domingo, 16 de enero de 2011

LA PIEL SENSIBLE Y LOS OÍDOS SORDOS



El discurso político intolerante y excluyente ha galvanizado el país. Sobre la sórdida base de una violencia sin fin, se extiende ya desde los atriles y plazas un encono social que amenaza volver pedacería la precaria estabilidad que aún vivimos. “Cultura y política tóxica” les llama José Carreño en El Universal.

Habiendo abandonado el Estado sus responsabilidades sobre la seguridad de los ciudadanos, la guerra desatada por El Presidente contra las organizaciones criminales del narcotráfico se volvió el ambiente adecuado para que la violencia sea el distintivo principal de la vida diaria. Con una cifra que crece en horas, 35 mil muertos de 2006 para acá representan el blindaje de impunidad para los hampones organizados, desorganizados, oficiales y oficiosos.

La brutal golpiza recibida por Guillermo Sánchez Nava, militante del PRD en Guerrero, es un viso del despeñadero en que puede convertirse el proceso electoral de 2012. La frívola irresponsabilidad con la que se conduce el aparato de seguridad del Estado, el discurso izquierdista excluyente y la ambición infinita de la derecha en el poder son el trípode que sostiene un negro futuro para la nación.

Muchos ciudadanos nos preguntamos qué hacer frente a la conversión del territorio nacional en campo de guerra. “Yo pago mis impuestos y espero que el gobierno cumpla con sus obligaciones”, dice correctamente la mayoría. Pero Calderón nos convoca a compartir las asignaciones que sólo a él y a su camarilla corresponden. La seguridad, como la educación y la salud, son un asunto de Estado.

Un grupo menor de mexicanos nos mantenemos en alerta. Acudimos a movilizaciones ciudadanas, participamos en las redes sociales, atendemos divisas generadas por personajes renombrados de nuestra sociedad, como es el caso de la campaña propuesta por el grupo de caricaturistas encabezado por Rius para difundir la frase No más sangre.

Sin embargo, los militantes de las derechas y de las izquierdas se alcanzan las manos en el discurso de la intolerancia, sin aceptar –o lo que sería peor, sin importarles- que están desbrozando un camino que nos acerca a una fatalidad mayor que la ya vivida. Nadie más beneficiado de esta situación que la derecha en el poder. Calderón nos ha refrendado su intención de no dejar la silla presidencial en manos de nadie que no sea panista, incluido él mismo. Para lograrlo tiene apostado al Ejército Mexicano en todo el país y ha abierto las puertas a la presencia de las agencias militares y de seguridad norteamericanas en el país.

Desde el Incidente Juárez, donde murieron dos personas que laboraban en el consulado gringo en Cd. Juárez, la DEA, el FBI, el Pentágono, el Departamento de Estado y varias agencias más dirigen la seguridad de nuestro país. Y no imagino a los gabachos trabajando para nadie que no sean ellos mismos. El interés real de estas agencias es mantener la inestabilidad social y política como justificación de su ingerencia. Nos estamos viendo en el espejo colombiano, donde EU mantiene ya siete bases militares aseguradas con la misma estrategia, desestabiliza y apodérate.

Quienes simpatizamos con la izquierda ciudadana debemos bajar el tono de la confrontación política. Las elecciones presidenciales de 2006 dejaron una sociedad dividida, polarizada, encontrada, y ese encono se reproduce y recrudece ante la posibilidad de que López Obrador vuelva a competir por la presidencia en 2012. Los que nos sentimos defraudados queremos revancha. Pero una izquierda intolerante puede ser marginada por una sociedad harta de la confrontación. Tenemos la piel muy sensible y los oídos sordos por el tableteo de las ametralladoras.
Por el bien de todos, no más sangre, no más violencia de ningún tipo. Defendamos nuestras ideas y propósitos con vigor, con energía, con talento.

Vamos por todo.

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