelente artículo de Claudio Lomnitz, sobre las causas subyacentes en la actual situación levantisca del pueblo brasileño, una explicación de los rumbos sobre los que podría seguir la movilización y un señalamiento al actual gobierno de Dilma Rousseff.

¡Viva el Movimiento Pase Libre!
 Claudio Lomnitz


No ha faltado quien reciba al movimiento social que hoy campea en Brasil con aquello que los alemanes llaman shadenfreude, alegría por las penas del otro: ¿no que en Brasil todo iba tan bien? (Pregunta retórica, que usualmente da pie a una diatriba acerca de cómo el modelo de crecimiento económico de aquel país se agotó, de cuánto se exageraron los logros brasileños, etcétera.)

Pero independientemente de los problemas –muy reales– de Brasil, el Movimiento Pase Libre marca el surgimiento de un nuevo horizonte político, basado, en lo fundamental, en el reclamo por un piso básico y común de bienestar ciudadano, un bienestar común por el solo hecho de ser ciudadano.

 Además –y es un asunto notable– el movimiento es también una rebelión contra el pan y circo que ha caracterizado la política pública de los gobiernos de casi todo el mundo. La población del Brasil ha tenido la creatividad y el coraje para levantarse contra la celebración apoteósica de un deporte que ellos, quizá más que nadie en el mundo, han contribuido a crear. Pero a pesar del fanatismo futbolero de la nación brasileña, el asco se comprende.

Según la prensa financiera, Brasil gastará cerca 35 mil millones de dólares, entre el Mundial de Futbol y los Juegos Olímpicos. Hubo alguna vez un tiempo en que los jugadores de futbol vestían camisetas con las insignas de sus equipos, y ya. Hoy, los jugadores son un verdadero caleidoscopio de anuncios. Una chilena pasada en cámara lenta es como una ensalada de marcas girando en una licuadora.

Un jugador estrella como Neymar ganó 22.5 millones de euros el año pasado, de los cuales casi 70 por ciento venía por contratos por publicidad y anuncios. Algunos jugadores, como Messi, están siendo investigados por evasiones fiscales millonarias. Otros, como Cristiano Ronaldo, endosan compañías como Herbalife, que está en estos momentos siendo investigada en Estados Unidos por posible estafa piramidal. Lo cierto es que los jugadores no tienen mayor forma de saber si los productos que anuncian son buenos o malos, y poco importa (¡son tantos!). Lo que sí importa es que paguen sumas millonarias. A cambio de eso, aparecerá el jugador comiendo yogures, tomando brebajes, calzando zapatillas, o portando tarjetas de crédito. Siempre sonriendo, claro.

La inversión millonaria en obras faraónicas como las del mundial o las olimpiadas siempre se venden al público que las va a pagar con un artículo de fe bastante parecido a la doctrina económica de Ronald Reagan –el famoso trickle down economics o economía de goteo, que suponía que el ofrecimiento de incentivos fiscales o de inversión pública para los grandes capitales atraería inversiones que acabarían por beneficiar a todos–, es decir que la política favorable a las grandes corporaciones salpicaría de beneficios a todos. Pero, al igual que la doctrina Reagan, las inversiones en olimpiadas y mundiales conllevan enormes desigualdades: la ciudadanía de Brasil debe pagar 35 mil millones de dólares para que Neymar siga cobrando sus 22 millones de euros al año, para que las corporaciones hagan su publicidad, y para que los habitantes de Río sigan viviendo como viven.
 
Los reclamos del Movimiento Pase Libre se emparentan con los partidos llamados piratas del norte de Europa, en el sentido de que buscan crear o fortalecer los espacios públicos, de bien común, abiertos a toda la población: el transporte urbano debe ser gratis y de buena calidad, el Internet y el acceso a la comunicación debe ser gratuito, la escuela debe ser gratuita y de buena calidad…

Hay quien dice que se trata en ambos casos de reclamos populistas, que quebrarían a cualquier Estado. Puede ser. Pero habría que echar números, y abrir la discusión pública. Porque hasta ahora, los subsidios favorecen desproporcionadamente a sectores minoritarios, y nunca se cuestiona si los gastos son o no populistas o sustentables. (¿Tiene Brasil con qué pagar 35 mil millones?).

