jueves, 28 de abril de 2011

CARTA A JAVIER SICILIA



Carta a Don Javier Sicilia de Subcomandante Insurgente Marcos



EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
MÉXICO.


Abril del 2011


“Y a ustedes, ciudadanos, cuarenta y nueve niños os hacen saber:

Que en México la justicia recuperó la vista,
Pero sólo mira con el ojo derecho y en sesgada forma.

Que en este país la tal señora es manca como Venus de Milo,
Pero no es bella sino esperpéntica.

Que en razón de los defectos antedichos,
La balanza que sostenía la fulana se arrastra y es del lodo.

Que los sentimientos que vieron nacer la nación mexicana
No viven más bajo la toga de esa doña justicia
Escrita aquí con intencional minúscula.

Por eso, mexicanos, este alado escuadrón os convoca:

A levantar el palacio de la Justicia con las propias manos,
Con el propio amor y con la verdad indefectible.

A romper las tapias que los sátrapas cometen
Para segar nuestros, ojos, corazón y bocas.

A luchar hasta que el último aliento nos alcance
Y se convierta en el primero de un país
Que sea digno paisaje de la paz que nos ganamos”.

Juan Carlos Mijangos Noh.
(Fragmento de “49 Globos”,
en memoria de l@s 49 niñ@s muert@s en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora).


Para: Javier Sicilia.
De: SupMarcos.


Hermano y compañero:


Reciba los saludos de los hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas del EZLN. Las compañeras y compañeros bases de apoyo zapatistas me encargan que le diga lo siguiente:

En estos momentos especialmente dolorosos para nuestro país, nos sentimos convocados por el clamor que se sintetiza en sus valientes palabras, provocadas por el dolor del vil asesinato de Juan Francisco Sicilia Ortega, Luis Antonio Romero Jaime, Julio César Romero Jaime y Gabriel Alejo Escalera, y en el llamado que hace para la Marcha Nacional por la Justicia y contra la Impunidad, que saldrá el 5 de mayo del 2011 de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, y llegará al Zócalo de la Ciudad de México el día domingo 8 de mayo de este año.

Aunque es nuestro deseo sincero el marchar a su lado en la demanda de justicia para las víctimas de esta guerra, no nos es posible ir ahora hasta Cuernavaca o a la Ciudad de México.

Pero, de acuerdo a nuestras modestas capacidades, y en el marco de la jornada nacional a la que nos convocan, l@s indígenas zapatistas marcharemos en silencio en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en ejercicio de nuestros derechos constitucionales, el día 7 de mayo del 2011. Al finalizar la marcha en silencio, diremos nuestra palabra en español y en nuestras lenguas originarias, y después regresaremos a nuestras comunidades, pueblos y parajes.

En nuestra marcha silenciosa llevaremos mantas y carteles con los mensajes de: “Alto a la Guerra de Calderón”, “No más sangre” y “Estamos hasta la madre”.

Le pedimos por favor que haga llegar estas palabras a los familiares de los 49 niños y niñas muertos y los 70 lesionados en la tragedia de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora; a las dignas Madres de Ciudad Juárez; a las familias Le Baron y Reyes Salazar, de Chihuahua; a los familiares y amistades de las víctimas de esta ensoberbecida guerra; a los defensores de los derechos humanos de nacionales y migrantes; y a tod@s l@s convocantes a la Marcha Nacional por la Justicia y contra la Impunidad.

Respondiendo a su llamado de nombrar a las víctimas inocentes, hoy nombramos a las niñas y niños muertos en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, quienes aún esperan justicia:

