viernes, 21 de noviembre de 2008

¿Y EL CAPITÁN?




Pasado el momento de las agudas interrogantes sobre las causas del desplome del avión en el que viajaban importantes funcionarios del gobierno federal, nada parece preocupar al Gabinete. Y no es que las dudas sobre el origen del fatal hecho hayan sido despejadas, si acaso andarán por rumbos diferentes a las especulaciones originales. La realidad es mucho más grave.

Los mexicanos estamos frente a un tsunami económico cuyos alcances ya pueden percibirse: despidos masivos, paridad monetaria incontrolable, crédito bancario inalcanzable, ahorros inexistentes, desinversión privada, tasas de interés rondando el 100%, regreso de los migrantes y consecuente descenso de las remesas. Estas señales bastan para que las decisiones en materia de política económica se nos presenten con toda claridad y oportunidad. No es posible que sigan hablándonos de “guardaditos” y “catarritos” con el desparpajo que lo hace Carstens, no podemos festinar ningún presupuesto público cuya eficiencia es impredecible, no es tolerable que la única decisión conocida sea la de apoyar a las empresas que hoy exhiben problemas fiduciarios como resultado de sus apuestas en el Casino de Valores Mexicano. ¿Cómo ha pensado el gobierno enfrentar la crisis económica?

El anuncio de El Presidente de un programa económico anticíclico ha quedado reducido a una aplaudida refinería y al sempiterno apoyo a la infraestructura carretera, más todo lo que Calderón repite, agrega e inventa en cada discurso. Nada sabemos sobre el apoyo al consumo popular, la protección del ahorro, la creación de empleos, la salud, por mencionar lo elemental. El Presidente ha trastabillado tanto en su verborrea sobre el tema que es imposible creerle más. Ha cantinfleado tan irresponsablemente con los asunto del mercado y el Estado que pareciera no interesarle el tema, con independencia de su desconocimiento. Sigue la propaganda fascistoide sobre imaginarios logros y desconocidos propósitos, no cambia ni el tono de la voz, se repiten en una pesadilla orwelliana los adjetivos insustanciales. Pero las decisiones urgen y los responsables siguen el dogma de que el huarache se calza una vez que la espina haya sangrado el pie. A menos que ahora sea Slim la voz que canta.

En el tema que atenaza a la sociedad junto a la inevitable recesión la situación no es diferente. Los muertos del régimen no detienen su tasa de crecimiento. Los delincuentes empleados en los cuerpos de seguridad son “descubiertos” diariamente mientras su contratante, el secretario de Seguridad Pública, permanece inexplicablemente en su cargo. Uno esperaría que el flamante secretario de Gobernación empujara la decisión de enjuiciar y encarcelar a Genaro García Luna, porque El Presidente pareciera desentenderse de esta urgencia y está privado en contar el número de armas y los kilos y toneladas de droga incautados, olvidando que estos son auténticos logros del ejército mexicano y no del capo Genaro.
Son tristes las referencias de El Presidente acerca de los barcos con rumbo firme y de su infinita e insondable decisión de privilegiar la acción militar frente al crimen organizado. Dan la certeza de que la verdad es lo contrario. El país se encuentra a la deriva y el narco se presenta como el verdadero jefe de Estado.

Y la izquierda jugando a las elecciones.

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