Por ejemplo, en la ciudad de Sao Paulo circulan 5 millones de coches diarios. Las calles están atascadas, y toda la población gasta horas diarias en transporte. Pero sólo 20 por ciento de la población tiene coche. ¿Cuánto cuesta en dineros públicos pagar las vías para todos esos coches? ¿Cuánto en horas de trabajo improductivas? No lo sabemos. Pero sí sabemos que nadie dice que pagar una ciudad echa para 20 por ciento sea una medida populista o impagable. El reclamo de transporte gratuito se tendría que discutir con las cuentas de los gastos en pro del coche en la mano, y el subsidio gubernamental tendría que ser para la mayoría –los usuarios de transporte público– simplemente por el hecho de que son mayoría.

En esto el Movimiento Pase Libre lleva una enorme delantera a nivel imaginación económica respecto de la línea tradicional del PT. Hay que recordar que Lula fue obrero de la industria automotriz, y el romance proletario con el automóvil estaba muy en la base de la idea de progreso apoyada por ese partido. El Movimiento Pase Libre está reclamando, y de inmediato, otra cosa: basta de inversiones faraónicas hechas con la idea de que a largo plazo, todos estarán mejor. Hay que invertir las prioridades del Estado: garantizar primero un piso de bienestar general y fortalecer los espacios comunes y libres para la convivencia, las calles, los parques, el Internet. Eso tendría un efecto de goteo para toda la economía, pero con base en un sistema de riego menos radicalmente desigual.


miércoles, 19 de junio de 2013

MONSIVÁIS A TRES AÑOS



Hoy se cumplen tres años de la muerte de Carlos Monsiváis. Perodista, escritor, ensayista, crítico. Un hombre y un pensamiento indispensables del México contemporáneo.


viernes, 14 de junio de 2013

domingo, 2 de junio de 2013

DE LAS BOCAS DE LOS BEBÉS



Me asedia una nota sobre el crecimiento de la economía mexicana, pero he sabido resistirlo y al mismo tiempo cambiar el acoso por una tentación, que por gracia divina tiene dos soluciones: resistirla o caer de lleno en sus brazos. En tanto resuelvo semejante dilema, reproduzco un artículo de mi Nobel favorito, Paul Krugman, en el que dicta una rápida nota al conservadurismo norteamericano acerca de la importancia de los subsidios -puntuales, transparentes- alimentarios en una economía deprimida, como es la nuestra. Vale, como diría el Mato.

De las bocas de los bebés
Paul Krugman

Como muchos observadores, leo a menudo los informes sobre los tejemanejes políticos con una especie de cansado cinismo. Sin embargo, de cuando en cuando, los políticos hacen algo tan erróneo, fundamentalmente y moralmente, que el cinismo no basta para combatirlo; en vez de eso llega la hora de enfadarse muchísimo. Es lo que sucede con la fea y destructiva batalla contra los cupones para alimentos. El programa de cupones —que hoy en día utiliza en realidad tarjetas de débito y se conoce oficialmente como Programa de Ayuda Nutricional Suplementaria— intenta ofrecer una ayuda pequeña, pero crucial, a las familias necesitadas. Y está meridianamente claro que la inmensa mayoría de los receptores de los cupones para alimentos realmente necesitan esa ayuda y que el programa tiene muchísimo éxito en la reducción de la “inseguridad alimentaria”, que hace que las familias pasen hambre al menos en ocasiones.

Los cupones para alimentos han desempeñado una función especialmente útil —en realidad, casi heroica— en los últimos años. De hecho, han cumplido una triple misión.

En primer lugar, mientras millones de trabajadores se quedaban en paro sin tener ninguna culpa, muchas familias recurrían a los cupones para comida para que les ayudasen a ir tirando; y aunque la ayuda alimentaria no sustituye a un buen trabajo, ha paliado considerablemente la miseria. Los cupones para alimentos han sido especialmente útiles para esos niños que, sin ellos, estarían viviendo en la pobreza extrema, definida como unos ingresos de menos de la mitad de los que determinan el umbral de pobreza oficial.

