jueves, 1 de mayo de 2008

ARROJA LA BOMBA


Fue una gratísima sorpresa escuchar de nuevo Arroja la bomba, esa especie de himno anarquista de la España de Enrico Durruti. De la España del hijodeputa de Franco. Una evocación que eriza la piel (galvaniza, dicen algunos babas) y que me remontó a las discusiones estudiantiles del primer lustro de los setenta sobre el Estado, la burguesía, la revolución, el proletariado y escasamente los campesinos a quienes finalmente Marx había expulsado del paraíso conceptual. Eruditamente animado todo con lecturas de Bakunin, Lenin, Trotsky, Flores Magón, vivíamos momentos singulares en la política mexicana. Nadie se refería con el vigor de hoy a la democracia (salvo Jesús Reyes Heroles, el bueno) y lo que rifaba eran los movimientos guerrilleros, ya muy cercana la muerte de Lucio Cabañas y el desmantelamiento de la Liga 23 de septiembre. Hubo de llegar Rafael Galván al frente del sindicato de trabajadores electricistas para revivir el poder de la movilización social, señalado ya por los estudiantes en 1968, hasta desembocar en la convicción y la importancia de la participación ciudadana a través de la vida electoral y allí seguimos, desaguisados más desaguisados menos. En fin.


Al compás de Arroja la bomba, destaca en la marcha de este Primero de mayo la participación del agrupamiento Proyecto Anarquista Mexicano, que agrupa ya a varias expresiones de enfurecida rebeldía urbana, como los punketos y darketos, a quienes ElGorguz identificó como antítesis de los emos. No sobra recordar que los anarquistas se distinguen por su fidelidad al conocimiento como fuente de fuerza política, "conocer el pasado, comprender el presente y conquistar el futuro" dice una mujer simpatizante de este Proyecto, "propaga tu idea revolucionario" canta el himno.


Para no olvidar (y en el caso extenso, para saber) el origen de la conmemoración internacional del Primero de mayo, Sepiensa nos ofrece una reseña de los mártires de Chicago y la lucha de los trabajadores norteamericanos por una jornada laboral de 8 horas, frente a las 12 ó 16 que acostumbraban los patrones en 1886.


Como dice el Cuervito Zamora: Amajújale Uruchurtu.

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