María Magdalena Millán García
Andrea Nicole Figueroa
Emilia Fraijo Navarro
Valeria Muñoz Ramos
Sofía Martínez Robles
Fátima Sofía Moreno Escalante
Dafne Yesenia Blanco Losoya
Ruth Nahomi Madrid Pacheco
Denisse Alejandra Figueroa Ortiz
Lucía Guadalupe Carrillo Campos
Jazmín Pamela Tapia Ruiz
Camila Fuentes Cervera
Ana Paula Acosta Jiménez
Monserrat Granados Pérez
Pauleth Daniela Coronado Padilla
Ariadna Aragón Valenzuela
María Fernanda Miranda Hugues
Yoselín Valentina Tamayo Trujillo
Marian Ximena Hugues Mendoza
Nayeli Estefania González Daniel
Ximena Yanes Madrid
Yeseli Nahomi Baceli Meza
Ian Isaac Martínez Valle
Santiago Corona Carranza
Axel Abraham Angulo Cázares


Javier Ángel Merancio Valdez
Andrés Alonso García Duarte
Carlos Alán Santos Martínez
Martín Raymundo de la Cruz Armenta
Julio César Márquez Báez
Jesús Julián Valdez Rivera
Santiago de Jesús Zavala Lemas
Daniel Alberto Gayzueta Cabanillas
Xiunelth Emmanuel Rodríguez García
Aquiles Dreneth Hernández Márquez
Daniel Rafael Navarro Valenzuela
Juan Carlos Rodríguez Othón
Germán Paúl León Vázquez
Bryan Alexander Méndez García
Jesús Antonio Chambert López
Luis Denzel Durazo López
Daré Omar Valenzuela Contreras
Jonathan Jesús de los Reyes Luna
Emily Guadalupe Cevallos Badilla
Juan Israel Fernández Lara
Jorge Sebastián Carrillo González
Ximena Álvarez Cota
Daniela Guadalupe Reyes Carretas
Juan Carlos Rascón Holguín


Para ell@s pedimos justicia.

Porque nosotros sabemos bien que nombrar a los muertos es una forma de no abandonarlos, de no abandonarnos.


Don Javier:

Sepa que también haremos un llamado a nuestr@s compañer@s de La Otra en México y a quienes están en otros países para que se sumen a la movilización que han convocado.

Estaremos atentos a lo que vaya aconteciendo para apoyar en lo que podamos.

Vale. Salud y no olviden que no están sol@s.


Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Abril del 2011

*

miércoles, 27 de abril de 2011

CONTRA LA MUERTE

En memoria de Gonzalo Rojas, poeta chileno fallecido hace unos dìas.

CONTRA LA MUERTE

Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.

No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.

¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?

Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.

No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.

Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, pero no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.

Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.


Gonzalo Rojas

lunes, 25 de abril de 2011

EN EL DESFILADERO



Hace tiempo escribí una nota donde refería todos los males que quebrantan la salud de nuestra sociedad, la llamé “Harto ya de estar harto, ya me cansé”, como la canción de Joan Manuel Serrat. Sin embargo, cansado y harto, ahora como el Melquíades de García Márquez, me acomodo en el quicio de la puerta a esperar que pase el funeral de nuestra patria y todos con ella.

Nada puede detener ya la marcha al precipicio. Marchamos juntos, en un inexplicable silencio, y detrás nuestro va quedando un inmenso sepulcro de cuerpos desconocidos que es alimentado a un ritmo preciso, más de 30 muertos diarios. Las dimensiones de este profano cementerio, desconocidas aún, fueron estimadas: 647 cadáveres han sido hallados en 156 fosas clandestinas en 22 estados y el Distrito Federal. No es erróneo estimar que de 2006 para acá han muerto 40 mil mexicanos. Los gringos perdieron en la guerra de Vietnam 57 mil hombres, va Calderón por el récord en tiempos de paz.

Y en el mismo silencio vemos morir las instituciones, esos pilares monumentales que hasta este día nos permiten vivir y crecer en sociedad o al menos en grupos. La justicia es el caso más grave, se le mira grisácea, color de muerto fresco. Con la justicia en receso la impunidad todo lo devora y domina. Aquí, en Mèxico, todo lo pernicioso y grave puede suceder y nadie sanciona nada. Es lógico, la destrucción de la justicia es un acto deliberado de quienes deberían conducirla y ejercerla.

