jueves, 16 de julio de 2009

CRIMEN Y CRISIS


Lo que se ve no se pregunta. El Güilo ha intentado un seguimiento más o menos tortuoso del trabajo del Gobierno Federal encabezado por Felipe Calderón, a quien hemos bautizado como El Breve dada la pequeñez de sus virtudes y perversiones como persona y como presidente de México. En ningún momento he escatimado argumentos y afirmaciones en el intento de mostrar la forma en que el presidente panista ignora sus responsabilidades ante la nación y se comporta como un gerente de comercialización (la producción también le es ajena) de una fábrica cualquiera, quizá una de bebidas de cola como la que representaba Vicente Fox. De la misma manera, he procurado no perder los estribos en la forma de plantear mis desacuerdos y propuestas, por más que, como dice el renombrado panista Diego Fernández de Ceballos refiriéndose al gabinete de Calderón: son unos ineptos y en la mayor de las ocasiones unos perfectos desconocidos. Pues bien, da gusto saber que no estoy solo en esta apreciación, las elecciones del pasado 5 de julio mostraron la opinión del pueblo, ese gran ausente en todas las polémicas y disquisiciones sobre la vida y destino de nuestro país: a Felipe Calderón y a sus estrategias no se les quiere más, no más sangre en las calles y no más crisis económica mal administrada.

Basta de mentiras sobre el alcance y profundidad de la crisis económica. Imposible continuar con los diagnósticos del Dr. Carstens, quien en su más reciente declaración plantea el efecto pelota de la crisis (el gordo piensa que todo es como su condición): vamos a recuperarnos tan rápido como caímos. Si el Gordito hubiera sustentado en la ciencia de la física su afirmación seguramente sería hasta comprobable, pero no, desde el punto de vista de la economía ninguna recuperación es posible mientras el destrozo del capital continúe, como sigue sucediendo en México y en los Estados Unidos. La producción manufacturera, indicador líder del desempeño económico, continúa a la baja, salvo casos de excepción como la Ford en Hermosillo. El desempleo, centro de toda atención en cualquier análisis económico, alcanza cifras inimaginables. Por más que El Breve anuncie –ya en el plano de la comedia de mal gusto- la creación de 20 mil empleos (sic) durante junio, lo cierto es que entre abril y mayo de este año se perdieron más de 100 mil empleos, en lo que va del año poco más de 300 mil y desde octubre del año pasado las personas desempleadas suman más de 600 mil. Sin empleo no hay consumo y sin consumo no hay producción, sin producción no hay recaudación fiscal ni crecimiento ni mucho menos recuperación, hasta para mi querido Watson es elemental la ecuación. A la destrucción de capital hay que agregar la bajísima inversión privada, disminuida en un tercio respecto al año pasado y la baja recaudación fiscal y la escasa venta petrolera y las remesas varadas y veremos que la pelotita de Carstens es sólo un juego cruel de palabras. Lo que está en juego no es un dogma teórico ni un acuerdo camaral sobre el presupuesto federal 2010, somos los mexicanos del diario, de a pie, de carne y hueso los que vamos al precipicio con posibles hambrunas y sufrimientos mayores. Basta de funcionarios hechizos, que Carstens vuelva a su cubil, el Fondo Monetario Internacional, de donde no debió haber salido. Pero en los mentideros se anuncia que este singular personaje pasará a ser el Gobernador del Banco de México, miremos nomás. Dejemos las nimiedades, pidamos lo imposible, detengamos la sangría del erario a favor de los bancos, moratoria a los bancos y reestructuración del IPAB. El dinero público es del pueblo, aunque haya que repetir el pleonasmo.

Por una curiosa jugada del internet cada vez que abro la versión electrónica de La Jornada aparece la portada del 15 de enero de 2007 mostrando la declaración de El Presidente a los 45 días de iniciada su guerra santa al narcotráfico: “Es enorme la satisfacción ciudadana por los operativos”, y el balazo agrega: “Ya hay tranquilidad y certidumbre.” Qué tiempos de ilusión, cuando la ciudadanía lo otorgó al menos el beneficio de la duda a Calderón. Doce mil muertos después, 22 de ellos el mismo día de la pasada elección y 18 el día de ayer más los que sigan de seguir este perverso afán de legitimación de Calderón, legitimidad que no obtuvo en las urnas en 2006 y que definitivamente le fue retirada el 5 de julio de 2009. Detengamos esta atrocidad, el Ejército Mexicano no es la policía, el soldado está entrenado para matar no para prevenir delitos ni aprehender narcotraficantes. La angustia de pobladores de regiones enteras, de comunidades, de caseríos serranos, de ciudades como el puerto de Veracruz, Monterrey, Culiacán, Reynosa, Juárez, no debe continuar. El error está a la vista de todos menos de los capos que acompañan a Calderón en esta aventura digna de Bush: el Procurador General (Abogado de la Nación se le llamó en mejores tiempos) y Genaro García Luna, capo di tutti capo. Al narco se le combate con inteligencia y no sólo con fuerza, pero inteligencia es el más escaso don en este gobierno. Hay que intervenir los bancos y cerrar el drenaje de dinero blanco o por blanquearse, pero la sumisión al dictado financiero es una virtud mayor de El Breve. Es preciso detener el tráfico de armas provenientes de Estados Unidos, a pesar de la enmienda constitucional que lo favorece en aquel país, pero el norte es un ícono en la imaginación economicista de todo el gabinete calderonista. Hay que deshacerse de los funcionarios y policías corruptos, pero ¿quién cierra las puertas de la cárcel? La verdad es que legisladores, académicos, partidos, movimientos sociales deberían exigir el fin de esta ejecución masiva y gratuita de mexicanos.

Continuaremos comentando lo que todos ven, la debacle de un gobierno que arrastra en sus caprichos el destino de los mexicanos.

Salud.

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