jueves, 28 de marzo de 2013

MIGUEL HERNÁNDEZ, CANCIÓN ÚLTIMA


El 28 de marzo de 1942 falleció Miguel Hernández, a los 31 años de edad, víctima de una tuberculosos adquirida en las mazmorras alicantinas donde lo sepultó Francisco Franco. Pablo Neruda habla por él:

"Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!"
 El poema de Hernández en voz de Serrat me asoma a la inmensa tragedia de un hombre bueno.

domingo, 10 de marzo de 2013

EL MERCADO HABLA

Una nota de Krugman que deja ver la sustancia negra que vincula a los mercados y sus sacerdotes con los efectos desastrosos de las malas decisiones públicas.

El mercado habla
Paul Krugman

Hace cuatro años, cuando un presidente recién elegido emprendía sus esfuerzos por rescatar la economía y reforzar la red de seguridad social, los expertos económicos conservadores —personas que afirmaban que entendían los mercados y sabían cómo satisfacerlos— advertían sobre un desastre financiero inminente. Los valores, declaraban, se desplomarían, mientras que los tipos de interés se dispararían.

Hasta un repaso superficial de los titulares de entonces arroja un dictamen sombrío tras otro. “El radicalismo de Obama está matando el Dow Jones”, insinuaba un artículo de opinión de Michael Boskin, que fue asesor económico de los dos presidentes Bush. “El regreso de los legisladores estadounidenses partidarios de la disciplina”, declaraba The Wall Street Journal, al tiempo que advertía de que los “vigilantes de los bonos” pronto harían subir la rentabilidad de los bonos del Tesoro hasta unas alturas destructivas.

Y, cómo no, el índice Dow Jones ha alcanzado esta semana máximos históricos, mientras que la rentabilidad actual de los bonos soberanos estadounidenses a 10 años está aproximadamente a la mitad de lo que estaba cuando The Journal publicó aquel tocho.

Vale, cualquiera hace un mal pronóstico alguna vez que otra. Pero estas predicciones tienen una importancia especial, y no solo porque las personas que las hicieron hayan tenido un historial de errores tan notable durante estos últimos años.

No, lo realmente importante de estos malos pronósticos en concreto es que provenían de personas que constantemente invocan la posible cólera de los mercados como razón por la que debemos seguir sus consejos políticos. No intenten proteger a los estadounidenses sin seguro, nos decían; si lo hacen, socavarán la confianza de las empresas y el mercado bursátil se vendrá abajo. No intenten reformar Wall Street, o siquiera criticar sus abusos; herirán los sentimientos de los plutócratas y eso provocará el hundimiento de los mercados. No intenten combatir el paro con más gasto público; si lo hacen, los tipos de interés se pondrán por las nubes.

Y, por supuesto, reduzcan drásticamente la Seguridad Social, Medicare y Medicaid ahora mismo, o los mercados los castigarán por su osadía.

Por cierto, no me refiero solo a la derecha dura; un número considerable de centristas autoproclamados juegan a ese mismo juego. Por ejemplo, hace dos años, Erskine Bowles y Alan Simpson nos advertían de que debíamos esperar un ataque de los vigilantes de los bonos en un plazo de, digamos, dos años, a menos que adoptásemos, lo han adivinado, el plan de Simpson-Bowles.
De modo que lo que los malos pronósticos nos dicen es que, de hecho, tenemos ante nosotros a unos sacerdotes que exigen sacrificios humanos para apaciguar a sus dioses iracundos, pero que en realidad no saben a ciencia cierta qué es lo que esos dioses realmente quieren y simplemente están proyectando sus propias preferencias a la supuesta mentalidad del mercado.

Entonces, ¿qué nos están diciendo realmente los mercados?

Ojalá pudiera decir que todo son buenas noticias, pero no es así. Esos tipos de interés bajos son el signo de una economía que dista mucho de estar recuperada de la crisis financiera de 2008, mientras que el precio elevado de las acciones no debería ser motivo de celebración; es, en gran medida, el reflejo de una desconexión cada vez mayor entre la productividad y los salarios.