Pero hay más. ¿Por qué está deprimida nuestra economía? Porque muchos agentes económicos han recortado drásticamente el gasto al mismo tiempo, mientras que relativamente pocos agentes estaban dispuestos a gastar más. Y, debido a que la economía no es como una familia individual —sus gastos son mis ingresos, mis ingresos son sus gastos—, la consecuencia ha sido un descenso generalizado de los ingresos y una caída en picado del empleo. Necesitábamos desesperadamente (y seguimos necesitando) políticas públicas que fomenten un aumento del gasto de manera temporal; y la ampliación de los cupones para alimentos, que ayudan a las familias que viven al límite y les permiten gastar más en otras necesidades, es justo una de esas políticas.

De hecho, los cálculos de la consultora Moody’s Analytics indican que cada dólar gastado en cupones para alimentos en una economía deprimida hace que el PIB suba alrededor de 1,7 dólares (lo cual significa, por cierto, que gran parte del dinero desembolsado para ayudar a las familias necesitadas, en realidad vuelve directamente al Gobierno en forma de aumento de los ingresos).

Pero esperen, aún no hemos terminado. Los cupones para alimentos reducen enormemente la inseguridad alimentaria entre los niños de familias con ingresos bajos, lo cual, a su vez, aumenta enormemente sus posibilidades de obtener buenos resultados en el colegio y crecer hasta convertirse en adultos productivos y con éxito. Así que los cupones para alimentos son, en un sentido muy real, una inversión en el futuro del país (una inversión que a largo plazo, casi con seguridad, reducirá el déficit presupuestario, porque los adultos del mañana también son los contribuyentes del mañana).

¿Y qué quieren hacer los republicanos con este programa lleno de virtudes? Lo primero, reducirlo; luego, acabar con él a todos los efectos.

La parte de la reducción se deriva del último proyecto de ley agrícola publicado por el Comité de Agricultura de la Cámara (por motivos históricos, el programa de cupones para alimentos lo gestiona el Departamento de Agricultura). Ese proyecto de ley expulsaría del programa a unos dos millones de personas. Deben tener presente, por cierto, que uno de los efectos del embargo ha sido la grave amenaza a la que se enfrenta un programa diferente, pero relacionado, que proporciona ayuda alimentaria a millones de madres embarazadas, bebés y niños. Garantizar que la siguiente generación crezca con carencias nutricionales; eso es lo que ahora se llama tener visión de futuro.

¿Y por qué deben reducirse los cupones para alimentos? No podemos permitírnoslos, dicen políticos como el republicano Stephen Fincher, representante por Tennessee, quien respaldó su postura con citas bíblicas (y quien resulta que también ha recibido personalmente millones de dólares en subsidios agrarios a lo largo de los años).

Estos recortes, sin embargo, son solo el principio de la batalla contra los cupones para alimentos. Recuerden, el presupuesto del representante Paul Ryan sigue siendo la postura oficial del Partido Republicano en cuanto a política fiscal, y ese presupuesto exige convertir los cupones para alimentos en un programa único de subvenciones con un coste drásticamente reducido. Si esta propuesta hubiese estado en vigor cuando nos golpeó la Gran Recesión, el programa de cupones para alimentos no podría haberse ampliado de la forma en que se amplió, lo que se traduciría en muchísimas más penurias, entre ellas mucha hambre sin paliativos, para millones de estadounidenses, y para los niños en particular.

Miren, yo entiendo las supuestas razones lógicas: nos estamos convirtiendo en un país de receptores, y hacer cosas como dar de comer a los niños pobres y proporcionarles una asistencia sanitaria aceptable solo sirve para generar una cultura de dependencia; y es esa cultura de dependencia, no los banqueros sin control, la que de algún modo ha causado la crisis económica.

Pero me pregunto si ni siquiera los republicanos se creen de verdad esa historia; o, al menos, confían lo suficiente en su diagnóstico para justificar unas políticas que, más o menos literalmente, les quitan la comida de la boca a los niños hambrientos. Como he dicho, hay ocasiones en las que el cinismo no basta; este es un momento para estar muy, muy, enfadado.

Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, es profesor de Economía de Princeton.

sábado, 4 de mayo de 2013

ME ESTÁ DOLIENDO UNA PENA

Hacía mucho tiempo que no escuchaba a Patxi Andion. Como dice mi amigo Arnulfo, son: "Canciones creadas en los tiempos que los españoles creían superados, por eso pasan ahora las de Caín". Esta que reproduzco es una de mis favoritas.



"Me está ganando esta pena.. "

domingo, 21 de abril de 2013

LA DEPRESIÓN DEL EXCEL



Krugman nos muestra la necesidad de ir hasta las últimas consecuencias académicas cuando el economicismo, de la mano del dogma, inunda la verborrea de los políticos y economistas venales. Va.

La depresión del Excel
Paul Krugman
 
En esta era de la información, los errores matemáticos pueden llevar al desastre. La Mars Orbiter de la NASA se estrelló porque los ingenieros olvidaron hacer la conversión a unidades del sistema métrico; el plan de la ballena de Londres de JPMorgan Chase salió mal en parte porque quienes hicieron los modelos dividieron por una suma en lugar de por una media. De modo que, ¿fue un error de codificación de Excel lo que destruyó las economías del mundo occidental? Esta es la historia hasta la fecha: a principios de 2010, dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, divulgaron un artículo, Growth in a time of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento), que pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda pública. Una vez que la deuda supera el 90% del producto interior bruto, afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.

Reinhart y Rogoff tenían credibilidad gracias a un libro anterior admirado por todo el mundo sobre la historia de las crisis financieras, y el momento escogido era perfecto. El artículo se publicó justo después de que Grecia entrase en crisis y apelaba directamente al deseo de muchos funcionarios de virar del estímulo a la austeridad. En consecuencia, el artículo se hizo famoso inmediatamente; seguramente era, y es, el análisis económico más influyente de los últimos años.

 El hecho es que Reinhart y Rogoff alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los autoproclamados guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el punto de inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un hecho incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The Washington Post de principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.

 Porque lo cierto es que el texto de Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el principio y la controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el artículo, muchos economistas señalaron que una correlación negativa entre la deuda y el comportamiento económico no significaba necesariamente que la deuda elevada fuese la causa de un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo contrario, y que el mal comportamiento económico condujese a una deuda elevada. De hecho, este es evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente después de que su crecimiento se hundiese a principio de los noventa.
 
Con el tiempo, surgió otro problema: otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento aparentemente comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de Reinhart y Rogoff. Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de inflexión en el 90% ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).

Finalmente, Reinhart y Rogoff permitieron que unos investigadores de la Universidad de Massachusetts analizasen la hoja de cálculo original; y el misterio de los resultados irreproducibles se resolvió. En primer lugar, habían omitido algunos datos; en segundo lugar, emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy cuestionables; y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel. Si corregimos estos errores y rarezas, obtenemos lo que otros investigadores han descubierto: cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que indique cuál de ellos causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.

En respuesta a esto, Reinhart y Rogoff han admitido el error de codificación, han defendido sus demás decisiones y han afirmado que nunca aseguraron que la deuda provoque necesariamente un crecimiento más lento. Esto es un tanto insincero porque repetidamente dieron a entender esa idea aunque evitasen formularla expresamente. Pero, en cualquier caso, lo que realmente importa no es lo que quisieron decir, sino el modo en que se ha interpretado su trabajo: los entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y platillo que ese supuesto punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un motivo para recortar drásticamente el gasto público incluso con un paro elevadísimo.
 
Por eso debemos situar el fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los programas sociales.

Lo que pone de manifiesto el asunto de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido la austeridad con pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la austeridad se nos ha presentado no como una opción sino como una necesidad. Las investigaciones económicas, insisten los defensores de la austeridad, han demostrado que suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del PIB. Pero las investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de economistas hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de acuerdo. Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el camino de la austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.

¿Servirá de algo que se haya hecho caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí. Pero preveo que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro análisis económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará nunca.

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008.