Los bienes de la nación se rematan al mejor postor. El mejor postor es el que ofrece a los funcionarios venales la mejor tajada. Imposible encontrar un acto de gobierno que no implique la venalidad. Es de larga data la costumbre del mexicano a “la mordida”, nomás que ahora las mordidas son multimillonarias. La mordida se le da al policía de punto para que no te infraccione por mal estacionamiento de tu carro, es decir, la mordida significa un bien a cambio de un pago. Ahora nos muerden como murciélagos, nos dejan simplemente sangrando.

La impunidad es tan inmensa como la ambición de quien vive de ella. Como el negativo de un Midas, todo lo que los alfiles del régimen tocan lo destruyen. En breve lapso han llevado a la quiebra a Pemex, al IMSS, al ISSTE, por mencionar lo más destacado de la organización gubernamental. Se dice que El Presidente se levanta a las seis de la mañana y se acuesta a las 10 y media, pero no se dice que en ese horario se dedica a desangrar la nación, literalmente desangrarla para el bien de su peculio y de el de sus allegados.

La ausencia de justicia se encubre con la militarización del país, que simula una lucha contra el crimen. Con semejante blindaje todo atraco es impune. Desde el cobro por protección que ejercen los criminales, pasando por la usurpación de banda presidencial, hasta los contratos incentivados a compañías extranjeras para la exploración, extracción y conducción de nuestro petróleo. No hay ley que nos ayude porque la volvieron letra muerta, aunque no contabilizada aún.

¿Por qué mi desesperanza? Porque lo que se ve no se pregunta y veo una parálisis anémica en las fuerzas sociales que podrían intentar revertir este cotidiano infierno. La izquierda partidaria vive el ensueño eterno de un poder que no persiguen y se conforman con la bisutería que gotea de Los Pinos, migajas. La izquierda ciudadana se ha empantanado en el juego electoral y acude al pueblo para validar sus veleidades personales, aunque sigue siendo la ùnica alternativa. Los ciudadanos de a pie vivimos entre el pasmo y el miedo, apoyando en Twitter o en Facebook tal o cual causa. Los dolientes más conocidos, como el reciente caso del poeta Javier Sicilia, encabezan marchas y plantones que al menos le llevan viento a Juárez. Y nada más.

Pero ya vienen las elecciones, dirán algunos, ya los ciudadanos tendremos oportunidad de elegir y cambiar. Me temo que esa opción, tan fervorosamente socorrida por los intelectuales de la alternancia y los de la transición, está igualmente cancelada. Desde que Fox entregó la banda presidencial a Calderón en la oscuridad de la noche previa a la toma de posesión constitucional quedó establecido que el poder no se alcanza en las urnas sino en el atraco a las instituciones.

Los màs ilusionados invocan la guerrilla y el marxismo y la toma del poder por el proletariado. Pero si los transicionistas abolieron la lucha de clases en cuanto el neoliberalismo se asentò en sus miras. Nada màs improbable que una disrupciòn guerrillera.

Por eso, parafraseando a la falange española, cuando escucho la palabra alternancia guardo mi credencial de elector.

Solo nos queda Dios y Dios no existe.

domingo, 10 de abril de 2011

EMILIANO ZAPATA




El 10 de abril de 1919 Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur de la Revolución Mexicana. Fue muerto a traición, asunto que ya no parece conmover hoy nadie, por Jesús Guajardo, militar a las órdenes de Venustiano Carranza, quien engañó a Zapata y lo invitó a reunirse en la Hacienda de Chinamecaa, Morelos, el 10 de abril de 1919. Zapata acampó con sus fuerzas a las afueras de la hacienda, y se acercó a la misma acompañado únicamente por su escolta de 300 hombres. Al cruzar el dintel, un ordenanza apostado a la entrada, tocó con su clarín la llamada a honores y la tropa que rendiría honores al General Emiliano Zapata abrió fuego contra el Caudillo.

