martes, 1 de febrero de 2011

ARRIEROS SOMOS


La marcha del lunes 31 de agosto fue más allá del ritual contestatario que año con año los gremios han venido celebrando en el DF durante las administraciones panistas. El Movimiento Nacional por la Soberanía Alimentaria y Energética, los Derechos de los Trabajadores y las Libertades Democráticas dio a conocer posiciones radicales, a tono con la situación que vive el país: “Le quedan pocos meses a este gobierno, pero debemos derrocarlo, como lo hicieron en Túnez y se está haciendo en Egipto. Debemos levantar la insurgencia civil y pacífica en todo el país”, señaló Martín Esparza, líder del SME.

Si bien no estamos en el mundo árabe, hay que distinguir otro rasgo importante en esa marcha, la diversidad de organizaciones presentes. Universitarios, telefonistas, electricistas, campesinos, trabajadores bancarios, aeroportuarios, pilotos y sobrecargos y tranviarios entre los más destacados. Aquí se manifiesta también el alcance de la crisis económica, social y de gobernabilidad que se vive y las fuerzas organizadas de los trabajadores que puede encabezar un movimiento más amplio. En otras entidades de la república, como Querétaro, el Movimiento replicó la marcha.

Indispensable reconocer que la amalgama social que se concentró en el zócalo capitalino mantiene diversas afinidades partidistas, con el PRI y con los llamados partidos de izquierda, aunque ninguno de los líderes partidarios fue convocado a usar la voz durante el mitin. Tampoco estuvo presente Andrés Manuel López Obrador, el dirigente del Movimiento de Renovación Nacional, ni alguno de sus representantes. Este dato es relevante para los propósitos presidenciales de AMLO, como veremos enseguida.

Las demandas enarboladas se refirieron a la carestía de los alimentos, el costo incremental de los combustibles; los atropellos a hombres, mujeres y niños por parte del Ejército y la Marina so pretexto de la guerra que Calderón declaró al narcotráfico de manera unilateral, a espaldas y en contra de la sociedad; la concentración del ingreso, el abandono del campo. Todo lo que una sociedad agraviada por la ineptitud y mala fe de un gobierno entregado a los intereses del capital debe exigir.

Esta es la clave para entender el rumbo que podría o debería tomar la movilización. Efectivamente, exceptuando a la oligarquía (“Conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio”, según la RAE) y a los defensores y corifeos del régimen, el resto de los mexicanos estamos en contra del malgobierno. Deseamos patria para todos, ingreso justo, acceso al bienestar, equidad económica y social, educación, seguridad y esperanza para continuar viviendo.

Y en este anhelo no solo estamos los mexicanos de a pie. Los organismos cúpula del capital ya no responden a las necesidades de sus agremiados. Los medianos y pequeños comerciantes no pueden asumir las decisiones de los grandes acaparadores, los pequeños industriales no pueden competir con inversionistas extranjeros asociados en monopolios, los campesinos no están para atender las ocurrencias transgénicas de Monsanto. Y lo decisivo es que el gobierno ya no puede con todo esto.

Por vez primera, en mucho tiempo, están puestas las condiciones para aglutinar en un frente político a grandes segmentos sociales y productivos, tras el objetivo de alcanzar un gobierno que atienda los reclamos populares. En este y otros foros he planteado la urgencia de integrar un Frente de Reconstrucción Nacional, que juegue el papel que el Movimiento de Renovación Nacional no alcanza a discernir: sumar a los más amplios estratos sociales, sin distingos partidistas, a la lucha por un gobierno democrático. “Por el bien de todos, primero los pobres”, es una divisa que debe ser asimilada no sólo por los pobres y los seguidores de AMLO.

“Sólo cuando los de abajo no quieren y los de arriba no pueden, puede triunfar una revolución” escribió Lenin. No estamos frente a un movimiento revolucionario, es claro, pero las condiciones para imponer electoralmente un nuevo gobierno se acercan mucho a las señaladas por el líder de la Revolución de Octubre: 1) la imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación, 2) que los de abajo no puedan y no quieran seguir viviendo como hasta ahora y 3) que la crisis, y la organización y desarrollo de la conciencia de las masas, provoquen grandes movilizaciones, que todas las capas y clases sociales incluso las sectores más atrasados se vean inmersos en el combate por sus reivindicaciones y derechos, pero además, estén dispuestos avanzar hasta la toma del poder.

La tercera condición conlleva un acuerdo nacional previo a las elecciones de 2012. No bastan el hombre y el programa, no es suficiente llenar plazas con seguidores fieles, aún cuando esto deba continuar haciéndose. Ganaremos las elecciones si junto a nosotros están las amas de casa, los obreros, los campesinos, los pequeños y medianos comerciantes e industriales, los estudiantes, los gremios, los sindicatos. No son las elecciones de un partido o de un dirigente contra sus similares, no, son las elecciones de un pueblo entero.

Esto significa, para descontento de muchos, desensillar el caballo del dogma y bordar finas y múltiples alianzas en el tejido social. Al fin y al cabo el árbol de la vida es verde y el de la ideología es gris.