XVIII
¿No es raro que acordarnos todavía
nos ponga melancólicos y graves?
Hacíamos muy mal el amor, ¿sabes?
Sin gracia, aprisa, sin sabiduría.
Furtivamente, donde se podía;
en tierra, en pie, en las sillas menos suaves,
encaramados como absurdas aves,
tu falda alzaba y mi bragueta abría.
Indagaban también manos y labios,
libres ya entonces y a su modo sabios;
e íbamos luego, cómplices y amantes,
muy de la mano entre la triste tropa
de los hombres, llevando, desafiantes,
manchas de semen seco en nuestra ropa.
Tomás Segovia
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