miércoles, 13 de enero de 2010

MUY LEJOS DE DIOS, MUY CERCA DE LOS ESTADOS UNIDOS


A veces recuerdo cuando en mis días de universitario, en las reuniones y asambleas donde debatíamos sobre el devenir de nuestra casa de estudios, tuve una charla con un férreo trotskista sobre el tema de las modificaciones que el legislativo sonorense pretendía incorporar a la Ley Orgánica de la universidad. Llegado a un punto de la plática, que desde luego se volvió discusión, mi adversario –que no enemigo- político concluyó tajante: “No voy trabajar para darle forma al garrote con el que nos pegarán”. Y confieso que me asombró la sentencia, pues según el camarada aquél el tema de la Ley Orgánica simplemente no era tema porque lo urgente era crear la universidad de masas. Me repuse y atiné a contestar: “pues si con eso nos van a golpear, prefiero que no tenga clavos”. Finalmente el Congreso hizo la Ley como los diputados desearon y los estudiantes nomás vimos pasar el mentado garrote.

Viene a cuento la anécdota a propósito de la incontinencia legislativa del señor que cobra como Presidente en México y que recientemente arrojó una sugerencia de reforma electorera a la que le dio nombre de reforma política. No es que no haya que ponerle atención a las leyes, como sugería mi amigo trotskista, pero sí es necesario valorar sus alcances más allá de las particularidades, a fin de cuentas serán las vías sobre las que echarán a andar el proceso electoral de 2012, cuando los mexicanos tratemos de nuevo de elegir presidente.

El gran objetivo de la propuesta de El Presidente es promover las leyes necesarias que aseguren la existencia de un bipartidismo en el país. Emulando (y mal) el sistema electoral gringo, donde en su inmensa mayoría los votantes sólo escogen entre demócratas o republicanos, Calderón aspira a que nosotros votemos únicamente por el PAN o por el PRI y acaso por algún candidato independiente. Y ésta no es solamente otra de las contribuciones históricas que tanto suele regurgitar locuazmente este señor, el motivo final de la grandilocuente iniciativa es que su aprobación es realmente la única posibilidad de que el PAN pueda trascender este sexenio, dada la situación de perrito mojado en que ha quedado después del 6 de julio del pasado año, cuando perdieron todo en las elecciones, menos la desvergüenza. Desde luego, y sin discusión ninguna, cuenta El Breve en este empeño con la aprobación del PRI quien ya había adelantado algunos de los temas en voz de Don Beltrone, ilustre senador de dicho partido, lo que muestra la coordinación en este nuevo golpe legislativo.

Candidatos independientes, incremento de votación mínima para que los partidos conserven el registro, segunda vuelta electoral son acaso las propuestas más reveladoras de la intriga panista, que además hacen pensar en un coaching de los gringos sobre el asunto, tal como lo están haciendo en la militarización de la lucha contra el narcotráfico. Elevando al 4% la cantidad de votos necesaria para mantener el registro, El Presidente espera que desaparezcan los partidos pequeños de la izquierda junto con otros que no son ya de su total agrado. Si la izquierda mantuviera el tercer lugar en preferencias electorales, como sucedió en las elecciones intermedias, una segunda vuelta sería entre los candidatos de PAN y PRI, con el agravante que tal escenario sería por los siglos de los siglos. Los candidatos independientes serían alternativa para los disidentes de los grandes partidos, y jamás serían independientes, todos lo sabemos.

No está la izquierda parlamentaria para hablar bien de ella, pero no es prudente para el país que el legislativo, dominado por la derecha disimulada apoyada en la ultraderecha retrógrada, aborde la propuesta calderonista sin una previa y masiva consulta nacional. No es el momento de resolver la vertiente electoral de la política cuando el desastre institucional en las elecciones está sin resolver. Lo urgente es atender el enorme y creciente deterioro de la nación, la pobreza que sólo halla límite en la pasividad del pueblo, la militarización del territorio que acarrea más muertos diarios que en ningún otro lugar del planeta, la crisis económica que por más plegarias de Calderón se niega a ceder. Pero esos esfuerzos no reditúan votos y volvemos al punto de partida.

Vamos para 20 años de esfuerzos por abrir espacios a la participación ciudadana en los procesos electorales. Pero los ciudadanos no estamos participando en nada aún, salvo en el trabajo de las casillas electorales, cosa que por lo demás no es nueva, a menos que los consejeros del IFE o los jueces de la Suprema Corte o los del Tribunal Federal Electoral sean los tales ciudadanos participativos. Más años hace aún que Porfirio Díaz le dijo a la nación: “Los mexicanos no están todavía listos para la democracia” y se quedó en la silla más o menos unas tres décadas a esperar nuestra madurez. No alcanzo (todavía) a pensar de tal modo, pero en estos días o a los ciudadanos no nos importa la participación más que a la hora del sufragio o algo anda mal en el funcionamiento de las organizaciones ciudadanizadas dedicadas a lo electoral. En 2006 la elección presidencial resultó un fraude, el IFE montó un espectáculo de cifras y algoritmos, la Suprema Corte desestimó las múltiples evidencias del fraude y el Tribunal Electoral sentó en la silla al chaparrito, pelón y de lentes (así lo definió el entonces líder del PAN, Manuel Espino). ¿Cómo esperan que los ciudadanos respondamos frente a tales instituciones? Mientras no haya garantías de que los resultados de una elección se respetan, toda iniciativa de cambios en la legislación electoral huele a fraude también.

En lo que sí coincido cabalmente con Porfirio Díaz es en que "¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!". Sólo agregaría, y ahora gobernado por el PAN. El colmo.

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