La historia de los tipos de interés es bastante simple. Como algunos de nosotros llevamos cuatro años o más intentando explicar, la crisis financiera y el estallido de la burbuja inmobiliaria dieron pie a una situación en la que casi todos los principales actores económicos intentaban saldar sus deudas simultáneamente gastando menos de lo que ingresaban. Dado que mi gasto es su ingreso y su ingreso es mi gasto, esto se traduce en una economía profundamente deprimida. También se traduce en unos tipos de interés bajos, porque otra forma de ver nuestra situación es, hablando en términos generales, que ahora mismo todo el mundo quiere ahorrar y nadie quiere invertir. Así que estamos inundados de ahorros deseados que no tienen adónde ir, y ese excedente de ahorro está reduciendo el coste de los préstamos.

En estas condiciones, por supuesto, el Gobierno debería hacer caso omiso de su déficit a corto plazo y aumentar el gasto para estimular la economía. Desgraciadamente, los responsables políticos se sienten intimidados por estos falsos sacerdotes, que los han convencido de que deben adoptar medidas de austeridad o enfrentarse a la ira de los invisibles dioses del mercado.

Mientras tanto, en lo que respecta al mercado bursátil, las acciones están altas en parte porque la rentabilidad de los bonos está muy baja y los inversores tienen que poner su dinero en algún sitio. También es verdad, no obstante, que aunque la economía sigue profundamente deprimida, los beneficios empresariales han experimentado una recuperación considerable. ¡Y eso es malo! No solo porque los trabajadores no consiguen recoger los frutos del aumento de su productividad, sino también porque cientos de miles de millones de dólares se están acumulando en las tesorerías de unas empresas que, frente a la escasa demanda de los consumidores, no ven ningún motivo para poner esos dólares a trabajar.

Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Economía en Princeton.

viernes, 1 de marzo de 2013

QUE ALGUIEN ME EXPLIQUE





“Siempre me gana la risa
cuando oigo hablar del PRI”
Oscar Chávez

Las representaciones priístas recién reunidas el pasado 22 y 23 de febrero para revisar los estatutos de su partido, acordaron modificar todo lo relativo al IVA. En concreto, decidieron eliminar las palabras: “el PRI defiende la economía popular y no aceptará la aplicación del IVA en alimentos y medicinas.” Y las cambiaron por otro eufemismo que mejor los oscurece: “apoyará con todo rigor a los productores agropecuarios de nuestra nación para garantizar la soberanía alimentaria y así contribuir a la defensa de la economía familiar”. Claro, y yo tengo una tía con un veranito de sandías en Guamúchil.

¿Y de dónde acá la novedad? ¿Desde cuándo los del PRI saben cuáles son su estatutos? ¿Desde cuándo los que lo saben los respetan? Vámonos poniéndonos de acuerdo antes que el engrudo se haga más bolas. Porque de lo que sí no podemos olvidarnos es de la roqueseñal, el famoso festejo priísta por el incremento al IVA, allá en marzo de 1995, cuando el PRI promovió y ganó en el Congreso un aumento del 10 al 15% en el Impuesto al Valor Agregado. Quizá eran los tiempos de “defensa de la economía popular” estatutaria, quizá 18 años ya no son nada, el caso es que estas huestes vuelven este fin de semana a lo mismo. Lo bueno es que los líderes priístas llegan como se van, sin abrir la boca, no es su estilo, ellos votan lo que se les ordena y rápido.

El PRI vive el momento mágico de su Pacto por México. En este reducido entorno -que abarca a cuatro o cinco personas- es sencillo atemorizar con viejos petates y viejas mañas. Ahora se desvive Peña por dejar claro que el elbazo no tiene razones políticas, siendo que no las tiene ni económicas. Los recursos mal utilizados por La Maestra eran del SNTE, y a menos que se clasifique ya a dicha corporación como asociación delictuosa sus recursos y los regalos que haga con ellos siguen siendo legales. Lo ilícito es que el gobierno haya entregado esa cantidad de recursos al SNTE y que los procedimientos judiciales de Murillo Karam no se distingan en nada a los de García Luna. La educación en México depende de un gobierno fuerte y un Estado cierto, no de policías y ladrones.

Y ahora vienen tras la mentada reforma energética, envuelta en una Estrategia Nacional de Energía. Tras el palo aturdidor, aparece la verdadera sustancia de la reforma energética, la que pretende explícitamente “incentivar una mayor participación del capital privado en el sector eléctrico y petrolero, tanto en almacenamiento y distribución de hidrocarburos como en la refinación de crudo, en la petroquímica y en la explotación de recursos no convencionales, como el gas shale”. Justamente lo que la Constitución prohíbe. No preguntemos por la forma en que se realizarán semejantes operaciones, lo más seguro, después de ver el desempeño en la explosión en el complejo administrativo de Pemex es que se repita la fórmula de Calderón: “aiga sido como aiga sido”.

