martes, 17 de noviembre de 2009

LAS MARCHAS DEL SME


La movilización ciudadana convocada por el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) el pasado mes de octubre pareciera declinar en su propio territorio. La marcha mítin del 11 de noviembre resultó significativamente menos concurrida que la gran marcha con que se presentó el Sindicato a raíz del cierre militarizado de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC) en semanas anteriores. Aunque el espacio legal para la defensa de su derecho al trabajo y al ingreso se haya ampliado con los amparos alcanzados por los sindicalistas, la expresión cívica, callejera, muestra agotamiento. Y ciertamente la jornada del 11 fue agotadora.

A pesar que los contingentes electricistas fueron más numerosos y aguerridos faltó la participación solidaria de otros gremios. Dos agrupaciones de gran importancia acompañaron al SME en esta ocasión: el Sindicato de Trabajadores de la UNAM y los telefonistas afiliados a la Unión Nacional de Trabajadores. Mientras que los telefonistas realizaron un paro de labores en varias entidades de la república, y la UNAM suspendió labores el día 11, los trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana simplemente dijeron no a la convocatoria del SME. Arrieros somos, habrán dicho los electricistas.

La inmensa mayoría de la clase media (chilanga y del resto del país) ha mostrado su inconformidad con el movimiento de los electricistas, acogiéndose llanamente a los argumentos que el gobierno federal ha diseminado a través de la televisión. Tampoco es mucho lo que podemos esperar de este segmento social, en perpetuo conservadurismo como método de ascenso social. No hablemos de las élites puesto que ellas son las promoventes de este rechazo. Los estudiantes, normalmente muy combativos, han brillado por su ausencia en la lucha cívica. La primera ocurrencia es pensar que esta forma de lucha está en desuso y sólo representa un recurso político para la clase trabajadora, esa que sí llena los espacios públicos en demanda de sus derechos. Quizá este sea el tiempo de los ricos. Es evidente que habrá explicaciones ciertas para esta parálisis, pero dicho mal y pronto las marchas y plantones ya no gustan.

La presión gruesa que limita la expresión ciudadana está en la pesada crisis económica que vive el país y en sus ramificaciones sociales. Pocas personas desean poner en riesgo su trabajo aceptando la convocatoria del SME. Muchas más no están en posibilidades de movilizarse puesto que su marcha esencial es la búsqueda de empleo. Las diversas burocracias que pueblan el Distrito Federal son también un verdadero arrecife que impide el desplazamiento del oleaje social. Aunque nos gane la paradoja, es en momentos como este, en que la defensa del trabajo es vital para la sobrevivencia presente y futura, es cuando más hondo cala el temor a perderlo todo y la rigidez política ocupa el lugar de la movilización. Sólo los pobres no temen, acaso porque tienen menos que perder, sólo las cadenas sentenció Marx.

¿A dónde quiere llegar el SME? Preguntaba hace días un amigo. ¿Qué pueden alcanzar con este movimiento? Insistía. Le pedí que hablara con los electricistas porque respuestas de este tipo sólo los protagonistas pueden darlas. No obstante algo puede uno comentar al respecto. En primer lugar, los electricistas están en lucha por recuperar su empleo, cancelado por decreto de El Presidente. En este sentido buscan su punto de arribo a la empresa LFC y para ello demandan la anulación legal de la acción que da por desaparecida su fuente de trabajo. En segundo lugar, el SME lucha por mantenerse como sindicato activo, representando a los electricistas afiliados en donde quiera que éstos laboren, de modo que el gremio mantenga cohesión y defensa. Al final se aprecian las exigencias de respeto a las leyes y a la Constitución, aunque en este punto el gremio en su conjunto puede presentar diferencias de prioridad.

Un escenario deseable y posible sería que en el marco del amparo definitivo logrado por el SME, la Cámara de Diputados o la de Senadores planteara ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación un alegato sobre la constitucionalidad del decreto calderonista que desaparece la empresa pública LFC. Jurídicamente el alegato sindicalista es impecable (dicen los que de esto saben), y aunque las leyes no son lo propio del gobierno -quien ha actuado como perro de presa contra los trabajadores- por ahora son su arma más filosa. Abierto el conflicto legal, un punto de negociación viable es la opción laboral de reinstalar a los electricistas en la Comisión Federal de Electricidad, la empresa que está sustituyendo parcialmente a Luz y Fuerza, y que se constituyan allí como una sección más del SME. No es mucho pedir. El escenario calculado por Felipillo es dejar a los trabajadores sin trabajo y sin causa. Eso es pedir demasiado.

Salud y buena fe.

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