Viva mi General Emiliano Zapata.

miércoles, 6 de abril de 2011

DIGNIDAD, PAZ, JUSTICIA Y CONCORDIA



El pasado domingo 27 de marzo fue asesinado en Cuernavaca, Morelos, Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta, ensayista y periodista Javier Sicilia. Un joven de 24 años que salía de una fiesta acompañado por otros tres jóvenes amigos, encontró la muerte a manos de asesinos aún desconocidos, señalados como posibles militares y paramilitares. El día de hoy se realizan marchas contra los responsables de este crimen en al menos 27 ciudades de México. Javier Sicilia adelantó al semanario Proceso los textos que leería en distintos puntos de la marcha que en estos momentos estará culminando en el Zócalo de la Cd. de México. Reproduzco a continuación las palabras de un padre que sufre el más grande de los dolores, perder a un hijo.

A las Fuerzas Armadas de México:

Ustedes han sido siempre los custodios de la paz de la nación. Por ello, nunca habríamos querido verlos fuera de sus cuarteles más que para repeler una invasión extranjera o para ayudarnos, como lo han hecho siempre, en las catástrofes naturales. Ahora los han sacado a la calle para combatir lo que a las policías pertenece. No los queríamos allí, pero allí los han puesto, provocando con ello una escalada en la violencia al incitar al crimen organizado a enfrentarse a ustedes con armas más poderosas. Son ya cuatro años de guerra y lejos de disminuir, el consumo y tráfico de drogas ha aumentado, lejos de sentirnos seguros, nos sentimos con miedo y coraje ante la impotencia de verlos pelear en nuestras calles. Por ello les exigimos, como ciudadanos de esa patria que defienden y custodian todos los días, que no permitan que en sus filas anide el crimen y crezca la complicidad.

Muchos de los asesinos que hoy dañan a la nación de manera terrible en nuestros hijos e hijas, provienen de la deserción de sus filas. La crueldad con la que esos desertores actúan tiene un origen que debe ser revisado cuidadosamente y sanado dentro de sus instituciones para que la deserción no se repita ni los códigos de honor que deben ser parte de la educación de las fuerzas armadas no se traicionen nunca ni en ninguna situación.

Bajo el peso de los casi 40,000 muertos que llevamos a nuestras espaldas, en medio de las mal llamadas bajas colaterales que su intervención en esta guerra ha producido, en medio del horror y del infierno que parecen no tener fin, en medio de la inseguridad que se ha apoderado del espacio y del tiempo de nuestra nación hasta convertir los espacios públicos y las horas, en los lugares y las horas equivocadas, en medio de esta miseria, ustedes deben devolvernos la confianza de que realmente custodian a la nación y de que no debemos temerles cuando nos encontramos frente a ustedes.

Esa confianza, custodios de la patria, sólo podrá ser devuelta cuando ustedes dejen de mirarnos como meras estadísticas de guerra y cuiden las sagradas vidas de los jóvenes que son la vida de nuestra nación. Nuestros muertos, los muertos que llevamos todos en nuestro corazón a causa de esta absurda guerra, esos muertos que nos duelen, recuérdenlo bien, no son bajas colaterales, no son cifras, no son números en un expediente, no son abstracciones. Son seres humanos con un nombre, una historia, un rostro y sueños. Recuerden también que detrás de cada una de esas vidas cegadas hay padres, madres, hermanos, familias que como la mía y la de los muchachos que murieron también asesinados al lado de mi hijo Juan Francisco el 27 de marzo están amputadas y no podrán ya ser las mismas en la felicidad que merecían y les correspondía. Por ello, por ese dolor sin límite, hoy más que nunca el respeto a los derechos humanos debe obligarlos absolutamente a evitar esa tragedia que llaman irresponsablemente daños colaterales.

El dolor, custodios de la patria, que nos ha hecho salir a las calles y detenernos un momento delante de su casa es para finalmente decirles que el dolor no debe servir para sembrar odio sino para encontrar la paz, el amor y la justicia que perdimos.


