domingo, 24 de junio de 2012

VOTAR POR LÓPEZ


Se acerca el día de la elección presidencial y todavía no he visto una sola marcha Anti-AMLO. En cambio es público el reciclaje muy añejo de las peores prácticas del PRI y del PAN y la presencia de un vigoroso movimiento juvenil en contra de Enrique Peña Nieto. Las plazas y estadios semivacíos han marcado las campañas de la ultraderecha, no podía ser de otra manera, no se pueden pagar todos los asientos.

El domingo próximo he de votar por Andrés Manuel López Obrador. Quiero ver continuada la esperanza abierta por el movimiento #YoSoy132, la de un México digno ante nuestros ojos y los de nuestros hijos. Setenta mil muertos son demasiados para un pueblo pacífico.

El panismo finalmente se ha desplomado. El ultraje a la sociedad, practicado por Felipe Calderón, excede toda imaginación. Jose, “LaJefa”, cargó con todos los costos de una rara alternancia que el PAN usó en beneficio de un grupo de amigos y empresarios, quienes hoy abandonan partido y candidata. Las secuelas de tanta arbitrariedad se aprecian en el abandono institucional, iniciando con la justicia -hoy ajena a toda credibilidad- y continuando con el desempeño económico, donde uno de cada dos mexicanos es pobre y uno de cada cinco está en pobreza extrema. Ocho millones de nuevos pobres engendró el modelo panista y doña Jose nos quiso vender lo contrario.
 
Votaré por AMLO porque no deseo otro presidente con antecedentes criminales y nexos abiertos con el narcotráfico. Peña es un personaje indeseable que representa el poder concentrado, una vocación represiva reiterada por él mismo, unos intereses tan ajenos al país como cercanos al bolsillo, un profundo desconocimiento de la gobernabilidad, un paupérrimo desempeño como candidato, una personalidad débil y medrosa, y una aterradora frivolidad, muy distante de los retos de la nación. Es un candidato cuidadosa y carísimamente fabricado por Televisa y el grupo Atlacomulco, todo con recursos públicos desde luego.

Quiero dejar de ver los super fraudes en la CFE y en Pemex. Espero un esquema fiscal donde paguen más los que más ganan. Anhelo un presupuesto orientado al crecimiento, donde la inversión pública genere infraestructura y atraiga capital privado, recreando el  mercado interno y el empleo. Deseo librarme de la presencia opresiva, belicista e injerencista de los norteamericanos, quienes en Paraguay acaban de recordarnos su pasión por los intereses y su desdén por las amistades.
 
No más un gobierno de amigos y tecnócratas prosternados ante el neoliberalismo. Prefiero la fórmula  de Hollande, Presidente de Francia: “crecimiento sin austeridad”. Basta de promesas y comisiones y omisiones, el mercado no asigna los recursos racionalmente como nos dicen los burócratas del ramo, es el Estado quien organiza la sociedad y la economía. Con un Estado débil y arrinconado, como gusta al panismo y permite el príismo, todo río se revuelve y muy pocos pescadores se benefician. La impunidad, el manejo desaseado de los asuntos públicos, es el origen de la corrupción, que hoy padecemos hasta el tuétano. Mercado regulado por el Estado es la fórmula exitosa de los países emergentes, no las supercherías derechistas.
 
No espero que AMLO resuelva nada por sí mismo. Confío en su Gabinete, pero más confío en la movilización social. La enorme diferencia con AMLO, es que el caudal social que hoy magnifica nuestra política hallará veredas nuevas en un entorno más democrático, más tolerante. Me llena de contento saber la inmensidad de iniciativas, redes, grupos, colectivos, poblando el país. Esta “masa crítica” de ciudadanos son la garantía real para alcanzar un México mejor, no los partidos ni los políticos tradicionales. Por fin podríamos aspirar a una fuerte presencia ciudadana en el quehacer político y social, sin mascaradas ni declaraciones engañosas ni comités fraudulentos. El proyecto cardenista, único en nuestra historia, se forjó en un gran acuerdo nacional, donde los grupos gremiales y sociales hicieron nación al amparo de un Estado fuerte. Hoy la derecha sueña con vender Pemex.

Espero que el IFE rescate lo poco que le resta de institucionalidad. Ojalá los millones de pesos que hoy dedica el PRI a la compra de voluntades no sean suficientes para alterar la decisión de votar por la izquierda. Ojalá y Calderón no quiera anular la elección como intentó hacerlo en Michoacán.
 
Este 1° de julio, votemos por la esperanza.



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