viernes, 6 de junio de 2008

NO HAY PIEDRA QUE SE LEVANTE QUE NO TENGA ALACRÁN


Pasan los días y los meses y los asuntos públicos aparecen desatendidos. No me refiero sólo a los temas del diario que conciernen a nuestra sociedad, como el transporte, los salarios, los servicios, la calidad de vida, la alimentación, la educación y todos los que impactan la vida diaria de los más de cien millones de mexicanos. No. Hay al menos tres grandes temas que parecieran papalote sin cola: el narcotráfico, la "reforma" energética y el aza desmedida de los precios de los alimentos. En éste ultimo punto se agregarán más temprano que tarde los precios de muchos otros bienes. El ritmo de la inflación lo señala así.

El narcotráfico es una guerra perdida desde el mismo instante en que el presidente Calderón se calzó la cachucha de superjefe militar de cinco estrellas y decidió que a sangre y fuego acabaría con un problema que semeja un puercoespín cruzado con armadillo. Combate que se libra, combate que se pierde, porque no se concibe el fenómeno en todas sus puntas. Militarmente estamos derrotados. Increíble si no hubiermos visto cómo otros gobiernos han sido vapuleados a pura bala y bomba, hasta que enderezaron la estrategia y disolvieron los vínculos financieros, de corrupción y de la ley que sustentan el poder de los traficantes de drogas. El día de hoy Calderón ordenó el fin de la corrupción (sic), así como hace semanas nos recetó un regaño por falta de unidad para resolver un problema que él mismo azuzó.

La mentada reforma -que todo mundo ya sabe que no lo es- enérgetica ha ido de tumbo en tumbo también. Aquí no hay muertos aún (quizá en un rato más aparezcan los cadáveres políticos). Calderón ha apostado al engaño infantil y descalificador. Desde los anuncios televisivos del "tesoro escondido", que Simbad desea explorar con ayuda extranjera, se vió que la iniciativa presidencial sería algo decepcionante. A punta de espectáculos, como la toma de la tribuna por diputados y senadores perredistas y las reuniones de los agrupamientos femeniles y juveniles que organizó López Obrador en defensa del petróleo, se abrió un espacio de reflexión en el debate organizado por los representantes populares. Enmedio del debate surgió un imprevisto igualmnte espectacular: el Jefe de Gobierno del DF propuso una consulta pública sobre la infinitamente comentada reforma. La respuesta del gobierno federal ha sido furibunda. La misma de un animal acorralado. Los funcionarios del gabinete calderonista se han lanzado con lo poco que tienen (que realmente es muy poco) a descalificar un asunto que debería ser agua de uso en la solución de los asuntos del país: la participación ciudadana prevista cabalmente en nuestra Constitución. ¿Miedo a los prietos, polvosos y pobres en movilización?

La situación de la carestía -y muy posiblemente en breve desabasto- alimenticia fue abordada por los sacerdotes del librecomercio de la manera más congruente para ellos, la importación masiva de granos. Nadie ha sido lo suficientemente valiente para admitir que ésta sea solución alguna, al contrario, los transportistas y comerciantes han expresado su desacuerdo con tal medida, pues a lejos vista importar alimentos cuyos precios están al alza no remedia el alza de precios y el costo del transporte extranjero también contribuye a concluir que cada grano nos costará su peso en oro. Los que se frotan la billetera son las trasnacionales que harán el negocio de acopiar y distribuir.

Me queda la impresión de un gobierno arrinconado, incapaz de conducir iniciativas, siempre a la defensiva y por lo mismo peligroso. La imagen más cercana es la de un perrito mojado. Sea por Dios.

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