domingo, 21 de marzo de 2010

LA OSCURIDAD AL FINAL DEL TÚNEL


Mucha tinta ha corrido en este web log trazando líneas del paisaje nacional, pueblerino, aldeano. Hicimos bien en usar preferentemente tinta negra porque los girones coloridos y avistados son realmente extraños, aunque hemos procurado registrarlos también. En semanas recientes me he abstenido de tomar nota de las violentas aguas que dominan el curso de los acontecimientos, en parte porque no hay mucha novedad qué añadir a lo escrito y en parte porque la salud de la mente se compromete con sólo asomarse a la turbiedad en donde sobrenadamos.

Siguiendo la máxima de que problema que no se resuelve, problema que se agrava, basta decir que a gran velocidad los problemas nacionales se han agravado a un punto tal que la mayoría de ellos se resolverán por la vía de los hechos, es decir llegarán a la cima de su dificultad y estallarán disolviéndose y disolviéndonos con ellos. Problemas de más reciente factura seguirán sin duda la ruta de los anteriores, no se avizoran aprestos para atacarlos y muchísimo menos para resolverlos.

La crisis económica se mantiene como la fuente de gracia de toda nuestra descomposición social: el número de mexicanos en pobreza crece por millones al año, el grupo de personas que deambula procurando un trabajo digno se vuelve cada quincena más grande, el hambre alcanza ya a una cuarta parte de la población, el número de jóvenes sin trabajo ni estudio araña ya el diez por ciento de la población, son cada vez menos los estudiantes de educación superior que pueden concluir su enseñanza y menos aún los que la inician, la desigualdad entre los mexicanos es cada día más grande y las fobias y actos discriminatorios rebasan cualquier expectativa.

Uno podría decir que la crisis vino de fuera, como el espía de John Le Carré, podríamos coincidir en que las crisis son parte del desarrollo del sistema capitalista y que en este sentido lo mejor es apechugar los dolores y esperar que el remedio llegue, quizá también de fuera. Pero esto no es verdad. La crisis económica ha tocado un fondo más profundo que el imaginado debido a la increíble indolencia e ineptitud con la que el gobierno la ha abordado. Lo correcto hubiera sido incentivar el consumo agregado, proteger la planta productiva nacional, desatar un agresivo programa de creación de infraestructura que en un mediano plazo abriera espacios al mercado interno como base de la estructuración de una economía hacia el desarrollo y que en lo inmediato generara empleos, ingreso, consumo y crecimiento económico. En su lugar, el gobierno deja de ejercer los recursos disponibles, cierra la llave al gasto público, diseña el presupuesto nacional atendiendo el personalísimo interés de su partido de sobrevivir electoralmente el 2012, incrementa los impuestos y abre de par en par las fronteras en la eterna y loca letanía del libre comercio, cuyos llamados nadie atiende porque todos los gobiernos sensatos están protegiendo sus naciones.

Sucede que, además, la crisis vino con torta bajo el brazo. La fuente alterna e inagotable de sufrimiento para nuestras familias es la carnicería en que se ha convertido la llamada guerra contra el crimen, iniciada por El Presidente en 2007 y cuyo final no tiene más fecha que la del retiro del el propio El Presidente de su cargo. Con 25 mil soldados desperdigados por el territorio, con resultados virtualmente nulos, con decenas de muertos diarios -acumulados ya en dos decenas de miles, día tras día el gobierno renueva su vocación militar y permite criminalmente que la guerra la gane el enemigo. El alcance del destrozo social es desconocido hasta para nosotros mismos. Una juventud sin futuro alimenta las filas de las organizaciones criminales, los jóvenes que logran sostenerse en la estructura educativa son victimados por error o por presión de los delincuentes. Las noches dan lugar a un gran número de leyendas urbanas, sustentadas todas en el mundo sin ley que se abre al irse el sol, decenas de jóvenes asesinados en lupanares sin registro ni dueño a la vista. Ya es posible localizar con relativa facilidad a familiares y amigos nuestros cuyas vidas se han visto en peligro o fueron directamente afectadas como resultado de una refriega militar que no solicitamos, que no deseamos y que no tiene fin en ningún horizonte.