A La Procuraduría General de Justicia del Estado de Morelos y la Procuraduría General de la República:

Uno de los males fundamentales que tiene sumida a la nación en el dolor, en la muerte, en el miedo, en la desconfianza y la incertidumbre es no sólo la falta de una verdadera y sólida procuración de justicia en nuestro país, sino la corrupción que desde hace mucho tiempo se ha instalado en el corazón de sus instituciones. Esta obviedad que está en la mente, en la piel, en el dolor de los ciudadanos como una herida que no cierra, lleva cargando sobre sus espaldas no sólo casi 40,000 muertos, sino otros tantos miles de casos no resueltos por omisión, por comisión o por complicidad con el crimen. Los mejores de ustedes han tratado de sanear ese corazón fundamental para la vida de la sociedad. Pero se ha logrado poco. No sólo la mayoría de los casos quedan sin resolver y se archivan como si los sufrimientos y los agravios de seres humanos fueran sólo eso, casos, no vidas humilladas que piden la restitución de una dignidad perdida o arrebatada, sino que muchas veces también los asesinos que arrancan la vida de nuestros hijos salen de sus propias filas. Así lo expresó hace unos días el propio Procurador de Justicia de Morelos cuando en relación con la muerte de mi Juanelo, de Luis, de Julio y de Gabo, definió a sus asesinos como “personal que estuvo involucrado en instituciones públicas” y que pueden ser “policías, agentes ministeriales o militares”, para luego desdecirse por temor o compromisos con lo políticamente correcto.

Impartir justicia después de conocer la verdad de los hechos es probablemente la mayor responsabilidad que una autoridad puede tener. Cuando no se asume esta responsabilidad y, como ha sucedido a lo largo de décadas en esta nación, se conciente la impunidad, tenemos esta sociedad que alienta la violencia y debilita, como nos está sucediendo ahora, a todas las instituciones de la nación. Y sin justicia ni paz, yo les pregunto por todos los ciudadanos, ¿cómo se puede vivir?

Sabemos que en estos tiempos en donde por este consentimiento está desgarrado el corazón de nuestro país y se ha instalado en él la violencia irracional y el miedo, no es fácil ser un buen policía, un buen juez, un buen abogado, un buen fiscal. Sin embargo, no tenemos otra opción; ninguna otra opción. Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz.

Señor procurador de Morelos, señores procuradores de cada rincón del país, policías y miembros de los ministerios públicos cumplan con la justicia que no han procurado y que hoy les reclamamos. Sólo así tendrán de nuevo nuestra confianza y sabremos que no nos encontramos solos e inermes como hasta ahora nos encontramos. Reconozcan el lugar que tienen como pilares de esta casa que llamamos México.

El dolor que nos ha hecho salir a las calles es, como se lo dijimos a las fuerzas armadas, al detenernos delante de su casa, no debe servir para sembrar el odio y fomentar el crimen sino para encontrar el amor, la paz y la justicia que perdimos.
Cumplan con su trabajo dignamente.


En El Zócalo

Los espantosos asesinatos de mi hijo Juan Francisco Sicilia Ortega, de Luis Antonio y Julio César Romero Jaime, y de Gabriel Alejo Escalera, han llenado de indignación y de dolor a la ciudadanía de Morelos y de la nación entera. Sus nombres, sus historias y sus sueños destrozados, que el amor de la ciudadanía sacó a la luz pública, ha hecho posible que se pusiera también nombre, historias y sueños a otros miles de muchachos asesinados y criminalizados por la violencia que se ha apoderado del país, de sus instituciones y de la imaginación del narcotráfico y de esa mal llamada clase política. Hasta antes de ellos, con algunas excepciones, esos muertos eran, como lo dije delante de las casa del ejército y de la justicia, simples cifras, simples abstracciones, bajas colaterales o criminales, “escorias”, como estúpidamente se les ha llamado. A partir de ellos, esas cifras son lo que siempre han sido y siempre deberán ser: vidas humanas cegadas y familias destrozadas, dolor que día tras día se ha ido acumulando en los corazones de todos los ciudadanos de este país. Juan Francisco Sicilia Ortega, Luis Antonio y Julio César Romero Jaime, Gabriel Alejo Escalera, no sólo son desde que los encontraron asesinados el nombre de todos esos muertos anónimos cuyos casos se encuentran en los archivos de las procuradurías y del ejército y en la desmemoria de nuestros gobernantes, son también el nombre de nuestros muchachos vivos, de nuestra juventud que corre el mismo peligro y a quienes no estamos dándole la vida que merecen. Porque mientras los pocos muchachos –cada vez menos– que pueden alcanzar un alto nivel educativo, carecen de empleo, son subcontratados o subpagados y están en peligro de ser asesinados como fueron asesinados nuestros hijos, los muchos otros que no pueden siquiera acceder a la educación y a la cultura, ni siquiera a un empleo subpagado, se encuentran a la deriva, con el horizonte roto, seres humanos que están o pueden ser reclutados por el crimen organizado para matar y terminar también asesinados.