¿Cuál es la prisa, Sr. Peña? Los privados la están pasando de lujo, nomás que su ambición no tiene límite, no se deje usted presionar de esas formas. Porque sí sabe usted, Lic., que los 22 grupos controladores del país ganaron 140 mil millones de pesos en 2012, mientras que en los últimos dos años el número de personas pobres con hambre creció en 3 millones de personas. ¿No es más lógico empezar por los que menos tienen? Porque no me dirá que el teletón contra el hambre de doña Chayo va a resolver un ápice de ese gravísimo problema.

La declaración oficial más divertida sobre la flamante Estrategia es la que dice que México enfrenta retos de medio ambiente, donde los costos a la salud y al entorno natural derivados del uso de la energía son significativos. Por ello, tanto en materia de hidrocarburos como en electricidad es fundamental la participación del sector privado”. Que alguien me explique, por Dios. ¿Qué relación tiene la actividad ambiental depredadora de los privados –las empresas turísticas, hoteleras y otras- con su “fundamental” participación en Pemex?

Pero tratándose de cantinflear el huésped de Los Pinos tiene más cuerda: “..durante los últimos años se han llevado a cabo acciones que han permitido mejorar la situación del sector energético, entre ellas multiplicar las inversiones en exploración en busca de hidrocarburos, lo que permitió revertir la declinación natural del crudo y alcanzar un nivel de restitución de reservas probadas de 100 por ciento”. Séase, todo se lo debemos a los privados, de allí la prisa por incentivar su inversión. Acaso no le han dicho a Peña la escasa propensión a invertir en México que tienen los privados, acaso no sabe que por cada dólar que los empresarios extranjeros invirtieron en 2012, los mexicanos que trabajan en Estados Unidos enviaron a sus familias, vía remesas, 1.77 dólares. Por el bien de todos, primero los pobres, Lic.

Los inversionistas mexicanos no cantan mal las rancheras tampoco. Entre 2008 y 2012, la participación de extranjeros como poseedores de valores gubernamentales en el mercado financiero local creció de 200 mil millones de pesos a un billón de pesos, es decir, se multiplicó por cinco, de acuerdo con datos del Banco de México. La economía está agotada, el crecimiento estancado, las inversiones se van o no vienen, el caso es que mientras el gobierno se desvive en afanes por atraer capital fijo quien se lleva las medallas es la Bolsa Mexicana de Valores, sitio preferido de la inversión extranjera, golondrina.

Que alguien me explique, en caridad de Dios. A ver. La operación de Pemex en 2012 arrojó pérdidas por 34 mil millones de pesos. La empresa ingresó un billón 72 mil millones de pesos, tuvo costos de operación por 155 mil millones, lo que no es nada, pero el fisco le retiró el 95.5% del ingreso y le dejó un adeudo por obligaciones financieras de 38 mil millones. Una empresa quebrada no interesa a nadie. ¿Y los empresarios? Trabajando en contra, Sr. Peña, que le expliquen bien. En el mismo período, el hueco en las finanzas públicas causado por la elusión del pago de impuestos alcanzó una dimensión de 669 mil millones de pesos, más de la mitad del monto de los recursos que Pemex aporta a la nación, en el mismo sentido los privados mexicanos enviaron 37 mil 287 millones de dólares al exterior. No se puede coinvertir con los enemigos.

Visto así, ¿No es más fácil poner orden en las finanzas antes de amarrar los perros con longaniza? Desde luego que no, Videgaray ya anunció que es inevitable que el costo de la energía –gasolina, gas, electricidad y otros– pueda incrementarse para el consumidor final”. Dicho al revés, se decidió incrementar el costo de los derivados del petróleo, dañando el ingreso de los ciudadanos, antes que incrementar los impuestos a los ricos. Y que sigan los gasolinazos.

Curioso nuestro caso, el gobierno considera que el desarrollo del país demanda participación privada. Los privados prefieren invertir en el extranjero y eluden al fisco. El gobierno amenaza con hacerlos invertir y el resto de la sociedad estamos de voyeurs. Esperaría que Morena levante nuevamente las consignas contra la venta de Pemex.