Agreguemos que a causa de la santa cruzada militar ahora nos intervienen abiertamente los gringos por lo que algún día conoceremos como el Incidente Juárez, en el que dos burócratas del consulado en Cd. Juárez fueron muertos a balazos. Durante esta semana arriba a México el primer raid de la delegación invasora: la Secretaria de Estado, Hillary Clinton; el Secretario de Defensa, Robert M. Gates; la Secretaria de Seguridad Interior, Janet A. Napolitano; el Director de Inteligencia Nacional, Dennis Blair; el asesor presidencial en Seguridad Nacional y Contraterrorismo, John O. Brennan; el jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael G. Mullen; el subsecretario de Seguridad Interior para Inmigración y Aduanas, John Morton; el subprocurador General Interino, Gary G. Grindler; el director de la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros, Adam Szubin; el subdirector interino de la Oficina de Reducción del la Oferta de la Oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de la Casa Blanca, Patrick Ward, y la administradora interina de la Agencia Antidrogas, Michelle M. Leonhart. Seguramente con posterioridad hará presencia Bo, el perro de los Obama.

Ya no es imperativo señalar la recurrente desidia de los gobernantes, todo mundo la percibe. Ya no es necesario acusar a ningún funcionario de corrupción o delito, todos los conocemos. No se precisa más insistir en la ilegitimidad de Felipe Caderón, lo reconocieron los mismísimos senadores (“¡Pero si va desnudo!”). Ni siquiera hay que esforzarse demasiado en buscar explicaciones acerca del comportamiento oficial en la extensión y profundidad de la crisis económica, el gobierno hace lo que a sus jefes conviene: que se mueran los pobres antes que baje la tasa de ganancia. Los mexicanos ya no buscamos quién nos la hizo sino quién nos la va a pagar.

Y llegados a este punto nos encontramos con un terrible cancerbero. La convulsión ha segado las vías de solidaridad y apoyo en razón del miedo. Hoy por hoy a casi nadie le interesa hacer algo que devuelva la esperanza a nuestro pueblo. Ni en la sociedad ni en los partidos. Algunos ecos desbalagados se escuchan en redes twitter, que quizá exageran la colectividad que presumen. Pero en los hechos ni las familias, desgarradas por los incisivos de la crisis económica y la violencia, pueden autocontenerse y defenderse; los jóvenes emigran en busca de ingresos o son cooptados por el crimen organizado. Ni los adultos, que desesperan en el mar del desempleo o defienden el confort de un buen salario. Ni los universitarios, embebidos en la visión pragmática e individualista que la ideología neoliberal impuso. Ni a muchos de los intelectuales, o lo que queda de ellos, que se prosternan al poder malhabido en un gesto de sumisión inconcebible. Y qué decir de los políticos, esa cosa tan nostra, que se revuelcan en la ciénaga de sus ambiciones personales, disfrazadas de pasión popular. Nadie en las clases medias está dispuesto a arriesgar lo que tiene en favor de los que están perdiendo lo poco que habían alcanzado.

La izquierda partidaria se solaza protagonizando verdaderas estupideces palaciegas, simulando olvido en sus tareas esenciales como las de promover un desarrollo económico equitativo y lograr el acceso de todos los ciudadanos a los derechos básicos universales. En lugar de esto están dedicados a figurar en alguna planilla electoral, tenga opción de triunfo o no, en apoyo a cualquier partido menos al pueblo al que dirigen sus diatribas y a quien deben su existencia.

La venalidad de nuestra vida pública se asienta en una ciudadanía atemorizada y empobrecida políticamente. La democracia es en estos momentos un asunto de élites, mientras el grueso de la población esté incapacitada para comer tres veces diarias la democracia será un tema anodino en boca de los menos.

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