No hablo de una fatalidad. Es lo que hemos construido con la corrupción de las instituciones, con el desgarramiento del tejido social, con la mezquindad de los pleitos y los intereses políticos que sólo buscan enriquecerse con la desgracia, el temor y la simulación; eso es lo que hemos construido cuando decidimos desalojar las virtudes de la educación y decidimos que sólo el dinero, la producción desmesurada, la competencia y el consumo sin límites serían nuestros dioses; eso es lo que hemos construido cuando hicimos del egoísmo y del enriquecimiento una virtud y arrojamos las riquezas de la cultura, de la educación, de la amistad, de la convivencia y de la solidaridad al terreno de las cosas inútiles.

Cuando los seres humanos tienen que levantarse día con día para hacer vivir a sus hijos con salarios miserables y saber que quizá no regresarán porque nuestras autoridades no están haciendo lo correcto; cuando los criminales, a fuerza de impunidad, han perdido sus códigos de honor; cuando, por lo mismo, deben vivir de lo que los católicos llamamos la esperanza en Dios, porque los gobernantes y los empresarios no pueden darle ya a sus compatriotas una esperanza humana, que es la sombra de la esperanza de Dios, cuando esto sucede, y es lo que está sucediendo, es señal de que empezamos ya a habitar en el infierno.

Desde que mi hijo Juan Francisco y Luis y Julio y Gabo fueron asesinados, sentí a cada uno de los muchachos y muchachas, y a cada niño y niña de esta nación como miembros de una misma familia –mi familia, mis hijos– que debemos cuidar para que sus sueños no se conviertan en la pesadillas que desde hace tiempo ha comenzado a invadirlos. No podemos permitir más que un muchacho, una muchacha, un niño o una niña sean asesinados. A ellos, los jóvenes de esta nación, que saben usar las redes sociales del espacio cibernético, le pedimos que se convoquen, que se unan, que salgan a las calles y que recuerden que desde siempre las juventudes han movido montañas y le han devuelto la esperanza a la humanidad, como lo vemos hoy en otras latitudes. Aduéñense del presente y decidan el destino y la nación que ustedes quieren.

Cuando sucedió esta desgracia yo no me encontraba en el país y ustedes, que están aquí y a los cuales les agradecemos infinitamente, tomaron, como hermanos, mi causa que es la de todos. Ustedes también tomaron por mí y por los demás padres de familia que estaban sin voz la responsabilidad de exigirle al gobierno de Marco Antonio Adame –un gobierno hasta ahora omiso– el esclarecimiento de los crímenes que debe darse a conocer hoy.

Hasta el momento sólo se nos ha informado que se han identificado a dos de los asesinos, que se han girado las órdenes de aprensión para ellos, pero que los asesinos aún permanecen libres y que se desconocen los móviles de este asesinato irracional. Eso no nos basta. Por ello he decidido quedarme aquí en un plantón en esta plaza, delante de las ofrendas que han levantado por nuestros hijos, junto con todos aquellos que quieran acompañarme, y en oración, hasta el miércoles 13 de abril. Es el último plazo que le damos al gobierno de Marco Antonio Adame y de Felipe Calderón para que frente a nosotros, frente al pueblo de Morelos y el país entero, presente ante la justicia a los asesinos de nuestros hijos y a sus cómplices. Durante este plantón haremos lo que el gobierno y las mafias no hacen: escuchar a la inmensa mayoría de la gente. Para ello crearemos en ese mismo plantón un espacio de diálogo ciudadano donde debatir la manera para detener esta absurda guerra en la que la inmensa mayoría de los muertos los ha puesta la sociedad civil y para idear las acciones que construyan la paz con justicia en nuestra nación.

