miércoles, 30 de junio de 2010

¿2012?


El asesinato del candidato del PRI al gobierno del estado de Tamaulipas permite apreciar el alcance real de la descomposición institucional que vivimos los mexicanos. Descomposición institucional porque es la inutilización de los acuerdos alcanzados para conducir el país por los caminos del progreso y del bienestar y la sustitución de estos acuerdos por otros distintos y a todas luces contrarios. El alcance es real porque se impone visiblemente una fuerza criminal por encima de las leyes y de la vida ciudadana, una fuerza cuyo poder y penetración social ha sido soslayado por el gobierno federal y sus aliados. Y lo real se vuelve espeluznante cuando comprendemos que lo sucedido supone un acuerdo entre el poder criminal y el poder civil y militar. Sólo un arreglo previo hace posible montar una emboscada, acribillar y dar muerte a siete personas, huir y disponerse campechanamente a ver pasar los entierros. Y no es el primero de estos crímenes y no hay razón para pensar que será el último. La ejecución fue un atentado contra el Estado, favorecido por los personeros del gobierno en diversos niveles.

Sangre fría nos hace falta para ver el camino seguido por El Presidente hasta llegar al punto cero donde estamos. A partir de la necesidad de legitimar un poder que le fue otorgado en tribunales, Felipe Calderón desató una guerra contra el narcotráfico sin tener la menor idea de lo que estaba haciendo. El propio Chapo Calderón ya lo confesó, no sabía el alcance del poder del crimen organizado cuando soltó a los soldados a las calles. Y al conocido estilo de El Borras, puso al ejército en los poblados rurales, en las ciudades medias, y le dio carta blanca para matar. Este error militar deshizo la relativa estabilidad que los distintos cárteles mantenían en las diferentes regiones a fin de llevar el negocio y la fiesta más o menos en paz. El ejército alborotó el gallinero al punto de que ni 25 mil muertos han convencido al JefeNato de la urgencia de volver a los militares a sus cuarteles. Así tendió la cama.

La militarización del país fue el piso sobre el que se desarrolló la crisis económica y el vasto empobrecimiento que se generó. Con el control militar a la vista, Calderón elaboró sus paupérrimas ocurrencias sobre el crecimiento económico, sobre los derechos laborales y humanos y sobre el desarrollo social. Militarizada la política, la ley se puso a la orden de los pudientes. Así se atacó a los electricistas y se entregó la fibra óptica a Televisa, sin más ley que el aiga sido como aiga sido. Se hostigó a los mineros y se les mantuvo sofocados hasta que el precio mundial del cobre se recuperó y urgió golpearlos definitivamente. Se negoció un presupuesto a cambio de alianzas electorales, se pretendió regalar Pemex al mejor postor y se abrió la intervención descarada de los estadounidenses en los asuntos internos. Llovió sobre mojado, pensábamos, pero faltaba el reclamo de los desplazados en el baile, los bien organizados criminales.

Al amparo de la confusión entre buenos y malos, el negocio del tráfico criminal desplegó sus esfuerzos magníficamente. Las denominadas pandillas tienen el poder de más de la mitad del territorio nacional, facturan mercancía hasta por 30 mil millones de dólares al año, deciden las candidaturas en 982 municipios, mueven a 500 mil personas dentro de el negocio, figuran en Forbes y son estrellas del periodismo y la televisión. El decidido criterio presidencial de favorecer a los poderosos encuentra en el narco su mejor expresión, los ha llevado al estrellato económico y político.

La ejecución del Dr. Rodolfo Torre Cantú en Tamaulipas nos pone en el punto cero. Ahora hay que comenzar desde aquí, desde el sitio donde el poder del crimen organizado ha mostrado el músculo suficiente para poner de rodillas al gobierno y al Estado. El antecedente inmediato es la suciedad que Calderón y el PAN introdujeron en las campañas para renovar gubernaturas en 12 estados de la República, bajo la divisa de que el PAN nunca pierde y si pierde arrebata. Es notable la actitud de El Presidente ante el asesinato político más importante desde Colosio, se ha limitado a oficiar misa ante banqueros y empresarios y a jurar bandera con súplicas de unidad nacional “por encima de todos los intereses”. Es el mismo discurso de la Iniciativa México, sí podemos si juntos lo hacemos, se dirige a la nación pero lo hace en televisión privada y cerrada. A casi dos días de la matanza política el gobierno federal no ha movido un dedo, es claro que medra con el crimen.

Me pregunto cómo esperan los partidos continuar en campaña, realizar elecciones y tener gobernadores legítimos cuando las reglas del juego las establecen los narcotraficantes. Quizá el Dr. Torre no era del agrado de estos señores y por eso lo asesinaron, pero ¿Y la transición democrática tan discutida? ¿Y las reformas estructurales que pondrán a México en la reiterada ilusión primermundista? ¿Y la alternancia política? ¿Habremos de esperar la muerte de uno de los candidatos a la presidencia de la República en 2012? ¿Habrá elecciones en 2012?

Que respondan El Presidente y su pandilla de ignaros.

Desde el ojo electoral, el país se mantiene caliente para controlar los resultados de las urnas, Calderón parece haber decidido quedarse en la silla aunque pierda el PAN en 2012, para eso están los soldados y los marinos apostados desde ya.

La percepción generalizada es que Calderón debe dejar el puesto que de por sí ya usurpa.

¡Fuera Calderón!

2 comentarios:

Miyita dijo...

Qué quiere que le diga...otro lugar común.
Le traigo una invitación revise acá:
http://tuyitomiyitoespacioparacompartir.blogspot.com/
espero ver su relato eh? un besote grande

el güilo dijo...

Hola Miyita, paso a ver tu blog. Un abrazo.