domingo, 5 de octubre de 2008

ALÍ BABÁ Y LOS CUARENTA LADRONES


Que a nadie nos quepa duda, la Secretaría de Seguridad Pública es una cueva de asesinos y hampones de toda laya. Alí Babá -o sea Genaro García Luna, el titular de Seguridad- ha dado cabida a un grupo de delincuentes, todos confesos, fichados, con antecedentes penales que van desde el asesinato a sangre fría hasta el nexo más prístino y vivo con los grupos de matarifes organizados que asuelan el país.

Ciertamente no es mucho lo que se ganaría en el combate diario a la corrupción y a la violencia si García Luna y los cuarenta asesinos y ladrones que cobran junto con él en la Secretaría son removidos y puestos a disposición de alguna otra policía (que de momento no sabríamos ni cual, porque ahorita los principales cuerpos federales están en abierta pugna) y fueran encarcelados por traición a la patria. No. No es así que los carteles y sus jefes se retirarán del pleito. No por la renuncia de un funcionario abiertamente corrupto los secuestros disminuirán, ni las ejecuciones diarias que el pueblo entero presenciamos van a disminuir. No. Pero cuánto ayudaría al bienestar mental de los ciudadanos saber que la impunidad que vivimos empieza a mostrar límites.

La situación a la que hemos llegado, la de un Estado que ya no es garante de nada (bienestar, ingreso, salud, educación, empleo), se genera así, dejando de atender lo que en apariencia es menos importante; las multas de tránsito, el robo menor, un encajuelado en la UNAM, un edil conduciendo borracho a media noche, un joven golpeado en una escuela o un artista de Televisa arrestado en gringolandia con cocaína. Todas las transgresiones a la ley se van repitiendo y ampliando, de las menores a las gigantescas que ahora se amontonan, sedando la conciencia de los ciudadanos y cerrando la posibilidad de su expresión.

El Presidente, sin embargo, es el más insensible al drama de la sociedad. Se ha envuelto en un manto protector confeccionado con mentiras, duras verdades y soluciones puestas en escena. Un Grito compartido, un atentado terrorista endosado, una reunión del Consejo Nacional de Seguridad en la que nada se acuerda, un desfile en Morelia a donde nadie asiste, una reunión con valores juveniles donde es increpado, una semana como paje de la monarquía española, el desplome de el mundo financiero, el robo al erario de 3,500 millones de dólares orquestado por Gil Díaz. Todo camina en sentido inverso a donde El Presidente quisiera dirigir la Nación, en el caso de que quisiera.

Porque lo más grave de todo es que Calderón ya no dirige nada.

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