martes, 10 de julio de 2012

ELIGIENDO AL PUNTERO


En los mejores tiempos del PRI los mexicanos sabíamos con suficiente antelación el nombre del candidato ganador de las elecciones presidenciales. Bien porque fuera el Secretario de Gobernación, como sucedió hasta el gobierno de Luis Echeverría, bien porque no había candidato de oposición, excepto el apacible PAN. Los príistas han renovado el esquema, ahora compran la elección con seis años de anticipación. Es lo más novedoso del sistema electoral mexicano, no se les puede atribuir anacronismo.

La coacción y compra del voto es algo universal, secreto y sempiterno. Pero los carruseles, los ratones locos, los mapaches, las urnas embarazadas, los tacos, son todas aportaciones legítimas del PRI, no desestimemos su ingenio.

Sin embargo, lo que vivimos el 1° de julio fue un fraude de proporciones mayúsculas, como buscando
estar a tono con la dimensión de la crisis económica, un fraude global,  prácticamente imposible de resolver por una institución electoral omisa, frágil y permeada por los intereses partidarios que alguna vez presumieron ser ciudadanos, y muy difícil de atacar mediante la movilización social al no haber un blanco claro y preciso, como en 2006.

Cuatro o cinco años atrás de la elección, los peores agentes políticos del país decidieron hacerse de un candidato que los protegiera frente a la eventualidad de un fracaso panista, algo muy previsible dadas las condiciones de ilegitimidad de Felipe Calderón, y les brindara las mejores condiciones de pago para la exacción de los recursos nacionales, sin alegatos medievales ni doctrinas librecambistas. El sexenio les dio la razón y el PAN volvió al basurero de donde vino y el cártel de Atlacomulco tomó las riendas del proceso.

De ese modo, después ver fluir dosis multimillonarias de recursos públicos en una larguísima campaña electoral, disfrazada de publicidad de gobierno, los mexicanos amanecimos un buen día con la novedad de que las casas encuestadoras nos mostraban las “preferencias” presidenciales, con un tal Enrique Peña Nieto como “puntero” en una carrera electoral que aún no se iniciaba legalmente. Puede decirse que eso fue la acumulación originaria de los votos del 1° de julio. Quienes ahora se desdicen de las encuestas no se quitaron al “puntero” de la boca o de la pluma hasta el mismo día del sufragio.

Pegando primero pegaron dos veces. Y pagando las encuestas aseguraron petrificar la  percepción ciudadana de un puntero y los consecuentes segundones. Los opinadores, blogueros, tuiteros, feisbuqueros, unos pagados y otros enloquecidos, se sumaron a un esquema de preferencias políticas fabricado a modo. El modo lo diseñó y operó Televisa, lo toleró el panismo en el gobierno, lo disfrutó el PRI y lo pagamos nosotros. Los frutos primeros –y decisivos- se vieron en 2009. El PRI anunciaba su regreso, restaba finalizar detalles de la campaña presidencial más larga de la historia.

Los meses de la campaña fueron tiempo de articular las piezas diseñadas. Como nunca, la divisa de mi General Obregón fue atendida con todo rigor. Deflactando la historia, los cañonazos de 50 mil pesos se volvieron andanadas de millones de dólares para publicidad en Estados Unidos, cientos de pesos para compra del sufragio de millones de personas, millones de pesos de gobernadores adictos al dinero ajeno, millones de pesos para Soriana y cientos de miles para adeptos del puntero. Y las encuestadoras dedicadas a machacar la idea del puntero y la imposibilidad de que la izquierda tuviera posibilidad alguna de triunfo.

Pero, ¿por qué votar por el PRI en esas condiciones? No es el misterio del bosón de Higgs saberlo: 1) Los votantes de siempre, los del hueso colorado, los leales al partidazo; 2) los infaltables oportunistas y su fauna de acompañamiento; 3) los miedosos al cambio, clasemedieros autoconsiderados en ascenso; 4) los votomenudistas comprados el día anterior; y 5) los indecisos, de numen oscurecida. Es decir, no hay razón que trascienda el  interés personal en los votos príistas. No hay interés nacional ni proyecto social encarnado por el PRI, al cual adherirse o promover. No hay más lucha que la que se hace, aunque eso parece ser suficiente para aceptar al puntero y dañar la nación.

La elección inició con un candidato adelante con el conocimiento y anuencia del IFE, Trife, Fepade y lo más grave y oculto aún, con la complacencia de los chuchos perredistas. Lo demás es lo del diario, un fraude muy por encima del compló de AMLO, que el Trife ya predijo validar.

Antes de pergeñar siquiera los compromisos futuros del puntero, habremos de tomar en consideración la amplia y efervescente movilización juvenil que empieza a definir cauces institucionales para enfrentar el desafío del nuevo huésped  de Los Pinos; el autoritarismo contiguo al crimen, la atávica ignorancia política hermanada con la soberbia, y el desapego hacia cualquier asunto que implique el bienestar nacional. Confiemos en la múltiple expresión de inconformidad, en su organización y beligerancia. Vamos con lo mejor de nuestra sociedad, los jóvenes. Seamos parte de su causa, que es la dignidad.

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