viernes, 14 de mayo de 2010

BODAS DE SANGRE


Bodas de sangre, como todos sabemos -o deberíamos saber, es una pieza teatral dramática escrita por Federico García Lorca, que narra la historia de un amor que no pudo ser porque, el día de su boda, la recién desposada, quien no borró nunca el recuerdo de un noviazgo anterior, decide huir con su amor imposible, lo que ocasiona el enfrentamiento de éste con el esposo abandonado y la muerte de ambos. A mí me gustó la versión cinematográfica de Carlos Saura en 1981.

En el México de hoy, esta obra de García Lorca se corre hacia el fresa sin remedio, abandonando el rojo sangre en que murió fusilado el poeta.

El viernes 7 de mayo, se casaban en Cd. Juárez, Chih. Rafael Morales y su novia, también de apellido Morales. Los Morales decidieron que la ceremonia católica se hiciera en el Templo de la Misericordia. Rafael se trasladó desde Namiquipa para la celebración, mientras que el padrino de bodas, Jaime Morales, hermano del novio bajó desde Deming, Nuevo México.

Jaime, un joven de 25 años, vivía un día lleno de emoción. Sólo esperaba que su hermano Rafael “no se fuera a rajar” al momento de dar el ansiado “sí, acepto”. Comentó a través de Facebook: “Hoy es el gran día tan esperado, qué nervios, Juárez allí vamos jajajaja, a ver si no se raja mi carnal en el momento jajaja”, escribió el joven padre de familia a las 9 de la mañana desde su vivienda en Deming.

La ceremonia transcurrió con todas las pompas que le son propias. Una vez que la unión matrimonial estaba sellada y la misa a punto de finalizar, un grupo de ocho hombres armados llegó a bordo de dos camionetas, una Tahoe blanca y una Liberty roja. Al ver al comando, un joven invitado salió corriendo en el interior del estacionamiento de la iglesia y uno de los recién llegados le hizo varios disparos que le provocaron la muerte y quedó tendido sobre el asfalto.

Luego de este ataque, los agresores ingresaron al templo donde causaron terror entre los asistentes a la misa y se llevaron por la fuerza a Rafael Morales, a su hermano y padrino, Jaime Morales, y a un tío de la novia, identificado como Guadalupe Morales. El día de fiesta, uno de las más importantes para los Morales, terminó en “levantón”, como se llama en la jerga delincuencial y policial a los secuestros que terminan en muerte.

Una vez que los secuestradores y asesinos huyeron del lugar, un minuto después, pasó una unidad de la Policía Federal a la que las angustiadas familias llamaron para denunciarles lo sucedido, pero no les hicieron caso.

Como en todas las tragedias, la comedia se hizo presente. La noticia no fue asimilada en los primeros momentos. En Twitter las reacciones fueron diversas. Hubo quien supuso que todo era una artimaña del novio para no casarse: el usuario @carlosdelvillar escribió: "Secuestran al novio y a dos padrinos en plena boda en México… pero será cierto o fue para salvarse su vida para siempre?", en tanto que @Hijadesam57 tuiteó "Eso de un levantón en Chihuahua donde en plena boda se llevaron al novio, ñaaaa a que lo llevaron a las Vegas a gozar y eran sus cuates" y @SophieDLempicka reclamó: "vaya estrategia para rajarse". "Le robaron al novio el dia de la boda literalmente xDDDDDDDDDDD" escribió @Feelthemusic62 y @simmons2000 dio Retweet a la noticia y agregó "eran los simuladores para salvar al novio sin levantar sospecha".

Pero la vida es a veces más cruel. A principios de esta semana la policía local de Ciudad Juárez encontró en el interior de un vehículo cuatro cadáveres. Eran los del novio de 29 años, el padrino y el tío que fueron “levantados” por el comando armado en el altar del templo católico, así como un cuarto hombre que permanece en calidad de desconocido. Los cuerpos mostraron señales de haber sido torturados y asfixiados, además de que sus cuerpos fueron marcados con dibujos de alacranes y de caras de marrano.

De los asesinos nada se sabe y seguramente nada se sabrá. Se les señaló como integrantes del crimen organizado, esta categoría tan útil a policías y políticos a la hora de evadir las responsabilidades de procurar y hacer justicia. Hace cosa de un mes, por determinación de las agencias de seguridad gringas, el ejército mexicano abandonó la zona urbana de Juárez y se apostó en las inmediaciones rurales, siendo sustituido por cinco mil policías federales, de esos mismos que ignoraron la desesperación de las familias en la iglesia.

Ese viernes por la mañana, Carlos Morales, el apátrida y villano que ocupa la Embajada de Estados Unidos en México, se ufanaba en conferencia de prensa en Cd. Juárez de los grandes logros que en materia de seguridad él y sus colaboradores mexicanos han alcanzado, es decir, lo declaraba a nombre de los secretarios de Seguridad y de Gobernación. Con el mayor descaro, este sicario de apellido Morales, como el del novio ultimado, ha asumido el negro rol de orquestar en nuestro país la más aviesa intervención extranjera, valiéndose de la debilidad política (y mental) de Felipe Calderón.

¿Hasta cuándo los mexicanos habremos de soportar este charco de sangre que han creado las 25 mil muertes de la guerra al narcotráfico desatada sin clemencia ni conciencia por Felipe Calderón?

No esperemos mucho, exijamos: ¡Fuera Calderón!

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