martes, 20 de septiembre de 2011

UNA DE SISMOS




A propósito de la conmemoración del sismo de 1985 en la Cd. de México, apareció esta nota en el periódico La Razón. El autor, Gil Gamés, es un seudónimo de Rafael Pérez Gay y la columna toca los temas más espinosos de una manera divertida, crítica, mordaz. La copio:

Simulacros
Gil Gamés


Gamés siguió de cerca los simulacros de de-salojo (de-de) en las oficinas públicas de la Ciudad de México. Si un temblor de 8 grados en la escala de Richter nos sacudiera como ocurrió hace 26 años, el Plan Anáhuac de la Secretaría de la Defensa entraría en funcionamiento, 25 mil policías ocuparían las calles, mil vehículos policíacos transitarían por la ciudad y cinco helicópteros sobrevolarían nuestras calles. A las diez de la mañana, seis millones de personas salieron de sus oficinas. En el Antiguo Palacio del Ayuntamiento sonó la alarma y el jefe de gobierno salió del despacho de las gobernaciones con algunos de sus colaboradores y caminó hacia un punto de encuentro sobre la plancha del Zócalo.

Nada mal, para una emergencia de esa magnitud. Gil sintió un poco de miedo, pero la sombra de la seguridad lo protegió. Con todo esto y los dedos índice y cordial trenzados para evitar la sacudida, todos estaremos más o menos listos para una eventualidad (gran palabra), ese hecho o circunstancia de realización incierta o conjetural (oh, sí).

El problema empezó cuando el secretario de Protección Civil, Elías Moreno Brizuela, afirmó que había un cambio en el paradigma. Cuando Gilga oye la palabra paradigma, unos cuantos millones de neuronas se sublevan en su cerebro. El secretario de marras (oh, sí) le vació un cubetazo de estupor a Gil al explicar que el paradigma ya cambió, y fuerte. Antes de los terremotos de Haití y de Chile, las autoridades recomendaban evacuar el edificio como alma que lleva el diablo, sin darle empellones a los viejitos, eso sí. Resulta que el Gobierno del Distrito Federal pide un repliegue dentro de los inmuebles. Como lo oyen: esperar dentro del edificio a que pase el temblorazo. Como se decía antes: ustedes no dejen de preocuparse, Gilga permanecerá dentro de sus aposentos con una serenidad que hubiera envidiado el Increíble Profesor Zobek diciendo algo como esto: se trata sólo de un movimiento telúrico de unos 8 grados, ¿alguien quiere un café?

Elías Moreno Brizuela al micrófono: “Año con año hicimos el simulacro de evacuación, bajaban del piso 20 o 30 y listo. Pero después de Haití y Chile vimos que era un error, hay que replegarse a los sitios de seguridad del edificio, ahí esperas a que pase el sismo y si al edificio no le pasó nada, sales”. Aristóteles se habría desmayado ante la lógica del licenciado Brizuela. Ciertamente si las personas que se han dado cita, o para su desgracia viven, en los pisos 20 o 30 a la hora del seísmo, pues como quiera que sea están más cerca del cielo, rogar para que la divina providencia ayude es una opción seria y profesional. Y si el edificio no sufrió daños, pues salimos, ni modo que nos quedemos adentro, eso que ni qué.

Gil empezó a ponerse nervioso y hasta tuvo una reacción alérgica en la piel cuando oyó al secretario Moreno: “Si el edificio colapsa, en la zona de seguridad, la más sólida estructuralmente, hay más posibilidades de que se forme una cápsula y ahí estén vivas muchas personas”. Virgen santa, farfulló Gamés. ¿Ya llevamos aquí unos diez días y todo bien, en la cápsula se vive bien. Mecachis. El cambio de paradigma ha puesto a Gilga como un basilisco. Las cosas antes eran más sencillas: si usted habita un edificio de departamentos o trabaja en lo alto, a la primera remecida píntese de colores. Pero eso era antes, ahora hay que ser ingeniero para encontrar la zona sólida y guarecerse en ese lugar.

La frase de Sagan logró evadirse del ático para espetar: “Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre”.
Gil s’en va

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