martes, 7 de julio de 2009

EL DÍA DESPUÉS: MORATORIA A LOS BANCOS


Imposible hacer borrón de lo malhecho y abrir cuentas nuevas. EL Presidente y su grupo de allegados habrán de asumir los costos de la derrota electoral del pasado 5 de julio, nomás que ahora lo harán con un margen de maniobra más estrecho que el de un buque de carga en el canal de Panamá. Están solos. La ciudadanía, esa sombra que todo lo arropa y nadie quiere ver, los juzgó con severidad negándoles credibilidad y recordándoles que la crisis económica está destruyendo al país. El partido en el poder ya reclama a Calderón su accionar sectario y grupuscular en la pasada contienda, tan equivocado que ni en Guanajuato –una de las sedes de El Yunque- pudo el PAN ganar los comicios. Los dueños del capital levantan la voz exigiendo correcciones en el rumbo económico, reconociendo haber perdido la apuesta que hicieron (y pagaron) en 2006 a favor de El Chapo Calderón. Y el PRI, el partido ganador, se dispone a rotular y a circular en Los Pinos las facturas correspondientes. Pobre presidente está más solo que un ejote.

Habremos de estar muy atentos a la reacción de Felipe Calderón, acostumbrado al regaño diario y a los golpecitos en el atril, poseído de un autoritarismo paramilitar y escasamente preparado para las negociaciones políticas. El momento es para un Ejecutivo capaz de dialogar, negociar, atender, entender y desde luego ejecutar; todas ellas facultades ausentes en la persona de El Presidente. Con la mitad de un partido maltrecho y con los aliados momentáneamente mosqueados, Calderón se enfrenta a la necesidad de acordar con el PRI en la Cámara, con López Obrador y la crisis en las calles, con el Consejo Coordinador Empresarial en la política fiscal y con el pueblo en el desastre económico y social. Demasiadas tentaciones para no tomar el camino facilón del autoritarismo, demasiados retos para estar a su altura. Adicionalmente, no parece ser una tradición arraigada entre los políticos mexicanos establecer pactos y alianzas estratégicas ni duraderas puesto que no hay proyecto de nación que las demande. Será el día a día lo que marque los alcances del entendimiento parlamentario. Por el momento les quema el tema presupuestal y pronto los veremos en escena.

Sin embargo, la lección más importante de la elección no es un manual de acuerdos parlamentarios sino la urgente atención a los temas ciudadanos. Más allá del festín priísta y los llantos del PAN y el PRD y los votos nulos y los fraudes de casilla está el agobio aplastante de quienes padecen con mayor dolor la crisis económica, el desempleo que todo lo devasta, la zozobra en que viven los habitantes de las comunidades electas por el gobierno para vivir intervenidas por el ejército, la ausencia elemental de la justicia, la arbitrariedad y soberbia de los administradores del recurso público, el difícil o nulo acceso a los servicios de salud y la falta de esperanza sobre el porvenir. Nada de esto lo dijo nadie el 5 de julio pero es lo que se debe entender. El desplome en la votación panista es la respuesta a la demanda de apoyo para el presidente valiente: no se precisa valentía para cumplir con un mandato popular (así sea el más exiguo), se exigen acciones decididas y prontas para evitar una ruina mayor y una descomposición más profunda de la sociedad. La votación refleja la distancia presente entre los que cobran como representantes del pueblo y las penurias de ese pueblo. Si Calderón y su gabinete decidieron pasar el sexenio mirándose el ombligo entre sí, los diputados y senadores son unos verdaderos desconocidos para los mexicanos, aún para aquellos que con su voto los acomodaron en las curules.

Es la hora de grandes decisiones que eviten mayores derrotas para los mexicanos. No podemos continuar regateando al pueblo de México el bienestar e hipotecando su futuro. Imposible abordar el tema del presupuesto con miras de tendero y querer obtener recursos de los que no los tienen, aumentando los impuestos al consumo y disminuyendo los de la renta. El desahogo completo de la agenda económica está comprometido, las estrategias fiscal y monetaria están agotadas y no pueden ser el apoyo para recuperación ninguna. A grandes males grandes remedios, vamos sobre los que sí tienen, vamos a coger banqueros. Suspendamos la infame sangría que representa el IPAB declarando moratoria a esa deuda impagable y deshonrosa que lleva casi 15 años lastimando nuestro ingreso para favorecer a los banqueros, en tanto los ciudadanos decidimos soberanamente si debemos continuar padeciendo semejante atraco. Abramos la llave grande para buscar una recuperación más pronta. Estamos en las mejores condiciones internacionales para intentarlo. El imperio está postrado, los banqueros son el segmento de clase más despreciado en todo el mundo, los bancos están viviendo el paraíso que Ernesto Zedillo les diseñó y viven ajenos a la necesidad de apalancar el crecimiento económico, el neoliberalismo como teoría y la globalización como ideología han entrado en el túnel del tiempo, los gobiernos sensatos erigen ya las defensas proteccionistas vitales para su mercado interno, Sudamérica ha iniciado un gran movimiento de integración económica regional, el Banco Mundial y el FMI son organizaciones en plena decadencia. En lo interno, una decisión en este sentido abriría el fuego con los dueños del dinero, pero ¿cuánto más fuego pueden lanzarnos si estamos en el fondo? Que los capitales correrían, claro, pero la corrida que llevamos es la mayor después de 1995. Un boicot empresarial sería como la formalización ante notario de una situación de hecho pues la producción fabril está varada. Lo que sí se desataría con gran fuerza es la movilización y el apoyo popular y la velocidad de recuperación de la economía y el bienestar, prácticamente no habría mexicano decente que se opusiera. Son buenos tiempos para abandonar el fantasma del déficit y el trauma de ser ciudadanos de segunda, hagamos nuestro el destino construyendo nuevos paradigmas. Por el bien de México, moratoria a los bancos.

Pero, como escribió Benedetti en La Tregua, en un diálogo en el que el abuelo lapida al nieto que sueña con la revolución: "Para eso se necesitan huevos o estar borracho y ustedes los de la izquierda toman cocacola".

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