lunes, 7 de enero de 2013

MOVIENDO EL ABANICO

Según la poco afortunada expresión de las nuevas autoridades hacendarias, el Presupuesto de Egresos de la Federación 2013 tiene la particularidad de ser un “presupuesto inercial”, es decir inerte respecto al presupuesto del año anterior, que no se esperan fuerzas externas que lo modifiquen.

Es claro que en el lenguaje presupuestal esto no se aplica peso a peso, siempre hay bolsas y reservas y ajustes. Por eso creo que el Lic. Videgaray, Secretario de Hacienda, miente o no nos dice las verdades completas, pues el Lic. Peña acaba de asegurarnos que para el año próximo contrataremos empréstitos en el exterior por 91 mil millones de pesos y contratación de deuda interna por hasta 415 mil millones de pesos. La interpretación real de inercia presupuestal no se refiere entonces al gasto público sino al ingreso, más precisamente al esquema tributario existente, se refiere a eludir un impuesto progresivo que grave más a quien más obtiene. Esta elusión privó al erario del ingreso de 600 mil millones de pesos en 2012, monto que por algún secreto artificio de la estadística es equivalente al pago anual de nuestra deuda pública: 565 mil mdp. Visto así, lo visto lo único inerte será el pago del adeudo externo e interno, que representa la astronómica proporción del 14.2 por ciento del total de gasto aprobado.

Y si las declaraciones resultaran tergiversadas o “fuera de contexto”, como sucede cotidianamente en el lenguaje oficial en afán de negar lo sucedido, el pasado 5 de enero el Subsecretario de Egresos, Miguel Messmacher Linartas (itamita, doctorado en Harvard, Jefe de la Unidad de Planeación de la SHCP con Calderón y ex economista del FMI), nos informó que la SHCP decidió aumentar la tasa de incremento del costo de las gasolinas, de 9 a 11 centavos el litro el primer sábado de cada mes, para “suavizar el ajuste con los precios internacionales”, según las clásicas cuan oscuras definiciones de los idólatras del mercado. Este atraco nacional continuará pues en realidad el precio de las gasolinas es la base de la negociación con el gremio transportista nacional, firme puntal de apoyo priísta; y ellos no se han pronunciado. La economía política marcha siempre delante de la mala política económica. Detrás de estas primeras decisiones de fondo no existe ninguna elaboración social ni académica colectiva, tampoco un plan global que muestre el destino de los recursos nacionales. Lo único transparente es la presencia omnímoda de la ideología tecnocrática derechista y retrógrada de los cruzados del mercado y detractores del Estado, cuya tarea asignada es concentrar y acumular más el capital.

En el ámbito del desempeño económico Peña está tropezando ya con una ideología tan poderosa como cuestionada. El neoliberalismo está haciendo jirones países enteros en Europa, en Estados Unidos mostró su cara más temible en el grupo de los norteamericanos más ricos representado directamente por el radicalismo de la ultraderecha republicana. Es claro que Peña no tiene el discurso de Romney pero tampoco el de Obama; más grave todavía, el presidente mexicano no tiene discurso propio, tiene ocurrencias. Le urge al mexiquense, en caso de que estuviera a la altura política suficiente, abrevar de nuevos conocimientos y propuestas para el desarrollo económico, personalmente le sugeriría abrir un foro académico con el grupo de la UNAM para debatir el Nuevo curso de desarrollo nacional. Pedir no empobrece, lo que apremia es un quehacer colectivo para aportar ideas a las tareas que el desarrollo nacional impone y el gobierno nomás declara.

Es probable que en breve estemos enfrentando más que un presupuesto inercial: un gobierno inercial. En poco más de un mes, Peña y equipo han desplegado un aparatoso esfuerzo que ha logrado mostrar una cara distinta a la del panismo que no termina de irse, algo difícil de reprochar por una sociedad dolida después de doce años de atrocidades sin límite. Sin embargo los enormes atrasos nacionales -agravados por el panismo- provienen de más de 30 años de eminencia en las políticas públicas de la ideología neoliberal, surgida de la globalización económica y expresada inequívocamente en el fatalmente célebre Consenso de Washington. Por eso no basta con saber mover el abanico, hay que airear bien la información y resolver al menos lo más urgente.

Aunque tengamos una Gendarmería Nacional, diseñada vayamos a saber cómo e integrada con un copy&paste de otros cuerpos de seguridad, la actual administración acumula ya más de 1,400 muertes. Inerciales pues, pero cada persona con nombre, apellido y familia. Muertes efectivas para un gobierno que se presume justiciero e indeseables para incrementar la inversión privada tan saboreada por Peña.

Proyectos como Seguro de Vida para Jefas de Familia, Prevención del Delito, Pensión para Adultos Mayores y la Cruzada Nacional contra el Hambre, contrastan con el hecho de que el 56% de los mexicanos se encuentra en “pobreza patrimonial” y 29 millones en “pobreza alimentaria”, o dicho en lengua materna, los que no tienen ni para comer. (ya tendremos oportunidad de comentar el significado goebbeliano del lenguaje de la derecha). Si al centro de cualquier política económica se localiza el bienestar social y al mismo tiempo el crecimiento nacional es tímidamente estimado en 3.5% para el presente año, resulta evidente que nos alejamos de cualquier oportunidad de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los mexicanos. Al menos durante 2013.

Esos dos botones, la seguridad y la pobreza, son muestra suficiente de la rapidez con que se desvanecen los dichos novedosos del nuevo gobierno. Se reclamará con cierta justicia la urgencia de lo trascendente, que suele tardar mucho, pero lo inevitable es que mientras los mercadólogos de Harvard sigan al frente del manejo de la hacienda pública este país no tendrá democracia económica y el ingreso seguirá concentrándose en la clase más rica y el gobierno será todo menos un ente al servicio de la sociedad. Así lo señala la historia contemporánea.

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