Queremos que sea la opinión y la reflexión colectiva de toda la sociedad civil mexicana la que diga cuál será el próximo paso en esta lucha. Por ello invitamos a todo el pueblo de todas las edades y condiciones sociales a expresarse en el plantón y a través de un twitter llamado “@mxhastalamadre”. El miércoles 13 de abril, plazo que le hemos dado al gobierno estatal y federal para presentar a los asesinos, anunciaremos, en un acto público, las acciones que la sociedad civil propone. Los gobernantes deben de entender que son nuestros representantes, nuestros servidores, y que si son inútiles e ineficientes deben irse sean del partido que sean y de la ideología que sea. Un gobierno, como nos lo enseñó Gandhi, sólo existe porque lo aceptamos. Si les retiramos nuestro apoyo ¿qué queda de él?

Si no los presentan convocaremos a una marcha nacional en la Ciudad de México exigiendo la renuncia del propio gobernador y el alto impostergable a esta absurda guerra, en donde la inmensa mayoría de los muertos los ha puesto la sociedad civil. En el antiguo derecho romano existía una figura: el homo sacher (el hombre sagrado) cuyos crímenes el Estado no podía castigar, pero a quien cualquiera podía matar y quedar impune; un ser que al mismo tiempo que estaba excluido de todos sus derechos civiles era sagrado en un sentido negativo. Hoy en México todos somos de muchas maneras hombres sagrados, es decir, seres desnudos, carentes de protección política y susceptibles de ser asesinados por cualquiera. Hoy también, los ciudadanos que estemos en plantón en esta plaza somos más que nunca –como lo fueron mi Juanelo, Luis, Julio, Gabo, la noche en que los asesinaron, como lo fueron también los niños de la guardería ABC, los hijos de las madres de Salvarcar, que hoy nos acompañan, de Martí, de la señora Wallace, de Gallo, de Nelson Vargas, de tantos muchachos anónimos con la vida cegada y de los casi 40,000 asesinados de este país– hombres sagrados y desnudos. Lo somos porque las autoridades del Estado así lo han decidido con su ineficiencia y porque ante sus omisiones quedamos expuestos a la irracionalidad de los criminales que han perdido cualquier proporción y límite. Si alguien puede protegernos y custodiarnos en estos momentos son millones de conciencias que, gracias a los medios, están atentas a lo que pueda sucedernos.

Hace unos días –y estoy por terminar– leí en esta misma plaza el último poema que escribiré (dedicado a mi Juanelo) hasta que el cuerpo de este México desgarrado en sus inocentes resucite. Ese silencio poético no es, como muchos lo han interpretado, una claudicación, sino un grito. Hay silencios más profundos y significativos que la palabra que viene de él y en él se recoge.

Desde ese silencio poético donde la palabra aguarda hacemos un llamado a las autoridades del país, al Presidente de la República, al Congreso de la Unión, al poder judicial, a los Congresos locales, a los Gobernadores, a los Presidentes Municipales, a los líderes de los partidos políticos, a sus miembros, a los llamados poderes fácticos, a los sindicatos, a los jerarcas de las Iglesias, a los empresarios, a los capos y a las mafias de toda laya para que escuchen. Este silencio doloroso y terrible está gritando cuatro hermosas y profundas palabras: dignidad, paz, justicia y concordia. Ese es el grito que está en el latido de nuestro amado México, el grito de nuestros hijos a quienes la inmisericorde violencia les asfixió la palabra en los pulmones y el de los que estamos aquí, de pie, sembrando nuestra esperanza y gritando por ellos.