jueves, 10 de septiembre de 2009

A 2009


Para mí que los asuntos de la nación se encaminan a un despeñadero social y político. Parecerá que soy catastrofista o de plano lo soy (asunto que no interesa para este comentario), pero a raíz de que el partido en el gobierno perdió las elecciones intermedias, dejando a El Presidente expuesto a la rebambaramba de críticas y rechazos de prácticamente todos los mexicanos, todo ha ido de mal en peor. La escenificación televisiva del secuestro de un avión el día de ayer es una de las muchas gotas que amenazan derramar el vaso. Ya nos había sido asestada la risible noticia de que había sido conjurado un atentado contra El Chapo Calderón, asunto que nadie en su juicio consideró con seriedad. Es increíble que los capos que operan como autoridades policiales cuenten con esta discrecionalidad para operar el engaño como autoelogio y a la vez como intimidación. Los ciudadanos estamos gravemente expuestos a la decisión de Felipe Calderón de consolidar un estado policial y militar en donde los dueños del capital reencuentren el paraíso de la ganancia malhabida y los pobres el vallado para su futuro.

George Orwell se asombraría de constatar que su sátira sobre el sistema soviético plasmada en la novela 1984 se desarrolla en México ampliadamente. Aquí son los delincuentes quienes ocupan los cargos de procuración de justicia, como revela la designación como Procurador de un tipo que ha protegido y encubierto los atroces feminicidios de Cd. Juárez y permitir que el Secretario de Seguridad continúe abultando su cartera con dinero del narcotráfico. Son los empresarios, o sus lacayos, quienes manejan las empresas de carácter estratégico para el desarrollo del país, como es el caso de PEMEX y su nuevo director, Suárez Coppel. Sólo aquí pueden morir calcinados -bajo una lluvia infernal de fuego líquido- 49 niños en una guardería del Seguro Social -todos menores de cinco años- y El Presidente declarar a los tres meses de ocurrida la desgracia que se avanza en el deslinde de responsabilidades. La justicia ha puesto recientemente en libertad a los asesinos de 49 mujeres y niños, masacrados por paramilitares ligados a terratenientes y gobernantes, hace 11 años en el poblado de Acteal, en Chiapas, mientras oraban en una ermita. En un momento en que la crisis económica, resultado del desarrollo mundial de un sofisticado sistema de especulación y atraco financiero, obliga a los Estados a invertir los recursos del erario público en acciones que fortalezcan el mercado interno, la Hacienda mexicana propone un presupuesto público basado en el incremento impositivo. Mientras Calderón asegura en cadena nacional televisiva que se creará un fondo para el combate a la pobreza y al día siguiente nos enteramos que en realidad es un incremento al gravamen de los consumidores, incluidos los propios pobres, en tanto las multimillonarias devoluciones de impuestos, excenciones y transferencias a las empresas gigantes apuran el sangrado del patrimonio de la nación y con ello cancelan la oportunidad de vivir como merecemos. Qué desgracia que la mentira y el engaño, sólidamente apoyadas en la codicia, la ambición y la impunidad sean las mayores virtudes de un gobierno malnacido. Quizá nunca debimos esperar algo mejor.

De igual gravedad resulta el trabajo de la izquierda y sus intelectuales. De la derecha sólo podemos esperar la desgracia y el despojo, allí no hay pierde. Pero los llamados partidos de izquierda ocupan sus desvelos en llenar curules y recibir prerrogativas económicas del gobierno al que dicen oponerse, es decir su pago por no hacer nada en bien de los ciudadanos pobres y en proceso de empobrecimiento, que suponemos debería ser el centro de su trabajo. Esas agrupaciones están permanentemente en la cola de las decisiones fundamentales, carecen de un programa de acción cuyo eje sea el movimiento ciudadano y acaso por las declaraciones de sus directivos (que no dirigentes) conocemos sus tibias posturas frente a la embestida salvaje del grupo de amigos que tiene asolado al país desde los espacios del poder. Estos grupos encuentran en los mexicanos posibles votantes y nuestras tribulaciones no aparecen en el radar de sus decisiones. Los intelectuales debaten a conciencia sobre el quehacer de la izquierda (las izquierdas les llama mi amigo Gustavo) a partir de las elaboraciones teórico políticas de Norberto Bobbio, se miran los ombligos murmurando la deseada interrelación entre Estado y mercado, disertan largamente sobre las lecciones de la pasada elección, apuestan y resuelven los dilemas de nuestra democracia frente a las cámaras de televisión. Salvo luminosas excepciones la inteligencia de izquierda es hoy, por decir lo menos, fatua y frívola, distanciada fatalmente de un pueblo agobiado por una derecha de amplio espectro.

¿Qué hacer? Se preguntó Lenin en los inicios del siglo pasado y encabezó triunfalmente la revolución rusa. Los mexicanos nos preguntamos lo mismo, pero la palabra revolución ha desaparecido del imaginario político desde la revolución informática de fines del siglo mencionado. La respuesta en situaciones de normalidad política es que cada uno de nosotros hagamos lo mejor posible lo mejor que sabemos hacer. En esa circunstancia hay siempre un espacio para el desempeño personal de profesionistas, empleados, vendedores, artistas, amas de casa, estudiantes y vendedores de chicles. Producir lo mejor de nosotros parecería ser el aporte personal y colectivo a la solución de los problemas públicos. Pero sucede que no estamos en esa situación de normalidad, sino que el desastre diario se ha vuelto lo normal y no es individual la forma ciudadana de encarar la tormenta. No tengo ninguna duda que la acción colectiva es la clave para deshacernos de las lacras que empañan nuestro futuro y reencauzar el gran esfuerzo ciudadano hacia los mejores horizontes de crecimiento y desarrollo. Y cuando llego a esta conclusión mi imaginación se vara y no halla cauces de gestión para la movilización ciudadana. Es entonces que la tristeza y desesperación amurallan mi quehacer. Ojalá no a todos les suceda lo mismo.


No digamos más por ahora.

2 comentarios:

lauruguacha dijo...

Hola Güilo: a esa misma conclusión llegó yo por el Sur y con gobierno de izquierdas que al llegar al poder fue más de lo mismo. Unidos venceremos pero ¿ cómo logramos esa acción en una sociedas tan individualista? Un abrazo!

el güilo dijo...

Abrazos en el día de la Independencia.. hazme el favor, nomás no perdamos la esperanza.