martes, 12 de julio de 2011

ALGUNOS LAS PREFIEREN RUBIAS


Con el triunfo del PRI en las recientes elecciones en tres entidades del país, el partido más afectado es el PAN. En primer lugar porque es el partido en el poder y eso supone una ventaja de inicio. Es desde el poder de donde se trenzan los hilos políticos y las componendas necesarias para ganar una elección. Después del fraude de 2006 contra Andrés Manuel López Obrador, este partido no ha visto llegar de nuevo una votación siquiera regularmente numerosa. En 2009, las llamadas elecciones intermedias, el PAN fue apabullado por el PRI. En las elecciones para gobernadores en 2010, las alianzas urdidas entre PRD y PAN fueron una cuña entre las fracciones priístas, quienes perdieron territorio político, aunque el PAN por sí mismo no adelantó gran trecho.

En segundo lugar, el golpe al PAN (que puede ser mortal) reveló que los ciudadanos ya no quieren más de ese partido. Así, no es equivocado afirmar que el mayor enemigo del PAN ha sido Felipe EL Breve Calderón, encargado de hilvanar un canevá de atropellos a la ciudadanía que tiene confrontado a su gabinetito con un inmenso grupo de la sociedad. Lo destacable aquí es que el origen del descontento no es solamente el pésimo manejo de la crisis económica, quizá porque los más lastimados, o sea los más pobres, no encuentran la correlación entre una política económica concentradora del ingreso y su propia situación de abandono. Eso lo dilucidan los analistas para sí mismos.

Quienes sí advierten los desatinos económicos son los millares de empresas que han perdido ganancias o de plano han quebrado a causa de la apertura indiscriminada de fronteras, de la ausencia de crédito a la producción, de la obsesión del déficit cero frente a las necesidades de inversión pública, de la preferencia por las empresas extranjeras. Hasta no hace muchos meses los lamentos empresariales se escuchaban a ras de tierra, entre los pequeños y medianos empresarios perjudicados. Pero desde que la masacre de civiles, justificada como guerra al narcotráfico, se intensificó y las pifias de los funcionarios adictos a Calderón se han vuelto insoportables, los reclamos al ElPresidente se escuchan en las alturas, en las cúpulas “empresariales” de los que más tienen.

Las elecciones se ganan con un poderoso aparato electoral desplegado antes y durante la elección, con un candidato popular entre los electores y con las alianzas indispensables para lograrlo. Si esto se sustituye por una retahíla de principios y denuncias nos acercamos a Gandhi tanto como nos alejamos del triunfo.

Quizá el cogollo del rechazo al panismo sean los 45 mil muertos que ha dejado una decisión irresponsable, tomada por un político de segunda, quien reiteradamente nos ha hecho saber que él está haciendo lo que su papá le dijo que debería hacerse, como bien lo plantea mi amigo Jorge en su Antropolítica mexicana. Desde comprar en Walmart hasta fantasear con macabras utopías. El jinete que recorre el país es el de un pueblo atemorizado por la violencia sin límite ni castigo. Lo que une a los mexicanos en contra del PAN y de su jefe real es la ofensiva y avariciosa impericia con que se comportan frente a la sociedad los funcionarios del gobierno federal y una vida repleta de balas y sangre sin paz a la vista. No olvidemos que la reacción electoral contra cualquier situación de inseguridad nacional es violenta y clara, se vota tumultuariamente por el PRI. El factor que le dio a Zedillo 17 millones de votos en 1994 fue el EZLN.

La respuesta de la izquierda partidista, principalmente la perredista, ante las derrotas del 3 de julio pasado, ha sido por lo menos desastrosa. Los Chuchos y Ebrard, entre los personajes más destacados y por lo visto afines entre sí, reaccionaron de la peor forma posible: culparse los unos a los otros por lo sucedido. Como si no supiéramos del oficialismo chuchista y del sinuoso hablar y hacer de Marcelo Ebrard, unos culparon a AMLO y ambos a Alejandro Encinas. Fueron escenas dignas de una telenovela con la Gaviota y Peña Nieto en el elenco, donde se empiedra el camino de una división enrumbada hacia la pérdida de la elección presidencial de 2012.

Pero la respuesta de AMLO fue, al menos para mí, tan inesperada como increíble: "la culpa la tiene la mafia que gobierna este país". Toma este puñal, Andrés Manuel, y mátame, pero no me digas nada de las bolsas vacías de Chuchita.

Si alguna posibilidad de triunfo existe para la izquierda en 2012 está en el movimiento ciudadano encabezado por AMLO. Pero por ahora las ruedas en ese destacamento están trabadas. Una está atascada en los meandros palaciegos de los partidos. Aunque el líder quiera aparecer distanciado del PRD lo cierto es que sin ese partido no va a ninguna parte y no están claros los acuerdos a los que quiere llegar para lograr ser candidato presidencial con el apoyo perredista. Algunos analistas sugieren que esta es la principal contradicción de Andrés Manuel, ser dirigente de un movimiento social y de un partido al mismo tiempo.

La otra rueda que no funciona es el propio Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). La movilización se ha estancado, se ha convertido en un grupo autoreferente compuesto de comités de diverso alcance geográfico, que abarrotan el Zócalo capitalino a un llamado de AMLO pero que no conmueven a nadie, salvo a sí mismos y a fanáticos de diversa laya; pero sobre todo no lastiman al poder. Si uno hace memoria y recuerda la marcha silenciosa de abril de 2005 contra el desafuero, donde más de un millón de personas mostraron el vigor y decisión suficientes como para detener el golpe contra Andrés Manuel, los mítines de Morena resultan hoy insufribles. Dicho con respeto, son sosos, sin alegría, sin algarabía propia, sólo están presentes los pobres que llegaron en camiones, los ancianos que adoran a López por sus programas sociales y los fanáticos que pueblan las redes sociales, escuchando el mismo discurso contra la gran mafia. No hay espacio para disenso alguno, ni para los coros porque éstos los dirige la Jesusa Rodríguez.

La izquierda ciudadana debe salirse de esa lógica morena e incluir una estridente paleta de colores sociales. Si la mafia gobernante es enemiga de todos los segmentos de la sociedad, parece de claridad meridiana que toda la sociedad conforme un frente para derrotar a la tal mafia, que en términos correctos se llama oligarquía. Es urgente acordar y establecer alianzas con los medianos y pequeños empresarios, con las amas de casa, con los estudiantes, con los sindicatos, con los movimientos sociales auténticos como el de la Paz con Justicia y Dignidad, con las cúpulas capitalistas, con los burócratas, con los universitarios, con los priístas. No se puede ser presidente sólo de los pobres aunque representen la mitad de la población mexicana, y menos a través de una elección universal, directa y secreta.

¿Por qué ganó el PRI el 3 de julio pasado? Porque hizo bien lo que sabe hacer: utilizar el dinero público para comprar el voto casa por casa, para asegurar todas las casillas, para ganar la mayoría de los espacios publicitarios, para poner a los candidatos necesarios, para asegurar una victoria electoral sin controversias.

Por eso vuelvo a decir: por el bien de todos primero los pobres, pero no sólo los pobres. Impulsemos la integración de un Frente de Reconstrucción Nacional.

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