viernes, 27 de noviembre de 2009

ESE POBRE YO LO VI PRIMERO


No faltará despistado que esté esperando ver en los noticieros televisivos o en los periódicos el anuncio del estallido social en México. Ya lo advirtió el rector de la UNAM, ya los jilgueros de la política hablan de ello, ya se publican notas sobre preparativos guerrilleros para 2010, ya hay ajusticiamientos de cabecillas de grupos armados, ya El Presidente regurgita voces sobre una próxima revolución pacífica y con siniestro encanto se apresura a rebasar por donde pueda el discurso sobre la pobreza en México. Antier Felipe Calderón se desgarró la sotana en una homilía a favor de los pobres, en un clarísimo afán de colocarse en el tema central de la izquierda en movilización frente a las elecciones presidenciales de 2012; lo hizo, claro, desde un exquisito podio, el centro Banamex, ícono de la oligarquía financiera y donde los pobres no tienen cabida y menos palabra.

El estallido social está sucediendo ya, por doquier vemos sus manifestaciones, aunque no mucha gente está dispuesta a aceptarlo así. Los agravios a los mexicanos son tantos que los de la semana pasada vuelan de nuestra mente en cuanto se suma uno nuevo. La característica común es la presencia irrenunciable de los sicarios del gobierno federal actuando a favor de los dueños del dinero y en contra de los trabajadores. Los mineros de Cananea mantienen hace 28 meses una huelga en defensa de su fuente de trabajo, en contra de los designios y deseos de las autoridades del trabajo. Los padres de los niños muertos en el incendio de la Guardería ABC en Sonora continúan esperando justicia. Los muertos de la guerra calderonista contra el crimen organizado rebasan ya la cifra de 15 mil y las reuniones del llamado Consejo de Seguridad siguen su agenda sin resolver absolutamente nada. La pobreza de la mitad de los mexicanos es publicitada como logro oficial casi a diario, sin más acción que el lamento simulado. Las muertas en Cd. Juárez son objeto de reuniones, artículos, conferencias y declaraciones múltiples y el número de mujeres asesinadas crece diariamente sumando ya 500. La comunidad de Atenco es hostilizada permanentemente por el pecado de haberse opuesto al despojo de sus tierras. Los campesinos de Guanajuato fueron despojados de sus propiedades en un verdadero asalto en despoblado, organizado por el gobierno estatal, con la abierta complacencia del federal y con el pretexto de construir la refinería prometida por El Presidente. Se cierran los caminos legales para resolver el atraco contra los electricistas del SME, perpetrado por puño y letra de Felipe El Breve. Nunca como ahora el Congreso había sido el templo de los mercaderes de la política y de los negocios. Los demás casos se me olvidan por ahora pues ayer las mujeres electricistas iniciaron una huelga de hambre por la recuperación de la fuente de trabajo de sus maridos.

Nada de esto es nuevo en el país. Venimos de un pasado de desigualdad social, de inequidad económica, de pobreza y riqueza escandalosas. Lo más reciente y lo que más cala es la ausencia de autoridades y el debilitamiento fatal de las instituciones a manos de quien debía encabezarlas. Esto es factura del gobierno derechista que nos agobia. México es ahora el país donde todo se puede hacer, menos lo que se debe. Las leyes son usadas para fundamentar latrocinios, basta citarlas para dedicarse a corromper su espíritu. Si por algo debería juzgarse a Felipe Calderón es por el cinismo que cobija toda su acción. Leguleyo antes que abogado, El Presidente pone su ejemplo por delante para transgredir acuerdos y violentar instituciones. Las concesiones ilegales de Pemex a contratistas privados, el cierre militarizado de Luz y Fuerza del Centro, la imposición de la temible Cedula de Identidad, las concesiones y excenciones fiscales a las televisoras, la permisividad frente a la presencia de inversión directa del gobierno gringo en Banamex, la ocupación de TV Azteca de una concesión radioeléctrica que nunca le ha sido otorgada, el uso discrecional de las reservas del IMSS, la bursatilización de los fondos de retiro de los trabajadores, la campaña nacional para legislar contra el aborto, la imposición de personas afines a su religión en cargos de alta sensibilidad como la CNDH, en fin, el hacer y deshacer a capricho sobre las reglas sociales que mantienen en pie el maltrecho Estado mexicano.

Lo que sí es de risa y llanto es el comportamiento de la izquierda y sus intelectuales frente a estas crisis. En momentos en que la patria demanda sumarse a las filas de las causas de los más jodidos (la pobreza es un asunto moral y ético también), nuestros militantes -con notables excepciones- se regodean con violentísimas discusiones de café sobre la transición democrática, se enzarzan en acrobática retórica sobre la eminencia de la economía sobre la política, publican inefables argumentos sobre el decaimiento institucional, se obamanizan reportando sus opiniones desde Facebook o Twitter y defienden hasta la muerte el derecho a publicitar sus argumentos para no hacer nada que no sea opinar. La izquierda parlamentaria no va más lejos, conformada en su mayoría por un grupo de oportunistas electorales, los partidos de izquierda malgastan su tiempo disputando espacios tan pequeños como una curul o la silla de un presidente municipal, en casos de gran audacia cooptan cualquier advenedizo para ganar una gubernatura que al día siguiente de la elección se deslinda de cualquier compromiso. Viven ajenos a las congojas populares y lejanos del pueblo. En su cuerito lo hallar

Más allá de personeros y personalidades es la hora de plantarse al lado de los que menos tienen. Como nunca están hoy en peligro los derechos fundamentales de los mexicanos. Trabajo, ingreso, bienestar, seguridad son logros sociales alcanzados con sangre, no son dádivas que se puedan escatimar ni por insinuación. Ignoro si el período demócrata-cristiano de la política italiana es semejante a la barbarie que vivimos hoy, pero estoy convencido que si permitimos que la derecha continúe su destructiva labor podemos irnos olvidando de la nación surgida del movimiento revolucionario de 1910. Y claro, de cualquier proyecto mejor.


Por el bien de todos, primero los pobres.

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