jueves, 2 de diciembre de 2010

"HARTO YA DE ESTAR HARTO, YA ME CANSÉ"



"Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué.
La Rosa de los Vientos me ha de ayudar
y desde ahora vais a verme vagabundear
entre el cielo y el mar... "
J.M. Serrat

Es posible que Serrat haya estado tan harto como yo de ver al mal enseñoreado de nuestras vidas, de saber al mundo en manos criminales. Harto de ver la pobreza más dolorosa convivir con el lujo indecente de fortunas mal habidas. Harto de la venalidad y avaricia de nuestros gobernantes. Harto de ver niños y jóvenes sin esperanza. De ver viejos sin destino, mujeres sin amor, hombres doblegados.

El mal. Siempre me he opuesto a concebir el mal como algo que nos llega de fuera, como algo inmanente a la condición humana, como el pecado original, vaya. Me acerco más a la idea de que el mal, lo mismo que el bien, son atributos que se fincan en las condiciones que modelan nuestras vidas y en exquisitas ocasiones aparecen separados. Pero hoy, el día de hoy, me avasallan la sinrazón y el desencanto al asomarme al vacío de la ambición de poder y de riquezas que distingue a ciertos grupos de nuestra sociedad.

Se ha cosificado la vida, los valores se han transformado en satisfactores. Nada tiene más valor que un carro de marca, de esas marcas autorizadas para destacar su signo identificador al frente del cofre: BMW y Mercedes Benz como los más vistos. Es infinitamente preferible un departamento caro en un barrio de lujo que la integración de una familia decente. Nada importa frente a la posibilidad de enriquecerse a costa de lo ajeno y mientras mayor sea el atraco más renombrado el ladrón.

La educación ha sido sustituida por la instrucción. Una gran mayoría de los estudiantes, que tanto gustaban a Violeta Parra, buscan armarse de un reconocimiento universitario que abra camino a un cúmulo de propiedades antes que al conocimiento. Buscan con avidez instrumentos y herramientas en lugar de conceptos y categorías. El mundo no está para conocerse ni para transformarse, sino para ponerlo a nuestro servicio.

La ciencia, el arte, la filosofía son vistos con menosprecio si no se pueden vender. Andy Wahrol y sus recortes de latas de Campbell´s merecen más aplausos que el violonchelo de Yo-Yo Ma. Un hallazgo de la ciencia que no aplique a fines militares resulta un sinsentido. El calentamiento global del planeta es un asunto político antes que científico. Se lucra organizada y descaradamente con las mejores causas, como lo hace Greenpeace, que ahora nos convoca a enverdecer nuestra vida sexual, cuando es incapaz de combatir la polución de un arroyo.

La vida diaria transcurre entre la avaricia y la comodidad. No hay mejor vecino que el que no vemos. La colectividad se refugia en los poblados rurales. La solidaridad con el que sufre, la generosidad con el vencido, el amor para el humano, se traducen en citas de Paulo Coelho. Casi es posible medir la velocidad con que nos deshumanizamos. Mejor corremos por el iPhone, el iPad o el iPod Touch que conversar tranquilamente frente a frente disfrutando una taza de café.

Aquellos a quienes la sociedad les dio armas para velar nuestra seguridad ahora dirigen y orientan bandas de criminales. A los que dimos nuestro voto para tener una vida digna los vemos trasegando los recursos públicos a favor de las grandes capitales. Imposible pensar en el ángel guardián de un niño sin correr el riesgo de que resulte pedófilo. Los responsables de la justicia mantienen en alto su lema: “La ley es como el cuchillo, no ofende al que lo maneja”.

Es impensable hallar respuestas para tanta villanía. Con simpleza se dice que es la ideología de la globalización, el neoliberalismo, donde la equidad social ha sido disuelta en las expectativas racionales de los individuos que participan en los mercados. Y algo debe tener de cierto esta generalización, aunque los impactos de este pensamiento golpean de modo distinto a los diversos países y sociedades. Lo cierto es que los hispanos estamos en el fondo de este pozo de vilezas, bajo la tutela de los norteamericanos.

No buscamos más las utopías. La última de ellas, y para mí la más trascendente, fue el marxismo y su explicación profunda de la trama y alcances sociales de la ambición económica de los capitalistas. Pero la materialización de esta utopía desterró del pensamiento el contenido humanista de la filosofía de Marx y nos quedamos en un ramplón laissez faire, laissez passer y ahora vivimos la crisis mundial surgida del criminal modo de especulación financiera ya señalada por el Demonio de Tréveris: para el capitalista la producción es un mal necesario.

A ratos creo que lo mejor es resignarse, dejar hacer y dejar pasar. Aunque quizá sea bueno atender la sentencia de mi amigo Jorge: asumamos la insurgencia informativa.

Sea por Dios.

4 comentarios:

Miyita dijo...

Mi querido Gûilo, es que estamos en crisis total, tal cual tu describes en tu entrada.
Estoy igual que tu sin saber si resignarme también o protestar...
Otro lugar común más...
Abrazos y buen fin de semana.

el güilo dijo...

Abrazos domingueros, Miyita.

Isabela dijo...

ante todo esto, debemos creer en la esperanza de que todo caminara bien?, por supuesto no esperando que caiga del cielo....luchando, trabajando, soñando despiertos??

el güilo dijo...

Lenin dijo: hay que soñar con las manos. Esa frase puede resumir lo que comentas Isabela. Un abrazo.